El arte de Picasso sale a la calle para contar su romance con el puerto de Barcelona
Una exposición urbana repasa cómo el frente marítimo inspiró al malagueño entre 1895 y 1904
BarcelonaPablo Picasso era un observador voraz de todo lo que pasaba a su alrededor. A veces dejaba constancia rápidamente en sus cuadernos y más adelante aquellos apuntes le servían para sus pinturas. Así fue en la relación del artista malagueño con el puerto de Barcelona, forjada con infinitos paseos por el frente marítimo desde que llegó a Barcelona en 1895 y su familia se instaló en unos bajos del paseo de Isabel II, 4. Esta historia se puede revivir hasta el 28 de febrero de 2025 con la exposición urbana organizada por el Port Vell de Barcelona, el Museo Picasso, el Ayuntamiento de la Barcelona y el BWA Yachting dentro de la Regata Cultural que acompaña a la celebración de la Copa América en Barcelona. La inauguración este lunes ha contado con la presencia de Paloma Picasso, hija del artista malagueño, y Françoise Gilot.
"La ciudad que encuentra Picasso a finales del siglo XIX está marcada por un relieve sin precedentes en el ámbito de la navegación, con el cambio del modelo artesanal de los barcos de vela por los industriales de vapor", afirma la comisaria del exposición, Eugenia Peña. Esto también supuso una revolución en el ámbito social y cultural, porque los pescadores y los marineros dejaron su oficio para hacerse estibadores y por la llegada de mano de obra del resto del Estado, de lugares como Valencia y Andalucía.
La exposición lleva por título Picasso y el Puerto. 1895-1904 y está formada por seis paneles con reproducciones de catorce obras del artista malagueño, cuarenta fotografías históricas y textos explicativos en catalán, castellano e inglés. Por ejemplo, La Barceloneta (1897) remite a los Almacenes Generales de Comercio. Entonces estaban en construcción y ahora, como sede del Museo de Historia de Cataluña, son el único tinglado de ese puerto que ha sobrevivido.
En cuanto a Escollera con velero (1896), hace referencia a la progresiva desaparición de los veleros, mientras que Dársena con Montjuïc de fondo (1899) recoge los cambios urbanísticos que experimentó el puerto en ese momento de transformación tecnológica. Asimismo, el dibujo Bailaora (1899) recuerda los paseos de Picasso por la Barceloneta, que entonces empezaba a popularizarse. El recorrido termina en la plaza del Mar, para recordar cómo las playas barcelonesas fuimos testigo de las primeras regatas y donde aparecieron los balnearios. Esta temática la ilustra la reproducción del aceite La playa de la Barceloneta (1896).