¿Qué se escondía tras cuatro cuadros de Picasso?
El análisis científico hace visibles las pinturas que quedaron tapadas cuando reutilizó la tela para hacer nuevas obras
Barcelona¿Han aparecido cuatro obras jamás vistas de Picasso? Literalmente es verdad. El Museo Picasso saca a la luz "cuatro obras inéditas de Picasso, que existían pero no se podían ver" a simple vista, afirma el director del centro, Emmanuel Guigon. El truco es que se trata de obras que están escondidas debajo de otra obra, porque el artista reutilizó la misma tela, y solo pueden ser visibles en reproducciones digitales.
La nueva muestra Picasso Proyecto Azul –abierta del 6 de abril al 4 de septiembre– es el resultado de la investigación científica sobre cuatro cuadros de la época azul que forman parte de la colección del museo barcelonés. Gracias a la optimización de la tecnología –radiografía, infrarrojos, rayos X, fotografía de alta resolución, microscopía– ha sido posible hacer evidente para el gran público qué se esconde tras los cuadros de Naturaleza muerta, Jaume Sabartés con quevedos, Azoteas de Barcelona y La copa azul, pintados entre 1901 y 1903. En 1901 se considera que empieza el periodo azul de Picasso, con la muerte de su amigo Carles Casagemas, y en esta época vive entre Barcelona y París hasta que se instala en la capital francesa en 1904.
Durante toda su carrera, y sobre todo al principio con las obras de academia, Picasso reutilizó telas. "Trabajaba mucho, era un artista que buscaba, probaba", dice la responsable de conservación preventiva y restauración del museo, Reyes Jiménez. No es excepcional detectar estas capas, pero sí tener un estudio tan profundizado de las obras. Además, la comisaria de la muestra cree que en el periodo azul no se trata solo de una cuestión de economía, sino que Picasso juega a dejar pistas de la capa inferior. "Decir que reaprovecha una tela es muy básico. Él transforma la obra preexistente, se adapta a ella. Creo que entrena el ojo del espectador", dice Jiménez. Para los expertos, las diferentes capas son visibles a simple vista.
En Naturaleza muerta, por ejemplo, había dibujado dos figuras juntas y deformadas apoyadas sobre una mesa, que recuerdan a los personajes de una serie de obras que hacía en la época. Cuando pintó el bodegón encima, utilizó la misma mesa, y fue colocando los elementos en los lugares donde había las figuras, dejando el relevo que hacía la pintura anterior. En La copa azul, un cuadro vertical que esconde no uno, sino dos hombres barbudos con un ramo, incluso hace coincidir el centro de la flor roja que pinta después con el ojo del hombre. Es curioso que en el estudio de las partículas de Naturaleza muerta se haya encontrado barniz: quiere decir que Picasso dio la primera obra por acabada y, a pesar de haberla fijado, la acabó cubriendo. Además, en esta pieza intuyen una inscripción que no sería del artista; un detalle que no han podido descifrar pero que esperan que la tecnología futura lo permita.
Papel de periódico enganchado en el cuadro
Los análisis científicos –que se han hecho junto con la National Gallery of Art de Washington, el Istituto di Fisica Applicata Nello Carrara de Florencia y la Universitat de Barcelona– han permitido descubrir una curiosidad que modifica la biografía conocida de Picasso. De la icónica pintura Jaume Sabartés con quevedos, que Picasso pintó en París a finales del 1901, se sabía que la había trasladado a principios del 1902. Ahora se ha concretado la fecha. ¿Cómo? Porque Picasso envolvió el cuadro sin esperar a que el aceite se secara lo suficiente y el papel de diario que hacía de envoltorio quedó grabado en la pintura. El diario se ha podido leer gracias a los infrarrojos: era Le Journal del 18 de enero de 1902. Es el mismo papel de periódico con que se envolvió Maternidad a orillas del mar y Retrato de Mateu Fernández de Soto, que viajaron juntos.
La pintura de Sabartés, que quedó arrugada y malograda por este traslado, todavía tiene otra sorpresa: debajo del cuadro había el rostro de una reclusa de la prisión parisiense de Saint-Lazare, como ya había escrito el secretario del artista en sus memorias y como se puede comprobar en la exposición, que cuenta con unas pantallas iluminadas que reproducen de manera muy divulgativa el proceso de descubrimiento científico.
Azoteas de Barcelona es la obra que muestra más contraste entre lo que hay debajo y encima. El cuadro original era vertical y contenía dos figuras desnudas que recuerdan lo que acabaría siendo la obra más importante del periodo, La vida (1903). Encima de ella, acabó pintando un paisaje barcelonés con tonos más apagados, arcillosos, que dejan traspasar el naranja del fondo y que ya reflejan la etapa en la que diluye el grueso pictórico y el trazo.
La exposición se complementa con una treintena de obras de la colección del museo que contextualizan cada una de las piezas y también la época azul. Hay varios autorretratos dibujados y obras como Sebastià Junyer i Vidal, la acuarela de La mujer del mechón de cabello, El loco y por primera vez se expone la última compra que se ha depositado en el museo: El ciego. El Ayuntamiento la adquirió en octubre por 85.000 euros, gracias al derecho de tanteo ejercido por la Generalitat, y está ligada a obras maestras de la época como La comida del ciego y El mendigo ciego. Se trata de un pequeño dibujo hecho en una tarjeta postal donde se ve a un hombre enclenque, reflejo de la marginalidad y la pobreza en las que se fijó en aquel año, el último, que Picasso estuvo viviendo en Barcelona.