Miquel Barceló: "Elegi la versión más jodida del cartel del Barça, porque pensé que iba a remover más"
El artista mallorquín publica su libro de memorias 'De mi vida'
BarcelonaEl artista Miquel Barceló dice de sí mismo que es un "buen lector" y un "mal escritor". "Una prueba de que no soy escritor es que escribo en francés", advierte Barceló con motivo de la presentación de su libro de memorias De mi vida (Galaxia Gutenberg), fruto de una selección de los cuadernos en los que escribe desde hace años, traducidos al catalán por Emili Manzano y al castellano por Nicole de Amonville Alegría. Sin embargo, estas memorias no tienen formato de dietario. "El único dietario que me gusta es lo que hizo Pere Gimferrer hace muchos años. Dibujo cada día y escribo muy a menudo. Casi todos los cuadernos son de dibujo, y algunos no tienen ninguna palabra; esto es un éxito", dice el artista.
Fuera del contenido del libro, la presentación en el hotel H10 Casa Mimosa de Barcelona ha servido para que Barceló hable de su presente más reciente, concretamente de la polvareda que ha levantado el cartel conmemorativo del 125 aniversario del Barça: "Tenía algunos más fáciles, porque hice tres o cuatro, pero elegí al más jodido porque pensé que iba a remover más. Funciona si quieres tener reacciones; lo peor habría sido la indiferencia", explica. Además, avanzó que tiene previsto realizar una versión digital con movimiento. El otro es el ofrecimiento a la junta constructora de la Sagrada Familia para trabajar en la decoración escultórica de la futura fachada de la Gloria. ¿Volver a dialogar con Gaudí cómo hizo en la capilla del Santísimo de la Seo de Mallorca? "Inchala!", ha exclamado Barceló.
El peso de la fama y la huida en África
En este repaso de su vida, Barceló parece un aventurero del siglo XIX que viaja por todo el mundo y comparte con el lector los hallazgos más insólitos. Evoca los años fundacionales de la infancia, en una Mallorca anterior a la masificación turística, y de la destrucción casi absoluta de la cultura tradicional, y cómo salía a pintar con su madre en el aire, la mala relación con el padre y el reencuentro tardío con él. Del padre recuerda que cuando era un niño le había enseñado "los nombres de los árboles, los peces y los pájaros". El deseo de viajar se remonta al deseo de Barceló de descubrir el mundo moderno y ver pintura en los museos de todo el mundo. "He trescado mucho, pero, francamente, creo que no habría pintado mucho peor si me hubiera quedado en mi casa", dice el artista. Y entre todos los lugares donde ha vivido, Mali representó la huida a la presión excesiva que sentía en 1986. "Fui famoso demasiado joven, estaba harto de marchantes de arte. Por eso quería ver el desierto, el vacío" , dice Barceló en el libro. "Lo que no absorbí a los 10 años, lo aprendí con ellos. Fue mi mili, mi refugio, mi bachillerato", subraya.
Otro aspecto destacado del libro es el compromiso de Barceló con su oficio y sus conocimientos de la historia de la pintura. Habla de Goya, pero aún es más jugoso cuando reivindica la figura de Luis Egidio Meléndez, llamado a ser "el Messi de la pintura", pero rechazado una y otra vez en su afán por ser pintor del rey. "La pintura es como Drácula, siempre se habla de su muerte, pero siempre resucita", asegura. Y pintar, lo define como una mezcla de "exaltación, angustia y frustración que engancha mucho", porque nunca está del todo satisfecho con lo que hace. "Esto no se aprende, y si se aprende, no aprendes nada que sirva para estar tranquilo, por eso leer es tan agradable", dice Barceló.
A lo largo del libro Barceló reconoce la admiración por Picasso, de quien visitó todos los lugares donde tuvo el taller a su llegada a París, así como las visitas a los de Pollock y Willem de Kooning. Aun así, no ha publicado las fotografías tomadas con Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat. "Siempre hay algo de psicomagia en los espacios de los artistas", explica el artista.