Artes escénicas

El artista Abel Azcona corta la Rambla para que la gente lo odie

El polémico 'performer' provocará nueve acciones en la calle para reflexionar sobre la ira en el Festival Clàssics

Abel Azcona durante la 'performance' este lunes a la Rambla
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BarcelonaDurante los diez primeros minutos, Abel Azcona (Madrid, 1988) ha aguantado estoicamente bajo la lluvia torrencial que este martes por la tarde inundaba Barcelona. Sentado en una silla de madera que le ha dejado el Museu de Cera –y donde hasta poco antes estaba la figura de Joan Manuel Serrat–, Azcona se ha mantenido inmóvil en medio de la calzada mientras coches, motos, patinetes y alguna camioneta le pasaban a ambos lados. Si no fuera por la lluvia, que ha dejado la Rambla sin ni una alma, el artista se habría podido confundir con una estatua humana fuera de lugar. Con esta performance, titulada La primera acción, Azcona buscaba la ira de los demás y no le ha costado mucho despertarla. Algunos conductores lo han esquivado con cautela, pero otros casi ni han frenado y le han pasado por el lado haciendo sonar la bocina.

La situación se ha vuelto más violenta cuando el conductor del autobús número 59 en dirección al Poblenou se ha encontrado con que no tenía suficiente espacio para avanzar sin atropellar al artista. Del vehículo han bajado dos agentes de la Guardia Urbana uniformados, que le han dicho "No puede estar aquí" y no se han esperado a la respuesta. Uno de los agentes ha estirado a Azcona por el brazo y lo ha conducido hasta la acera. Él no ha abierto la boca ni ha opuesto resistencia, a pesar de que sorprendentemente la ira de la policía ha apuntado más hacia la prensa que hacia el artista. "No hagáis nada, eh, grabar es lo más importante", ha espetado uno de los agentes a los cuatro periodistas que lo cubríamos. Con la vía libre y el tráfico retomado, los policías se han ido sin identificar al performer ni pedirle explicaciones.

Convertir el cuerpo en violencia

En todo caso, Azcona ha conseguido lo que buscaba: hacer enfadar a la gente y provocar violencia. Es la primera de nueve acciones que le ha encargado el Festival Clàssics de artes contemporáneas y pensamiento. Hasta el domingo, el artista trabajará con la ira individual y colectiva con performances en la Rambla, como La mercaderia (miércoles, 17 h), en donde unos cuantos voluntarios moverán su cuerpo anestesiado, y Les violències (sábado, 17 h), en donde será golpeado por un boxeador hasta que lo aturda. También cederá durante un año los beneficios de su obra a uno de los hombres que abusó sexualmente de él cuando era menor y el domingo ofrecerá un discurso de odio. "Será una semana en la que convertiré mi cuerpo en violencia explícita", explica Azcona, que trabaja "por la catarsis individual y colectiva".

La acción de este martes es la reproducción de la primera que hizo, cuando tenía 16 años. "Cuando me intenté suicidar con 60 pastillas, hice el trayecto de Pamplona hasta Barcelona y estuve un mes ingresado en el Hospital de Sant Joan de Déu. Después me ingresaron en Pamplona y cuando salí a la calle me senté en una silla en medio de la carretera, empecé a gritar y paré el tráfico", recuerda.

Desde entonces, su arte siempre ha estado vinculado a la transgresión y ha sido crítico con las religiones y la extrema derecha. Entre sus obras destaca Amén, una instalación artística en la que escribe la palabra Pederastia con hostias consagradas y que le comportó una denuncia por profanación. Tatxo Benet le compró la pieza para su colección de arte censurado. "He tenido siete querellas criminales, denuncias, persecuciones", dice Azcona, que se mueve cómodo en el terreno de la provocación: "El arte tiene que transformar, hacer que el espectador no esté cómodo y me odie. Durante los próximos días quiero que la calle se enfade, quiero crear un proceso de enojo colectivo".

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