El compromiso político es preocuparse por los demás

Qué es el compromiso, se interroga Robert Guédiguian ¿en su última película? ¿Cómo podemos comprometernos y conseguir que las personas de nuestro alrededor se comprometan? ¿Llega un momento en la vida en la que el compromiso se agota y se pierde? Que la fiesta siga quizás no acaba de responder a todas estas cuestiones, y quizá su tesis sea algo ingenua, pero realmente da gusto ver la energía con la que el director francés se hace estas preguntas y aún con una empatía irreprochable los conflictos individuales y sociales de la gente .

Que la fiesta siga nos sitúa de nuevo en la Marsella habitual de su cine y arranca con el derrumbe de un edificio y la trágica muerte de dos vecinos que estaban dentro. El accidente funcionará como evento donde se encuentran Rosa (Ariane Ascaride) y Henri (Jean Pierre Darroussin). Ella trabaja como enfermera y se ha pasado la vida volcada en el compromiso político y su numerosa familia; él es un librero que acaba de jubilarse y pretende instalarse en la ciudad para estar cerca de su única hija, pareja de uno de los hijos de Rosa. Encuentro tras encuentro, el cariño entre los dos crece y la vida va pasando. Hasta que, llegado un punto, la protagonista empieza a replantearse si tanto esfuerzo vale la pena.

Con una calidez narrativa casi impropia del cine contemporáneo, Guédiguian entrelaza las inquietudes de los protagonistas con las incertidumbres que sufren los vecinos de esta Marsella olvidada por las autoridades, y nos recuerda que la política es una cuestión que se trabaja día tras día, cuidando y preocupándose por los demás. Quizá a veces la actitud didáctica del filme es algo complaciente, pero no consigue eclipsar una naturalidad narrativa fluida y sobrecogedora que acoge una singular emotividad.