¿Qué valor tiene un sufrimiento cualquiera respecto al de las víctimas del Holocausto?
El segundo filme de Jesse Eisenberg, 'A real pain', es una tragicomedia inesperada sobre el vínculo de los estadounidenses judíos con el legado de la Xoà
- Dirección y guión: Jesse Eisenberg
- 90 minutos
- Estados Unidos y Polonia (2024)
- Con Kieran Culkin, Jesse Eisenberg y Olha Bosova
En una de las escenas iniciales deEn real pain, los primos David (Jesse Eisenberg) y Benji (Kieran Culkin) van en tren por Polonia en un tour organizado para visitar distintos espacios de la memoria del Holocausto, un viaje que ellos han emprendido en recuerdo de la abuela. Incómodo, Benji se pregunta si tiene sentido que viajen en primera clase con todo tipo de lujos para recordar la experiencia de unos antepasados que hace ochenta años siguieron el mismo itinerario en tren hasta su muerte en las peores condiciones posibles. La cuestión se extiende a interrogarse sobre hasta qué punto cualquier sufrimiento personal sería siempre relativo respecto a lo que sufrieron las víctimas del Holocausto. Sin embargo, En real pain no es un drama sobre la inconmensurabilidad del horror sino una comedia dramática indie que apama a la vez la relación de los judíos contemporáneos con la memoria del Holocausto (eso sí, sin que Israel aparezca en ningún momento en el escenario) y sus traumas particulares, sin pretender, para bien o para mal, conectar las dos experiencias.
Lejos del rigor con el que habitualmente se aborda el tema de la Xoà, Eisenberg opta por adentrarse en este territorio (excepto en la impecable secuencia en el campo de concentración) a partir de una dinámica de comedia de toda la vida, la que se establece entre dos arquetipos masculinos: el personaje más bien tímido, algo neurótico y sufridor y su compañero más irresponsable y gilipollas pero con un innegable encanto social. Los tira y aflojas entre los dos protagonistas permiten reflexionar sobre las diferentes maneras de relacionarse con el trauma, colectivo o individual, pasado o presente. Resulta meritorio como Eisenberg, actor y director, cede la posibilidad de lucirse a Kieran Culkin, que despliega su talento torrencial en el rol de un alma perdida que enmascara su dolor tras una carismática espontaneidad emocional.