¿Un Don Juan para la era del Me Too?
Serge Bozon reinventa el mito en el musical 'Don Juan' con Tahir Rahim y Virginie Efira
BarcelonaEs el día de la boda, pero la novia no aparece. La imagen del Laurent plantado en el altar frente a los invitados no es la que solemos asociar a la figura del seductor, pero así comienza Don Juan, la reinvención que el director francés Serge Bozon plantea del mito romántico. La película, que se estrena este viernes y está disponible en VOSC y VOSE, da la vuelta al arquetipo al convertirlo en un hombre obsesionado con una única mujer a la que ve en todas las demás. Y no se acerca a ellas con delicadeza y sensualidad, sino con una impertinencia casi violenta. Más que el deseo, es la desesperación lo que le mueve, una compulsión en la que es difícil no verle a él también como víctima. "El interés de la película radica precisamente en la ambigüedad, en la que sea difícil discernir si es culpable o no, si sus miradas intensas son las de un depredador o un estado mental como de ensueño o de pesadilla" , apunta Bozon.
¿Pero por qué Don Juan, sobre todo en esta época en la que la seducción masculina y los depredadores sexuales cotizan a la baja? ¿Es compatible Don Joan con la sensibilidad post Me Too? ¿O es esa aparente contradicción, precisamente, lo que intenta explorar la película? Bozon asegura que en la primera versión del guión el protagonista era un seductor clásico, pero que él y su coguionista habitual, Axelle Ropert, se dieron cuenta de que "ya estaba demasiado visto" y empezaron a darle la vuelta. "Pero no queríamos hacer una película anti Don Juan ni tratarlo como el paradigma de la masculinidad tóxica, solo explorar una idea enigmática que no hubiéramos visto antes", dice el director. "Pero es cierto que Axelle estaba muy implicada en el Me Too francés, así que quizás esto la influenció".
Musicales abstractos y tristes
En Bozon siempre hay una voluntad de violentar las reglas del juego narrativo que ya estaba en filmes anteriores como Mrs Hyde (otra transformación de un mito), Tip top o La France, aproximación en clave musical a la Primera Guerra Mundial. Don Juan vuelve a ser un musical, pero uno muy extraño. "En Hollywood las escenas musicales son una suerte de promesa colectiva de euforia, pero mis escenas musicales son más bien promesas de desesperación y soledad –dice Bozon–. Son mucho más espectrales, abstractas y tristes". En realidad, la chispa inicial de la película no fue Don Juan, sino hacer un musical. "Después de La la land y Ha nacido una estrella, mi productor me dijo que quizás no era un mal momento para volver al género, pero me pidió que tuviera un casting de estrellas y un título que todo el mundo reconociera. Podría haber elegido Drácula, pero me vino a la cabeza Don Juan por la relación que existe entre la seducción y cantar, entre la música y el amor".
Bozon también cumplió el acuerdo con el director en cuanto a las estrellas: Virginie Efira (Benedetta), una de las actrices francesas de moda –ganadora de los últimos premios César y Lumière–, y un Tahir Rahim muy lejos del registro del thriller que le dio a conocer, El profeta. Él aporta una especie de inocencia al personaje que contrasta con la violencia de su mirada, mientras ella despliega carisma y grandeur transformándose en todas las mujeres con las que el protagonista la confunde. Que ambos sean en el film actores que protagonizan un montaje del Don Juan de Molière añade aún más capas y matices a una historia que tiene mucho de celebración de los intérpretes.
Pero como dice el protagonista al inicio del filme, "la música es una buena manera de conocer a alguien", frase que se aplica perfectamente en un Bozon obsesionado por encontrar la música perfecta para cada película. "Los musicales que había hecho antes estaban influenciados por subgéneros de la historia del pop –explica–. En La France, por ejemplo, era el pop psicodélico, o el garage estadounidense de los años 60. Pero en Don Juan quería encontrar un género nuevo, un sentimiento lírico y oscuro como el del romanticismo alemán tardío de Bruckner, Mahler y otros compositores, una base instrumental potente pero en diálogo con melodías vocales frágiles". Tan frágiles como que Tahir Rahim tuvo que dar clases privadas de canto para asumir las escenas musicales: “Son grandes estrellas, pero a la hora de cantar son principiantes, porque no es su trabajo –dice Bozon–. Es como si estuvieran desnudos. Y cuando lo grabo, normalmente en un plano único, siempre me sube la adrenalina, para mí es como una escena de acción sin efectos especiales, y me parece que el público también lo siente así".