Jacques Audiard: "Las tragedias deben cantar y bailar"
El musical trans del director francés, 'Emilia Pérez', se perfila como favorita en los Oscar
BarcelonaHace unos años, Jacques Audiard (París, 1972) quedó totalmente fascinante con un personaje de la novela Ecoute, de Boris Razon, un capo del narcotráfico que quería hacer la transición a mujer. Audiard no podía dejar de pensar en ello. Tanto, que llamó a Razon y le dijo que le tomaba la idea. Estirando el hilo de ese personaje y explorando las consecuencias de la violencia endémica de la cultura mexicana ha acabado dando forma a Emilia Pérez, una de las películas que más ruido han hecho este año desde que se estrenó en el Festival de Cannes y ganó el premio del jurado y el de interpretación femenina.
Emilia Pérez, que se estrena este jueves en los cines, cuenta la historia del narco mexicano y la abogada que le ayuda a cambiar de género, de vida y de moral, y lo hace con el ímpetu del thriller criminal, la intensidad del melodrama y la vehemencia del musical. No es una forma de decir: la película mezcla todos estos géneros en una coctelera hasta perder el sentido, incluso con un punto de inconsciencia. “No puedes hacer una película como Emilia Pérez con miedo a lo que dirán –dice–. No debe tenerse miedo al ridículo ni al kitsch ni a la complejidad. La película debía desbordar los géneros, moverse entre el musical, la telenovela y el narcothriller, siempre en movimiento, sin estabilizarse nunca”
En un primer momento, el director de Dheepan quería rodar en México en escenarios naturales para conseguir el máximo realismo, pero después de varias visitas al país dio un giro de 180 grados. “Decidí que lo rodaría en un estudio para obtener la máxima estilización posible –dice el director– . Al fin y al cabo, cuando introduces las canciones y el baile, la película deja de ser realista. y las tragedias deben cantarse y bailarse. Los únicos musicales que me gustan, de hecho, son los políticos, como Cabaret. Si quieres hablar del auge del nazismo, haces Cabaret. Si quieres hablar de la Guerra de Argelia, Los paraguas de Cherbourg”.
Una ópera en el ADN
Audiard siempre había querido contar esta historia con canciones. Emilia Pérez debía ser una ópera, y el director mantiene la esperanza de representarla algún día en ese formato. La naturaleza operística del relato es también el argumento en el que se apoya Audiard ante las críticas por el escaso protagonismo de mexicanos en el equipo artístico. ¿Puede representar cuidadosamente la identidad mexicana un filme rodado en Francia por un director francés y tres actrices de Estados Unidos (Selena Gomez y Zoe Saldaña, de origen dominicano) y España (Karla Sofía Gascón)? “¿En una ópera de Mozart nos preocupa si los intérpretes son alemanes o italianos? –se defiende Audiard–. Lo de la mexicanidad es un problema falso. De hecho, si algún día puedo hacer Emilia Pérez como ópera, con una pequeña orquesta, me gustaría que en cada país la representara una compañía lírica del mismo país”.
La decisión del jurado de Cannes de conceder el premio de interpretación femenina al conjunto de actrices de la película ha puesto el foco en el trabajo de sus protagonistas, especialmente de Karla Sofía Gascón, que interpreta al personaje del título, pero también de Zoe Saldaña –muy alejada de sus papeles en Marvel y en la saga Avatar– y una Selena Gomez que nunca parece cómoda con un español que no habla desde los 7 años. El casting de la cantante, sin embargo, fue el más “rápido y fácil”, asegura Audiard, mientras que el de las otras dos actrices fue más complicado por culpa de un “error en el guión” que el director asume. “Inicialmente, Rita, la abogada, tenía 25 años y el narco Manitas unos 30 o 35 –explica–. Pero Zoe y Carla me hicieron ver que yo estaba equivocado, que Rita y Manitas debían tener más de 40 años. Y tiene sentido, porque son mujeres con un pasado y una ambición frustrada, y eso no habría funcionado con gente de 25 años”.
Pero el gran giro del casting fue dar a Gascón la oportunidad de interpretar al Manitas antes y después de su transición, un trabajo que inicialmente Audiard quería que hicieran dos intérpretes distintos. “Sí, tenía dudas –reconoce el director–, pero es por algo que sucedió rodando Los hermanos Sister. Había visto una foto de 1850 de una mujer con bigote que tenía un burdel y quise incorporarlo a la película, así que fichamos a una actriz trans estupenda y le pusimos un bigote. Y esa misma noche la tuvieron que ingresar por un edema facial. Tras muchas pruebas concluyeron que no era ninguna alergia sino una reacción psicosomática. Y eso me hizo dudar, claro”.