Cine

Sorpresa en Locarno: la sensibilidad del nuevo cine japonés, reconocida con el Leopardo de Oro

'Two seasons, two strangers' de Sho Miyake adapta dos historias del mangaka de culto Yoshiharu Tsuge

Fotograma de 'Two seasons, two strangers'
16/08/2025
4 min

LocarnoNo se encontraba entre las favoritas de una programación con nombres de prestigio en el panorama cinéfilo como Radu Jude, Abdellatif Kechiche o Naomi Kawase. Pero el jurado de la 78 edición del Festival de Locarno, presidido por el camboyano Rithy Panh, se ha decantado por ignorar a los directores más conocidos y premiar con el Leopardo de oro Tabi to hibi (Two seasons, two strangers) de Sho Miyake. Un director japonés que en ningún caso es un debutante (uno de sus anteriores filmes, El combate de Keiko, se estrenó en Filmin), pero que aún no se había consolidado como uno de los cineastas a tener en cuenta del panorama contemporáneo. En Two seasons, two strangers, Miyake adapta dos historias independientes de Yoshiharu Tsuge, pionero del manga alternativo y autor de culto que dejó de dibujar hace décadas. Los relatos comparten unos personajes masculinos solitarios que terminan conectando con una mujer en un momento concreto. Y en ambos casos, la descripción detallada y preciosista de los respectivos entornos naturales y atmosféricos contribuye a transmitir unos estados de profunda pero contenida tristeza. Two seasons, two strangers representa este nuevo cine japonés con especial sensibilidad y sutileza a la hora de retratar personajes al margen o que esconden un dolor profundo.

Un estado de ánimo que también presentan los protagonistas de la otra triunfadora del palmarés, White snail, primer largometraje de ficción de Elsa Kremser y Levin Peter, un tándem que se dieron a conocer en Locarno con la espléndida Space dogs (2019). En este nuevo filme, ofrecen otra incursión desencantada en un escenario postsoviético, el de la Bielorrusia contemporánea, a través de dos personajes atraídos por la oscuridad, una joven modelo con tendencias suicidas y el veterano trabajador de un depósito de cadáveres, pintor de cuadros tétricos en su tiempo libre, que espera. Los austríacos se distancian de los escenarios más morbosos o desesperados que propiciaba su punto de partida para profundizar en la dimensión humana, tierna y vulnerable del vínculo entre sus protagonistas. White snail se ha llevado el premio especial del jurado y uno de los Leopardos a la mejor interpretación para los dos protagonistas, Marya Imbro y Mijaíl Senkov, que encarnan a personajes inspirados en sus experiencias respectivas a partir en buena parte de la improvisación de los diálogos.

Marya Imbro y Mijaíl Senkov en 'White snail'.

El otro Leopardo a la mejor interpretación lo han compartido de forma merecida la chilena Manuela Martelli y la croata Ana Marija Veselcic por God will not help, de Hana Jusić, un drama que se sitúa en el contexto de las oleadas de emigración croata a Chile a finales del siglo XIX al XX para centrarse en los esfuerzos de una viuda chilena de uno de estos emigrantes, que realiza el viaje de vuelta para integrarse en la tierra adusta y la familia patriarcal.

Sin Gaza en el palmarés

La ausencia más destacable del palmarés posiblemente es la de With Hasan en Gaza, en que Kamal Aljafari recupera material inédito que grabó en el 2001 mientras buscaba por Gaza a un antiguo compañero de cárcel, unas imágenes que se convierten en un testimonio desde dentro de la cotidianidad de un pueblo sometido a un proceso de aislamiento y destrucción. Pero no era el único título a concurso sobre las políticas terroristas del estado de Israel. El Leopardo a la mejor dirección ha recaído en Abbas Fahdel, director iraquí establecido en Líbano que en Tales of the wounded land actualiza el concepto de cine de ruinas para mostrar los efectos de los últimos bombardeos israelíes en su país de acogida, en una propuesta que reivindica la capacidad de resiliencia de un país, Líbano, que parece vivir en un colapso constante. La mirada de Fahdel es más poética que política, más humanista que revolucionaria, más esperanzadora (su hija pequeña se cuela a menudo frente a la cámara) que victimista. Pero su película no deja de recoger en la conclusión cómo los funerales por las víctimas de estos ataques se tiñen cada vez más de lo verde y amarillo de las banderas de Hezbollah.

El Palmarés le remata una mención especial para Dry leaf, la nueva película de Alexandre Koberidze, el responsable de la maravillosa ¿Qué vemos cuando miramos hacia el cielo? (2021). Lejos de proponer un título que lo afianzara como un director ya con cierto tirón en los circuitos alternativos, el georgiano regresa a sus orígenes con su largo más radical, una especie de película familiar teñida de ficción en la que emprende un viaje por Georgia visitando los campos de fútbol rurales. Una excusa para reivindicar, en un sentido similar al del Drácula de Radu Jude, un cine en las antípodas de la alta definición y la IA generativa, y aquí mucho más cercano a la indefinición impresionista ya la abstracción. Y dentro de la competición de los cortos, los Leopardos del mañana, la productora Júlia Marcó ha recogido el Premio a la mejor dirección para Segunda enseñanza, de las cubanas Aria Sánchez y Marina Meira, que cuenta con coproducción catalana.

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