Cristina García Rodero: la fotógrafa que reivindicó la España que el franquismo quería esconder

Se exponen en la Nau Gaudí de Mataró 72 fotografías de la serie 'España oculta'

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MataróHay una España de la que, para bien o para mal, apenas quedan rastros. Las costumbres cambian, se ha vaciado parte de la Península y la gente vive en las grandes ciudades, y cada vez hay menos figuras ancestrales como el Jarramplas, el Picao, el Empalao y el Cascaborras. La fotógrafa Cristina García Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 1949) fue una testigo privilegiada de todo este mundo entre tétrico y mágico entre los años 1975 y 1988 y lo congeló en una serie excepcional, España oculta, de la que se pueden ver 72 fotografías en una exposición en la Nau Gaudí de Mataró. Las obras expuestas provienen de la Colección de Arte Contemporáneo de La Caixa, que es la que tiene más, 75 de las 128 que hay en el libro homónimo, que fue un éxito inesperado y que tuvo un gran impacto en la historia de la fotografía española.

“Estas fotografías recogen una visión muy personal y muy humana del folclore y de los ritos religiosos de nuestro país. Pero más que esto, España oculta es la documentación visual más importante de muchas tradiciones españolas”, explica la directora de la colección, Nimfa Bisbe. “Muchas de estas tradiciones han desaparecido o se han adaptado a los tiempos actuales, por eso España oculta es un archivo singular de la memoria colectiva donde han quedado registrados instantes irrepetibles”, explica. El público conecta inmediatamente con las fotografías de García Rodero porque su mirada está cargada de “emoción”, dice Bisbe. "Es capaz de comunicar su sorpresa cuando captó la imagen y que los espectadores también se sorprendan", subraya. Actualment el libro está descatalogado y se puede encontrar a la venta por centenares de euros en el mercado de segunda mano.

La fotógrafa Cristina García Rodero

Niños que desfilan dentro de ataúdes

España oculta fue uno de los primeros grandes proyectos de Cristina García Rodero, que fue la primera fotógrafa española en entrar en la agencia Magnum. Se formó como artista y pudo arrancar España oculta gracias a una beca de la Fundación Juan March. “Si he hecho esta obra es porque no he tenido sentido ni del tiempo ni del dinero”, dice la artista. El recorrido está organizado siguiendo el calendario festivo, empezando con la carga pagana del solsticio de invierno y del rebrote de la vida en la primavera, después de los meses más fríos. En este ámbito es donde está el Jarramplas, de Piornal, un municipio de la provincia de Cáceres, un personaje al que le tiran bolas de nieve o, si no hay, nabos. También son importantes las procesiones de Semana Santa y las que llaman a la lluvia. También los toros. Y todavía una tradición gallega que cierra el tramo final de la exposición: los niños que habían estado a punto de morir salían de la procesión dentro de un ataúd para dar gracias por haber esquivado la muerte.

“Yo quería hablar de España, de todo, pero cuando conocí las fiestas, me dije que no era posible que no se conocieran. Había una enorme ignorancia porque solo se conocían las que el gobierno quería para atraer a turistas, como la Feria de Sevilla, el Rocío y los Carnavales, que estaban prohibidos pero se llamaban fiestas de primavera, y los Sanfermines. Pero nadie se interesaba por otras joyas que teníamos muy antiguas y muy desconocidas y que enlazaban con la historia y con otros muchos países”, explica García Rodero, que tuvo que luchar para que la sed de modernización de la España postfranquista no las sepultara en el olvido. “Para mí no eran malos recuerdos sino nuestra historia, nuestra cultura y nuestra personalidad”, explica. Pero esto cambió y en el España post-Transición las reivindicaron.

'El Jarramplás. Piornal' (1980), de Cristina García Rodero

Durante los años en los que García Rodero se dedicó a España oculta las pasó de todos los colores. “Tardé ocho años en poderme comprar un 600 de tercera mano y después uno más grande donde dormía, ponía un colchón. Porque en la España de aquella época no había hoteles ni casetas con encanto”, explica. "A nadie le interesaba aquella España", lamenta. En muchas ocasiones alquilaba habitaciones en los pueblos, donde siempre encontraba las puertas abiertas, y después volvía para mostrarles las fotografías que les había hecho.

Todas las imágenes están llenas de la característica agudeza, ternura y sentido del humor de García Rodero. “Necesitaba estar muy cerca de la gente, sentir su corazón, ver cómo se emocionan y cómo respiran. Es una necesidad física y como persona. Los fotógrafos que vendrán lo tendrán más difícil para hacer trabajos como este porque ahora todo está homologado”, concluye García Rodero. La exposición es la segunda del convenio entre el Consorci Museu d'Art Contemporani de Mataró, formado por el Ayuntamiento de Mataró y la Fundació Privada Carmen & Lluís Bassat, y la Fundació La Caixa, y estará abierta hasta el 16 de enero.

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