Un cautivador ritual místico y un irregular juego dramatúrgico

Marzo es tiempo de danza. La Decimoquinta Metropolitana de la Danza es un festival impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona en el que colaboran hasta doce municipios del área metropolitana para difundir la danza por todas partes. La octava edición ha llegado con una propuesta de más de 100 actuaciones en teatros, plazas y calles, además de otras actividades paralelas programadas del 14 al 30 de marzo. El Teatro Nacional (TNC) colabora con dos interesantes y muy diversas propuestas.

En la Sala Gran la compañía británica Humanhood, comandada por Rudi Cole y la sitgetana Júlia Robert, presenta este ∞ {Infinito} que pasó por el Mercat de les Flors en el 2022 y que da carta de naturaleza a la llamada danza mística. Y ciertamente que la propuesta es un penetrante ritual que bebe de los aires de Oriente, pero también de África (al menos así lo parece). Es un viaje sensitivo en medio de una fabulosa penumbra que arranca con una sesión de danza/yoga. Movimientos elegantes, redondeados, armoniosos, que muestran con detalle todo el arco del movimiento con una banda sonora electrónica no demasiado lejana de los sonidos de Tangerine Dream. Sin abandonar el mundo de las nieblas y las sombras cuya exquisita iluminación nos regala unos espléndidos cuadros en movimiento, la propuesta mantiene la coherencia a lo largo de cinco cuadros evocadores del encuentro entre la tierra y el cielo, entre la luz y la oscuridad. Magníficos, bailarines y bailarinas, entregados a la peculiar forma de entender la danza de la compañía. Y después de un sobrio saludo mantienen el ritual con un círculo y el mudra de manos juntas. Cae el telón y el público sigue aplaudiendo. Bravo!

El ingenio de Jordi Oriol

En un territorio muy diferente, y en la Sala Tallers, Jordi Oriol pone su indudable ingenio al servicio de una compañía de danza, Hotel Col·lectiu Escènic, queriendo trasladar los juegos sintácticos y polisémicos a una silente dramaturgia y, en cierta mera, al movimiento. Suite 4. Do not disturb es un ejercicio en el que sobresalen los cinco intérpretes: Laia Duran, Rober Gómez, Anna Hierro, Èlia López y Lorena Nogal, Premio Nacional de danza 2024 y bailarina de La Veronal. Sin embargo, no sobresale la dramaturgia de Jordi Oriol a pesar de un buen inicio con un clásico juego del mal funcionamiento de la técnica bien llevado por los intérpretes. La metáfora de los esforzados bailarines como peones de obras públicas a la espera de la llamada que les cambiará la vida funciona un rato, pero pronto se vuelve monótona, algo repetitiva. Suerte de los apuntes cómicos, de algunas imponentes frases coreográficas de grupo y del solo de Lorena Nogal para enriquecer una propuesta reflejada en Peeping Tom de la que esperábamos algo más.