Danza

Quim Bigas: "Sabemos que Montserrat es hermosa y no nos preguntamos por qué"

Coreógrafo, estreno 'D'ençà'

El coreógrafo Quim Bigas fotografiado en el Mercat de les Flors
4 min

BarcelonaEl coreógrafo Quim Bigas (Pese a Mar, 1984) entiende la danza como el espacio de encuentro ideal entre bailarines y espectadores para construir y compartir colectivamente. Esta máxima ha guiado a buena parte de sus piezas, entre las que destacan Molar (2015), La lista (2017) y Hippos, que en 2018 ganó el premio a mejor estreno de artes de calle en FiraTàrrega. Bigas estreno Desde este jueves en el Mercat de les Flors en un momento de transición del equipamiento, que ha convocado un concurso para la nueva dirección después de nueve años encabezada por Àngels Margarit.

La pieza se llama Desde pero el nombre remite a bailar. ¿Cómo llegaste?

— Hemos pasado por muchos títulos diferentes hasta que llegamos a Desde. Tiene ese doble significado que remite a la idea de diferentes tiempos que pasan en el acto de bailar, de hacer danza. Y, además, me gusta mucho verlo escrito, con la ce rota y el acento en la A.

¿Qué papel toma el público esta vez?

— Al público se le preguntan porque es importante que se sienta parte del espectáculo. No ponen el cuerpo en la escena, pero existe la idea de encuentro a través de un pensamiento. La pieza se centra en el concepto de unísono, entendido como una serie de movimientos que hacemos y aceptamos hacer juntos. Esta acción nos puede abrir la posibilidad de pensar la forma en que nos encontramos, cómo nos enfrentamos a la idea de estar de acuerdo en algo.

Cómo se relaciona Desde ¿con las otras obras que has hecho?

— Tiene una parte muy intuitiva y una parte en la que me he dejado influir por lo que ya he hecho. Mi obra siempre ha estado muy enfocada a la idea de encontrarnos, sentirnos parte de algo. Desde es la continuación de este interés. Además, en algunos momentos he utilizado metodologías de proyectos anteriores que han sido útiles. Al final, la carga de un artista tiene mucho que ver con la reformulación y con ponerte en sintonía con lo que has hecho.

¿Por qué cuesta tanto atraer al público a la danza?

— Estamos acostumbrados a consumir historias y narrativas muy concretas, basadas en la idea del inicio, el nudo y el desenlace y también en la idea del drama y el conflicto. Esto es lo que mueve la curiosidad de las personas. La danza no es necesariamente un lugar desde el que se plantea un conflicto. El tipo de cultura que consumimos tiene una idea muy directa de lo que es y del propósito que tiene hacia el público, mientras que en la danza no existe esa relación tan directa y unidireccional.

¿Con el público infantil es más fácil?

— Cuando estábamos haciendo Hippos en la calle, una niña y su abuela se acercaron a mirarla. La abuela le dijo: "Vamos, que aquí no está pasando nada". Y la niña le respondió: "¿Pero qué más quieres? Son hipopótamos bailando". También existe esa necesidad de querer entenderlo todo. Para mí es más importante que el arte nos abra preguntas, nos genere una conversación entre nosotros. Las diferentes experiencias entre nosotros son lo que dan valor a una prenda. Cuando miramos a Montserrat sabemos que es bonita y no nos preguntamos por qué. ¿Cuál es el propósito de una montaña o un paisaje? Simplemente están ahí y nos emocionan. La danza también apunta hacia ahí.

Has estrenado espectáculos en plazas y azoteas. ¿Sacar la danza de los espacios institucionalizados es una manera de provocar a los espectadores?

— A veces siento que el teatro está sacralizado, que le cuesta ir más allá de generar un espacio de confort. Simplemente, un día hice una pieza en una azotea y fue bonito, así que decidí hacer más azoteas. Mucha de mi experiencia viene del arte callejero, de querer buscar otros lugares para la obra. La danza no sólo pertenece a un teatro oa un estudio, romper con estas ideas me hace bien y cambia las texturas de mi forma de crear.

¿Por qué has hecho de tu danza tu profesión?

— Siempre he tenido una atracción muy concreta con la danza. Vengo de un contexto de teatro amateur, que fue para mí un espacio de exploración y de experimentación. Allí empecé a tener una curiosidad muy genuina con la idea de crear. Pero cuando empecé la formación profesional, me di cuenta de que la imagen de bailarín está muy ligada a un régimen estético y de aptitudes del cuerpo que yo no tengo. Me tuve que enfrentar al rechazo, un rechazo que todo el mundo siente y que deberíamos revisar, sobre todo la forma en que se dice que no a los alumnos. Me fui a la Salzburgo Experimental Academy of Dance y allí se me abrió un abanico de posibilidades.

¿Ha habido algún momento que te hayas planteado echar la toalla?

— A menudo. Encontrarme con todas estas instituciones que rechazan más que aceptan, porque reciben mucho más de lo que piden, se hace muy complejo. Antes de irme de Barcelona me planteé dejarlo por una cuestión de salud mental. Después me pasó que estaba constantemente entrenándome y formándome esperando que hubiera una profesionalización, pero en muchos casos no llega nunca, o llega tarde, o llega pronto y acaba pronto. En un momento lo estaba apostando todo en la danza y necesité soltarla.

Pero regresaste.

— Tenía que darme un tiempo y que me fuera más igual la aceptación. Lo difícil de esta carrera es que constantemente estamos luchando para que alguien nos acepte. Siempre, en algún sitio, alguien debe decirnos que sí para poder seguir. Esto lo hace muy complejo, también emocionalmente. Mi suerte es que cuando estaba cogiendo distancia, las cosas cambiaron. Ahora lo aprecio todo desde otro sitio y vivo con la tranquilidad de que para hacer danza no necesito a nadie que me diga que sí, porque la danza va conmigo.

stats