Danza

Sasha Waltz acerca la modernidad a la naturaleza ancestral

La coreógrafa alemana presenta una 'Consagración' de Stravinsky brutal en el Liceu

Una escena del espectáculo 'Sacro' de Sasha Waltz en el Liceu
07/07/2024
2 min

BarcelonaLa coreógrafa Sasha Waltz presentó este sábado en el Liceu un programa estrenado en La Monnaie de Bruselas en el 2013 con motivo del centenario de los Ballets Rusos de Diaghilev que reinterpreta dos de las piezas más rompedoras del malogrado Vátslav Nijinski: La consagración de la primavera, con música de Stravinsky, y El après-midi de un fauno de Debussy, dos auténticos escándalos en la época que ahora forman parte de la iconografía de la danza occidental.

En Preludio à el après-midi de un fauno, Waltz ofrece una segunda versión de su propio original, estrenada en Berlín el mes pasado, donde desnuda a los siete bailarines del coloreado vestuario y los muestra desnudos en un fondo negro haciéndolos evolucionar en grupos, parejas y tríos, creando imágenes seductoras y sensuales de gran exquisitez. La grandeza de Waltz es que consigue hacernos ver a seres indefinidos, ninfas y faunas jugando en una obra muy medida. Nada escandaloso en esta desnudez, al contrario, todo es armonioso y en concordancia con el vídeo de árboles y flores otoñales que acompaña a un solo de flauta, también de Debussy, magníficamente interpretado por Albert Mora. La escena da paso a Scéne de amour: Romeo y Julieta, un dúo intimista con música de Berlioz del más puro estilo neoclásico. Muy suave, elegante y exquisitamente bello, donde Lorena Justribó Manion flota ingrávida y se abraza con ternura a su compañero, Joel Suárez Gómez, en escenas de enamoramiento juvenil muy bien enlazadas.

Una escena del espectáculo 'Sacro' de Sasha Waltz en el Liceu

'Sacro', regreso a la naturaleza

Por último, la estrella de la noche, Sacro, bebe de elementos que le son propios a Sasha Waltz, el estudio antropológico y los rituales de las danzas antiguas en conexión con la naturaleza, pero también se inspira en las imágenes que se conservan de la coreografía original de Nijinski, en las danzas grupales y en el trabajo de brazos y piernas en ángulos rectos. Veintiséis bailarines invaden el escenario y se concentran en grupos irregulares que se rompen en subescenas o se unen con la fuerza de las masas en danzas ancestrales. Aunque en ciertos momentos la pieza se hace algo repetitiva, el solo final de la chica escogida para el sacrificio es implacable. La danza de Hwanhee Hwang en su desesperación es brutal, energética, salvaje, despiadada, violenta y feroz bajo una especie de espada de Damocles de fuego que se le cae encima.

Waltz, que se ha situado a menudo en la frontera entre la danza y la ópera, muestra una vez más su sensibilidad musical con la participación decisiva de la Orquesta del Liceu dirigida por Josep Pons en estado de gracia, al tiempo que hace un regreso a las formas clásicas ya la relación del hombre con la naturaleza, dejando una pregunta en el aire: ¿qué es la modernidad?

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