"Nuestro hijo, cuando estamos dos días seguidos en un mismo sitio, ya lo llama 'casa'"
Pau Palaus es ahora mismo uno de nuestros payasos más internacionales
Cuando tenía 17 años, Pau Palaus vio por primera vez una obra del payaso Leandre Ribera, y le cambió la vida. "Le fui a ver tres días seguidos. Mis amigos me preguntaban: «¿Pero qué hace?». Y yo no sabía qué contestar: no hacía nada y lo hacía todo", explica Palaus. Aunque estudió gestión forestal, Pau dejó un trabajo fijo de podador de altura para embarcarse en las artes escénicas: "Empecé un curso de payasos en la escuela Rogelio Rivel, pero sólo duré dos semanas porque no entendía nada de lo que me explicaban, no me enseñaban a hacer lo que hacía aquel payaso".
Pau Palaus forma parte de ese movimiento de payasos contemporáneos que buscan la provocación a través de la máxima sencillez. "Año tras año, lo intento hacer cada vez más simple, nosotros lo llamamos complejamente simple. Cuando hay un mensaje explícito, mucho contexto, una gran escenografía... tengo la sensación de que el payaso queda escondido. Prefiero dejar aire para que cada uno pueda hacer su propia lectura de los espectáculos", explica. Una ambigüedad que también empuja a través del silencio. "La palabra te encasilla; en cambio, un gesto puede interpretarse de muchas maneras", dice. En sus espectáculos también tiene mucha importancia la participación del público: "Lo que me diferencia de otra gente que improvisa con el público es que a mí me gusta cuidar a las personas, no exponerles demasiado ni reírme de ellas, sino que se sientan protegidas en el escenario. La gente tiene muchas más ganas de jugar de las que pensamos, pero deben sentirse cuidadas".
Con su propia compañía, Pau viaja por todo el mundo. En el último mes, por ejemplo, ha actuado en Barcelona, en las Nits d'estiu del CaixaForum, al día siguiente se fue Corea del Sur, después a Dinamarca, Francia y Portugal, y esta semana actuará en Italia. Se siente muy identificado con algunos aspectos del circo tradicional; uno de ellos es el espíritu itinerante, ya que viaja siempre con su pareja, productora de la compañía, y con su hijo, que tiene ahora cinco años. "Nuestro hijo también aparece en las fichas técnicas porque reivindicamos que las familias itinerantes no podemos dejar al niño solo en casa y marcharnos. Se puede decir que ha nacido dentro de una carpa y, de hecho, cuando estamos dos días en un mismo sitio, él ya lo llama casa", explica Palaus.
Esta vida seminómada la han de hacer encajar con el itinerario educativo. "Cuando estamos de viaje, en la furgoneta, él mismo pide hacer matemáticas, escribir... y cuando vuelve a la escuela del pueblo todo es fácil: nos dicen que siempre tiene muchas historias que contar y que eso también es aprendizaje. Ahora que empieza primaria en la escuela pública, ya veremos cómo va", confiesa. Cuando no están de viaje, viven en una masía en Arbúcies, curiosamente una zona donde tienen la base de operaciones otras compañías de circo. "Cuando vamos por el mundo, todo el rato estamos conociendo a gente que nos dice «Qué bien lo hacéis». Pero cuando vuelves a casa y tienes que pasar la desbrozadora, te sirve para tener los pies en el suelo".
Una de las cuestiones que más le apelan, como artista y como padre, es el de las nuevas tecnologías, muy presentes también entre el público. "Cuando hago espectáculos de calle, sobre todo, muchas veces quiero mirar a los ojos de la gente y solo veo móviles, porque me están grabando todo el rato. No puedo decirles nada, porque no hablo, pero les diría que vídeos de los espectáculos ya tienen muchos en internet", explica. En los espectáculos que él ofrece, de hecho, hay una ausencia consciente de tecnología. "Mi misión es que en los espectáculos se pare el tiempo. Pronto seremos superinnovadores haciendo esto tan simple y cero tecnológico", dice.
Otra de las prioridades que tiene claras Pau cuando piensa en su profesión es el compromiso social. "Cuando estás hablando desde el amor, y quien te escucha tiene el corazón blando, se pueden decir cosas muy bestias y serán más aceptadas que si las dijeras gritando", explica. En los pocos espacios de tiempo que le dejan sus espectáculos, también participa en el proyecto de Contaminando Sonrisas, que lleva al circo a zonas afectadas por conflictos bélicos o catástrofes naturales. "Cuando empecé me hacía llamar clown, quizás porque me parecía que daba más caché. Con el tiempo me he dado cuenta de que la figura del payaso tiene más que ver con el contacto con las personas, con el pueblo. Y los payasos siempre han estado involucrados en causas sociales, como Payasos Sin Fronteras, los Pallapupes, los Saniclowns...", dice Pau. Con Contaminando Sonrisas ha estado en lugares como Nepal, Marruecos –después del terremoto del 2023– o Valencia, después de la DANA, "Tienes que crearte una coraza porque tu vas a allí a hacer reír, a intentar mejorar el estado de ánimo de aquellas personas, pero te impacta mucho, sobre todo cuando vuelves a casa y piensas en todo lo que has visto”.