"Los aborígenes del Nuevo Mundo creían que los salvajes eran los españoles"
Antonio Espino relata las miserias y fracasos de los expedicionarios en América
BarcelonaEl 17 de junio de 1527 zarparon cinco naves con 600 hombres de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) rumbo al Nuevo Mundo. Diez años después del inicio de aquella expedición, volvieron tan sólo cuatro supervivientes. Uno de ellos era Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-1559), que pudo escribir el relato de ese viaje de más de una década: Naufragios. Recorrió más de tres mil kilómetros a pie o por la costa de los actuales estados de Florida, Alabama, Misisipi, Luisiana, Texas y los estados mexicanos de Sinaloa, Chihuahua y Culiacán. Fue una exploración tan deplorable y demencial que incluso hubo un episodio de canibalismo en la isla que actualmente se conoce como Galveston (Texas).
"Los aborígenes de la zona quedaron impactados por el salvajismo de aquellos hombres. Para ellos, los salvajes eran los españoles", explica el historiador Antonio Espino López (Córdoba, 1966). Especialista en la historia de la guerra en la Edad Moderna y en la invasión de América, Espino acaba de publicar Exploradoras del Nuevo Mundo (Arpa). "Vamos a hablar de conquistadores, invasores, operaciones militares... Y no hablamos tanto de la primera aproximación al territorio, de los que fueron y fracasaron", explica Espino.
Los peligros no venían tanto por los aborígenes como por el propio territorio. Cuando las expediciones que venían de la península Ibérica desembarcaban en el Nuevo Mundo, no tenían una noción de la extensión del territorio y la planificación era muy compleja: muchas veces se quedaban sin comida y sin agua. Sufrían ataques de todo tipo de animales, no solo feroces y grandes, como los caimanes, sino sobre todo mosquitos. "Había agotamiento, locura... Muchos decidían dejarse caer junto al camino y allí se quedaban o se adentraban en la selva de forma voluntaria y se perdían", señala Espino.
Hay crónicas terribles, y el autor recoge algunos fragmentos en su libro. Pedro Serrano sobrevivió solo en una pequeña isla del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Colombia) durante siete años eternos. Básicamente se alimentó de tortugas. Pedro de Mendoza comandó una expedición de más de 2.000 personas que llegó a Río de la Plata el 6 de enero de 1536. El 2 de febrero fundó Buenos Aires, que fracasó como colonia. Levantaron un muro de más de 200 metros que debían reconstruir casi todos los días y no tenían prácticamente nada. Se comieron ratas, ratones, víboras... e incluso zapatos. Colgaron tres hombres que habían robado un caballo para comérselo. Lo terrible es que al día siguiente aquellos hombres aparecieron desmembrados porque los expedicionarios pasaban tanta hambre que de noche alguien se los había comido.
Empujados por la codicia
¿Por qué aventurarse a atravesar el Atlántico y adentrarse en un territorio absolutamente desconocido? "A la mayoría les movía la codicia. Había sobre todo jóvenes, y muchos eran pequeños nobles que no tenían herencia y tenían que buscarse la vida. A veces eran hombres que habían combatido en la guerra de Flandes o en las guerras italianas. Para apuntarse a una expedición, sin embargo, debían tener algo de capital para pagarse las dietas y las armas. A veces, un capitán podía prestar dinero para conseguir más gente", explica Espino. Algunos cronistas relatan que de vez en cuando había cierto engaño y que se prometían grandes botines y que todo sería fácil. "También había expedicionarios que se quedaban en el Nuevo Mundo e intentaban varias veces encontrar grandes tesoros en distintas expediciones". En otros casos, la codicia carecía de límites. Hernán Cortés no tuvo suficiente con la conquista del imperio mexicano. "Su fracaso más sonado fue la expedición a la actual Honduras entre 1524 y 1526. Le aconsejaron ir por la ruta del Pacífico, pero él no hizo caso y cogió la ruta terrestre. Las dificultades fueron enormes, grandes ríos, la selva... Y no encontró ninguna gran ciudad ni tesoros".
La obtención de riqueza fue el motor que impulsó muchas de las expediciones. El afán de poseer, acumular y rapiñar. Ahora bien, el camino para conseguirlo fue muy tortuoso. Hubo mucho desmadre, ofuscación y locura. Hubo también mucha violencia entre los propios expedicionarios. Todas estas dificultades, según Espino, marcaron la actitud de muchos de estos exploradores. "Se transformaron en seres crueles y despiadados. No podemos generalizar, pero pasar hambre, sed y enfermedades, y ver la muerte de tantos compañeros, durante meses o años, hizo que después no les frenara prácticamente nada y menos la moral. Los supervivientes muchas veces no tenían ningún escrúpulo y no dudaron en ser crueles contra los aborígenes. No pensaban retirarse del territorio y lo dejaron bien claro", afirma Espino.