Johnny Depp: "Gracias por no tragaros una imagen falsa de mí"

El actor es ovacionado en el Festival de San Sebastián antes de recibir el premio Donostia

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Johnny Depp en San Sebastián

San SebastiánA los 58 años, Johnny Depp tiene claro el consejo que le daría al Johnny Depp más joven que empezaba su carrera en Hollywood a mediados de los 80: “Da media vuelta”. El actor, que este miércoles ha visitado el Festival de San Sebastián para recibir el premio Donostia, no ha concedido entrevistas y ha cancelado la sesión de fotos prevista, pero ha sido recibido por la prensa acreditada como un héroe y despedido con una gran ovación. Da igual que la asociación de mujeres cineastas considere que “no es un buen momento” para premiarlo o que Hollywood lo despida de sus franquicias, el Festival de San Sebastián todavía lo aprecia. Y él también parece apreciarlo: “Gracias por no tragaros una imagen de mí que no es real. Si yo pensara que mi presencia aquí ofende a alguien me iría, de verdad. No quiero ofender a nadie, solo hacer cine".

Por si acaso, los responsables del festival han pedido a los periodistas que ciñieran las preguntas a la carrera del actor, pero aun así ha hablado del boicot al que lo ha sometido Hollywood a raíz de las acusaciones de abuso y violencia de su ex mujer, Amber Head. Y sin referirse explícitamente a su caso, ha criticado la “cultura de la cancelación” que según Depp crea “un ambiente viciado”. “Esto va más allá de mí, lo ha sufrido mucha gente, incluso niños y mujeres –ha dicho–. El tiempo va pasando y parece normal que estas cosas pasen, pero no lo es. Nadie se salva. Pero si tienes la verdad, no necesitas nada más”. Sin abandonar el gesto grave, ha añadido: “Si ves alguna injusticia contra ti, o contra alguien a quien quieres o en quien creas, levanta la voz, porque te necesitan”.

Uno de los personajes a los que Hollywood ya no quiere que interprete Depp es el capitán Jack Sparrow de la saga Piratas del Caribe, pero al actor le da igual. “Lo mejor de Jack es que lo puedo meter en una caja y llevármelo de viaje –ha explicado–. Y cuando aparece la oportunidad, puedo sacarlo de la caja y ponérmelo, no necesito que una compañía me dé permiso para ello. Puedo ir a un hospital y distraer a los niños un rato; sus risas y sonrisas son todo lo que necesito. Es cierto que dejé de hacer películas de forma abrupta, pero son tiempos abruptos. Lo que importa es que Jack no me abandonará nunca”. Y como para demostrarlo, lo ha sacado unos segundos de la caja y ha rematado el discurso imitando el habla de viejo lobo de mar de Jack Sparrow y golpeando la mesa. Por un momento ha mirado a derecha e izquierda de la mesa, pero nadie había pensado en servirle un trago de ron.

Con un punto de humor y su habla pausada y laberíntica de costumbre, Depp ha dejado claro que el recelo que siente la industria del cine hacia él es mutuo. “Hollywood ya no es lo que era –ha sentenciado con la estudiada indiferencia de un amante despechado–. El de hoy en día subestima de manera grotesca la inteligencia del público. ¿Cuántas fórmulas más necesitan los estudios? ¿Cuánta condescendencia seguirá teniendo con el espectador, explicándole el argumento de la película cada veinte minutos?” Para Depp, uno de los efectos de la pandemia es que la gente ha descubierto el placer de ver el cine en casa. “Para un tío que gana 6 euros la hora es un gran esfuerzo llevar a la familia al cine a ver una película. Es un momento delicado para los estudios y me alegro de haberlo podido ver”, ha añadido con una sonrisa malvada.

Un reportaje minucioso

Lejos de la expectación provocada por la visita de Depp, en la sección oficial se ha presentado Enquête sur un scandale de etat (Investigación de un escándalo de estado), título más fiel al contenido minucioso, vaciado de épica y suspenso del film de Thierry de Peretti que su título internacional, Undercover. No hay nada de thriller trepidante en esta historia basada en las revelaciones periodísticas del diario Libération sobre las prácticas ilegales de la policía francesa antidroga, sino un relato frío y distante de la relación entre un periodista y su fuente, el infiltrado a sueldo de la policía que prácticamente acusa al estado francés de complicidad en el tráfico de droga. A pesar de que la historia da pie a romantizar el trabajo periodístico o a hacer más atractivos personajes como el topo o el policía que se salta las reglas, la película mantiene siempre una distancia objetiva y aséptica, a ratos frustrante pero en el fondo valiente, y deja al espectador la tarea de valorar la credibilidad del informante o la estrategia policial.

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