El Sueño Americano toca a su fin. Es como si sintiéramos que Trump nos dice: "Europeans, go home". Todo el atractivo cinematográfico, toda la épica de la conquista del oeste, de las ciudades de los rascacielos y las casas con piscina, el rock'n'roll y el fordismo, de los inmigrantes que se labran un futuro, el self-made man y la Estatua de la Libertad, el melting pot... ¿Qué queda de todo esto? La tierra de oportunidades se está convirtiendo, a marchas forzadas, en la otra cara de la moneda: racismo, odio a la diferencia, deportaciones, fronteras cerradas, expulsión y barreras a la entrada de talento, aislacionismo, miedo, crisis, polarización. Del sueño a la pesadilla. Trump está haciendo realidad la distopía, está destruyendo lo que quedaba del espejismo.
EEUU no era ni ha sido nunca un paraíso, la pulsión individualista y wasp (white anglo-saxon protestan) ha sido la otra cara de la moneda del liberalismo. Sin embargo, durante tres siglos ha florecido una sociedad que, pese a las contradicciones internas tantas veces expuestas, ha sido extremadamente dinámica, abierta y rica, ha sabido ir conjurando los peligros de fractura (racismo, macartismo) y decadencia. Unos peligros sobre los que una estadounidense de adopción, de las que huyeron del antisemitismo europeo, Hannah Arendt, nunca dejó de advertir. Es inevitable pensar en ella cuando hoy vemos tambalear en EEUU, una de las cunas de la democracia, los check and balances (controles y contrapesos) constitucionales, cuando vemos la distorsión sistemática de la información y cuando asistimos a la fusión obscena de poder económico y político.
Con esta pavorosa perspectiva en la cabeza, muy oportunamente el editor valenciano Gustau Muñoz (Afers) ha recuperado y ha traducido él mismo al catalán el ensayo de Elisabeth Young-Bruehl La actualitat de Hannah Arendt. Els orígens del totalitarismo i el segle XXI, escrito en 2006. Young-Bruehl (1946-2011) fue discípula y biógrafa de Arendt (1906-1975). Medio siglo después de la muerte de la autora de Los orígenes del totalitarismo, siempre citada por el concepto de la "banalidad del mal", vemos como en EEUU, gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial, y en Israel, país creado como desagravio al escabroso rol de los judíos como grandes víctimas, las advertencias de Arendt se hacen realidad. Tanto en Washington como en Tel-Aviv el poder está en manos de un ultranacionalismo supremacista que está devaluando hasta extremos grotescos y dramáticos el valor de la democracia y que, en el caso de Netanyahu, ha adoptado la vía totalitaria del exterminio, la guetización y la masacre de los palestinos, tan bien descritos por Arendt.
Pero a pesar de que la autora recuerda los miedos de Arendt sobre los peligros del nacionalismo judío, la mirada de Young-Bruehl se focaliza en los Estados Unidos de América, desde donde la pensadora alemana se fijaba en la latencia de odios endémicos, de viejos conceptos arraigados en nuestros cerebros. Por ejemplo, en la idea del yo romántico basado en un sentimentalismo narcisista, ella veía una metamorfosis de postguerra que llevaba implícito un peligro político: "una alienación respecto del mundo" i una rebelión contra la "condición humana". ¿Qué es Trump, si no? La afirmación profética de Arendt era, como escribe Young-Bruehl, que "los elementos del totalitarismo han continuado con nosotros, incluso en las democracias más seguras y consolidadas, pero ya no toman las formas que tuvieron a mediados del siglo XX".
La destrucción del debate y el espacio público, que se hace por la vía algorítmica de las redes sociales, o la utilización del sistema educativo para el adoctrinamiento ideológico, que Trump está imponiendo tanto en la escuela como en las universidades de élite, son dos métodos clásicos totalitarios, al igual que lo es socavar las libertades civiles, si es necesario sacando al ejército a la calle. El resultado ée la extensión tanto del miedo como del infantilismo reactivo. O, en otras palabras, la promoción de personas sin mirada autónoma o crítica. La negación del individuo y de la pluralidad. La deshumanitzación.