¿Dónde comienza el deseo de libertad?
Barcelona"Cuesta ver y decir dónde acaba el deseo de liberación, de ser libre de opresiones, y dónde empieza el deseo de libertad, de vivir una vida política", dice una de las muchas frases que he subrayado de La libertad de ser libres, de Hannah Arendt (Linden, 1906 – Nueva York, 1975). Se trata de una recopilación de tres artículos que publica Eumo Editorial, traducido por Laia Font i Mateu y prologado por Fina Birulés, adelantándose ligeramente a los 120 años del nacimiento de la filósofa política, que se celebran el próximo año.
En estos artículos, Arendt toca mil palos, pero principalmente se centra en la relación entre los conceptos de libertad y de política, argumentando por qué están intrínsecamente ligados. Pocas personas serían capaces de enfrentarse a una pregunta tan grande. Algunas necesitaríamos hacerlo desde la proximidad: desde las disputas que vivimos y que nos hacen anhelar ser libres. Pero Hannah Arendt busca la definición esencial de los términos: qué es la política y qué es la libertad, hables en Cataluña o hables en la otra punta del mundo.
Garantizar una esfera pública de debate
Arendt, alemana de origen judío que durante el nazismo se exilió en Estados Unidos, rebate razonamientos que últimamente sentimos bastante. Cuestiona, por ejemplo, la sensación de que cuanto más se han politizado nuestras vidas, menos libertad tenemos; o también la idea de que la política debe priorizar las vidas individuales. Tal y como lo escribe ella: "Los políticos de partido se vanaglorian de representar los intereses privados de su electorado tal y como un buen abogado representa a sus clientes; en consecuencia, la esfera pública, el mundo que nos rodea, vuelve a estar repleta de intereses privados, individuales". De hecho, Arendt cree que prestar atención primariamente a las vidas individuales supone el abandono de la política: "La libertad puede ser el sentido de la política sólo si ésta designa un ámbito que es público y, por tanto, no sólo se distingue de la esfera privada y sus intereses, sino que también se opone".
Garantizar una esfera pública de debate es lo que permite que la libertad tenga un espacio mundano en el que aparecer. En el tercer artículo del libro, la filósofa se centra en la idea de revolución, en sus condiciones y sentido. Hace un repaso de diversas revoluciones a lo largo de la historia, como la americana o la francesa, y apunta cosas como ésta, que da sentido al título de la publicación: "En Francia, una de las principales consecuencias de la revolución fue que por primera vez en la historia le peuple salió a las calles y se hizo visible. Ante esto, se vio que no sólo la libertad, sino también la libertad de ser libres siempre había sido el privilegio de una minoría".
Los textos de Hannah Arendt son densos y cuesta no citarlos enteros. De esta publicación, me quedo con la definición de la política no como una voluntad, sino como una acción: "La libertad es, en esencia, un fenómeno político, que se experimenta principalmente no en la voluntad y los pensamientos sino en la acción, y que, por tanto, requiere una esfera apropiada para tal acción, una esfera política". En todo caso, la gracia de la acción es que nunca se sabe dónde lleva y que requiere siempre seguir actuando, mientras que su contrario es la automatización, la repetición, la individualización de los conflictos y la falta de nuevas propuestas de inicio, que probablemente es lo que ocurre actualmente en la etapa de decadencia política en la que vivimos.
Lo que es seguro, volviendo a la frase con la que comenzaba el artículo, es que es tan importante liberarse de las opresiones como ejercer la libertad. Es decir, apostar por la acción política y ofrecer, cada día, nuevos comienzos en la sociedad.