Dan Brown: "Cuando morimos, nuestra conciencia sobrevive"
El autor de 'El código Da Vinci' presenta mundialmente en Praga su nueva novela, 'El último secreto'
PragaEl estadounidense Dan Brown (Exeter, 1964) se ha ganado cientos de millones de lectores en todo el mundo gracias a los misterios que Robert Langdon, profesor de simbología de la Universidad de Harvard, debe resolver siempre a contrarreloj. El novelista, de 61 años, dejó el instituto donde daba clases gracias al éxito abrumador deEl código Da Vinci (2003; en catalán en Columna), pero ha conservado la mirada afable con la que enseñaba inglés y castellano –vivió en Madrid una temporada en la década de los ochenta– a sus alumnos.
Brown ha escogido Praga para dar la lección más reciente, concretamente la Capilla de los Espejos del complejo de la Biblioteca Nacional checa. Tras recibir la llave de honor de la ciudad de manos del alcalde y de escuchar una frenética interpretación al órgano que le ha hecho estallar en risa, perpleja y al mismo tiempo honrada, el autor ha explicado, ante 140 periodistas de todo el mundo, por qué ha cambiado de opinión sobre uno de los "temas universales" que le ha preocupado. "¿Y si la muerte no fuera el final de nuestro viaje, sino el principio?", ha pedido. Ésta fue la gran pregunta que le ha llevado a escribir El último secreto (Columna / Planeta; trad. catalana de Marc Barrobés y Esther Roig), sexta entrega de las aventuras de Robert Langdon, que en este caso pasa unos días en la capital de la República Checa para acompañar a Katherine Salomon, "aclamada científica" y amante del profesor.
Poco antes de desaparecer sin dejar rastro, Salomon ha tenido tiempo de pronunciar una última conferencia en la que hace una pincelada sobre sus últimas investigaciones en noética, disciplina que "estudia la conciencia humana desde múltiples vertientes", y afirmar que está "desvinculada del cuerpo", según se puede leer en la novela. "Desde que escribí El símbolo perdido [2009, en catalán en Columna] he estado en contacto con la noética, y los últimos avances que se están haciendo relacionados con la conciencia son sorprendentes. Si la ciencia nos dice que nuestra interpretación de la realidad es tan diferente a la que en realidad es, si nuestra conciencia es capaz de fluctuar de un lugar a otro, la noción de vida y de muerte cambiarían", ha continuado el autor. El auditorio le escuchaba en silencio, al igual que ocurre en la novela durante la conferencia de Salomon.El último secreto, sin embargo, se acelera enseguida, al igual que en todos los libros de Brown, y la elegancia y suntuosidad de Praga pasan a un segundo plano para convertirse en el decorado en el que Robert Langdon debe resolver una serie de enigmas con el objetivo de rescatar a Salomon.
"Quiero que la gente se enamore de Praga leyendo mi novela y que, sobre todo, venga fuera de temporada, la época en la que es más maravillosa. He visitado la ciudad en numerosas ocasiones para documentarme, y no hay ninguno de los escenarios que no haya pisado –defiende el autor– al Praga el Praga– Praga. invitar a alquimistas y cabalistas para explorar la idea del más allá".
Esoterismo, embajadas y un gólem epiléptico
"Una experiencia que me afectó mucho y que, en parte, también me llevó a escribir El último secreto fue la muerte de mi madre a causa de la leucemia –ha dicho Brown–. Entonces estaba convencido de que la muerte implicaba la oscuridad total, la desaparición: creía que era como si hubieran desenchufado un ordenador. Después de los años de investigación que he hecho por este libro pienso lo contrario: cuando morimos, nuestra conciencia sobrevive. Ahora falta saber cómo. Calculo que quedan unos cinco o diez años para empezar a saberlo".
Dan Brown salpica la acción y los experimentos científicos deEl último secreto –"muchos de ellos increíbles, pero auténticos", ha insistido– de pinceladas fantasmagóricas y esotéricas. Hay apariciones extrañas, premoniciones funestas, libros misteriosos –como el Códice Gigas del siglo XIII, conocido como la Biblia del Diablo– e incluso una variación epiléptica del gólem, figura mítica a la que el rabino Löw de Praga insufló vida siglos atrás, con ganas de vengarse de aquellos que pretenden utilizar el secreto de la vida con fines abyectos (una de las subtramas de la novela incluye embajadas y servicios de inteligencia).
"Me gusta escribir sobre los grandes temas que nos preocupan –afirma—. La conciencia humana es el mayor de todos. Es la lente a través de la cual experimentamos la realidad. Ahora mismo, el modelo de conciencia que aceptamos está caducado, al igual que lo estaba hace siglos el modelo geocéntrico del mundo sobre la universo. vida y la muerte". En la novela las investigaciones en noética de Salomon –que defiende fenómenos como la telepatía, la precognición y las revelaciones en situaciones próximas a la muerte– son puestas en entredicho por la neurocientífica Brigitta Gessner, según la cual la conciencia sólo puede ser explicada a partir de una serie de procesos físicos, como las redes neuronales y las redes neuronales. "Yo era tanto o más escéptico que Robert Langdon en el libro –ha dicho Brown—. No soy una persona religiosa, aunque pueda entender la necesidad de las religiones porque hay fenómenos que nos resultan incomprensibles. Pero no son asuntos del espíritu, sino intelectuales. La ciencia es lo que más me interesa concienzudamente, y cuanto más me interesa concienzudamente, y cuanto más me interesa concien, me daba cuenta de que sabía".
El lanzamiento mundial de'El último secreto será recordado como uno de los más espectaculares de la temporada: el tirón de la edición estadounidense en Random House es de 1,5 millones de ejemplares; en castellano y catalán, Planeta ha lanzado 500.000 ejemplares. Sin embargo, estas cifras quedan pequeñas si se las compara con lo que Brown ha conseguido con El código Da Vinci, novela de la que se han vendido más de 85 millones de ejemplares en todo el mundo y motivó el blockbuster cinematográfico homónimo protagonizado por Tom Hanks. "La escritura no es ningún don que tenga –aseguró con una sonrisa–. Solo persisto: trabajo siete días a la semana. A los personajes les da absolutamente igual que yo tenga o no éxito. El reto es, siempre, la próxima página en blanco. Adelanto por instinto y según mis propios gustos".