¿Estas elecciones nos harán morir de risa?

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Salvador Illa, Pere Aragonés y Carles Puigdemont.

BarcelonaDe cara a las próximas elecciones, hay candidaturas que dan miedo, las hay que son perfectamente viables y civilizadas, y las que no sólo pueden mover a la carcajada, sino que podrían causarnos la muerte por un exceso de risa . El articulista minucioso no dirá a los lectores cuáles corresponden a cada grupo; así cada uno considerará por su cuenta qué candidatos le hacen reír, qué candidaturas le mueven a pensar cómo debe decidir su voto, y cuáles le despiertan angustia.

Reír, al fin y al cabo, es una virtud que sólo poseemos los seres humanos y, a causa de esta exclusividad, ha sido objeto de muchas páginas literarias. Homero hace reír a algunos personajes con lo que se acabó llamando “la risa homérica”; en Roma, Catulo habla de la risa en el Carmen 39; Rabelais hace reír continuamente; John Donne llega a escribir, en Paradojas y devociones, que “a un sabio se le reconoce porque se ríe mucho” –así ocurría en Cataluña tiempo atrás–; los opósitos reír-llorar son materia del soneto VIII de Louise Labé; Bruyère habla a los suyos Caracteres; Baudelaire tiene todo un opúsculo sobre la risa; Bergson tiene un libro entero; Freud habló de la risa y su relación con el inconsciente en un libreto de gran interés; Thomas Mann escribe páginas brillantes en su Doktor Faustus; en el capítulo quinto de De finibus, Cicerón lamenta el caso de un hombre que no se reía nunca.

Pero hay varios estudiosos que han detectado en la historia de la literatura y de la filosofía hombres y mujeres que, de tanta risa, perdieron la vida: éste fue el caso de Kilón de Esparta, Zeuxis, Filemón, Filípedas , Crisipo, Aretino y Lady Fitzherbert.

Entre los citados, los lectores, que posiblemente tienen en casa las obras de Luciano de Samósata –uno de los grandes precedentes de la literatura irónica, paródica y satírica–, encontrarán explicado el caso de Filemón: “Tenía noventa y siete años y estaba estirado en cama, descansando. Al ver que un burro se comía los higos que le estaban destinados a él, se echó a reír; gritó a su criado y, con grandes y continuas carcajadas, le dijo que, de paso, le diera al asno vino del más puro, y de tanta risa aún más, murió ahogado”.

Deseamos de todo corazón que la risa que despiertan algunas candidaturas y algunos candidatos a las próximas elecciones no lleve a ningún lector nuestro a este mal fin.

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