A pie de página

¿Por qué nos fascinan los asesinos?

Jean-Claude Romand, condenando por asesinar a los padres, la mujer y los hijos.
02/05/2025
3 min

Barcelona"Truman Capote decía que, cuando empezó a acercarse a la historia real que sería el centro deA sangre fría, de repente tuvo una duda, la sensación de que quizá iba a huir: le acabó tomando cinco años de la vida, cinco años de pesadillas. A mí, me tomó sed". Quien explica esto es el escritor francés Emmanuel Carrère, a propósito del libro El adversario (Anagrama, con traducción de Marta Marfany). Alrededor de Sant Jordi, descubrí que Filmin había dedicado un apartado al Día del Libro. Bajo el nombre Filmin books, todavía encontrará novedades documentales vinculadas a la literatura. Hay sobre Gabriel Ferrater, Stephen King y Georges Perec, y aunque estuve tentada de empezar por él, mi pasión incondicional por Emmanuel Carrère y por El adversario, seguramente su obra más emblemática, me hizo decantar por Carrère, el escritor y el asesino (Camille Juza, 2024).

Antes de continuar, os sitúo: el 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand asesinó a los padres, los hijos y la mujer. El caso fue especialmente mediático, porque se descubrió muy pronto que había vivido en una mentira en los últimos dieciocho años: había hecho creer a todo el mundo que era médico y que trabajaba en la OMS, pero cada día se marchaba de casa y se entretenía como podía, hasta que fuera la hora de volver. De hecho, en el documental, Carrère explica lo importante que fue para él una frase que leyó en Liberación sobre Romand: "Se perdía, solo, por los bosques del Jura". Fue uno de los motivos que hicieron que Carrère quedara fascinado enseguida por esta historia real, que quisiera escribir algo. Se acreditó para poder estar en el juicio, envió una carta a Romand para hablar con ella.

Una de las cosas que más me han interesado de Carrère, el escritor y el asesino es que recoge declaraciones de Carrère de la época, pero también entrevista al autor casi veinticinco años después de la publicación del libro. Habla, con la distancia del tiempo, de la carta que escribió a Romand, y que, leída ahora, confiesa que quizás fue algo complaciente, aunque también afirma que no fue una táctica, que entonces no fue consciente de ello. En el documental aparecen voces como la del abogado general del caso, que ve sincera la compasión de Carrère por el asesino pero deja bastante claro que, para él, la compasión sólo debe ser por las víctimas. Es un tema muy interesante que se plantea en el documental: ¿por qué ese sentimiento por el asesino, ese interés? ¿Cómo le mira, Carrère? ¿Desde dónde? Angie David, editora, le pone sobre la mesa con una mirada menos estricta que la del abogado: "Un escritor siempre flirtea con los límites de lo que es humana y moralmente aceptable". Carrère lo dice, sintió miedo y vergüenza por haberse fascinado por Romand, y la escritora Neige Sinno se sitúa a su lado: "A mí también me fascina, y me da vergüenza que me fascine".

El escritor abandonó el proyecto varias veces. En un momento determinado tuvo claro que él no contaría el asesinato de sus hijos, dice, pero el caso seguía en su cabeza. Romand no era un asesino y lo suficiente: en el hecho de la mentira, a Carrère le parecía que había algo que podía ser universal. Les recomiendo el documental, porque profundiza en todo esto, y me parece importante: no sólo en el contexto reciente del caso del libro sobre José Bretón, sino más generalmente por el momento que vivimos, de fascinación por el true crime. Quizás valdría la pena que nos planteáramos qué papel queremos tener, como lectores y como espectadores.

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