Literatura

'El martillo', de Jordi Sarsanedas: una recuperación que debería ser recibida con honores

Males Herbes publica la segunda novela del autor, una propuesta narrativa convencional y más moderna de lo que nos han hecho creer

La verdad de los sitios soñados
24/04/2024
3 min
  • Jordi Sarsanedas
  • Malas Hierbas
  • 336 páginas / 20,90 euros

Cuando Caius Deva pasea por las calles de Novoconstança es como si paseara por una ciudad fantasma, aunque lo que él explica no sea eso, sino toda otra historia: que trabaja de contable en una empresa de transporte, que ha heredado una casa de un tío y que por las noches se entrena en el club deportivo Panathlon con jóvenes de clase alta que hacen remo o esgrima, entre otros deportes “imperiales”. Las páginas deEl martillo, una novela escrita y publicada durante los años cincuenta, se emparentan, por senderos conscientes o inconscientes, por esprit du temps o por lecturas que no sabemos, con libros de Georges Perec, de Kafka, de Beckett, del existencialismo de Sartre o de Camus, con el Raskólnikov de Dostoyevski, o con cuadros de una arquitectura inhóspita y neoclásica como los del pintor surrealista Giorgio de Chirico o de una atmósfera entre mágica y grotesca como los de Marc Chagall.

Son muchos nombres, pero no son ninguna exageración. Empecemos por el del autor, Jordi Sarsanedas (1924-2006). Poeta y narrador, hombre de teatro, director durante más de treinta años de la revista Sierra de Oro, profesor y presidente de más de una institución durante los años de resistencia y de recuperación posfranquista, era también alguien de gustos literarios secretos y de una discreción quizás excesiva. Esta reedición de una de sus novelas más importantes debería ayudar a redescubrirlo: los años cincuenta no eran los más favorables para que una propuesta tan poco convencional como ésta encontrara a un público amplio.

La historia está contada por un narrador nada fiable. El joven Caius Deva en cuanto parece un enamoradizo inocente como un asesino en potencia con parafilias eróticas como las manchas de sangre en las alfombras y una insistencia sospechosa en su rectitud moral. Todo lo que hace Sarsanedas es jugar a romper constantemente las expectativas lectoras: basta con llegar al segundo capítulo para descubrir cómo se fumía, de los códigos del género literario. Había decidido que la novela cambiara de rumbo y de narrador y de tono y lo exponía sin tapujos. A partir de ahí, la narración se va en múltiples direcciones: es una historia de amor, de una modernidad poco habitual, pero también una novela política, ambientada en una atmósfera y un ambiente opresivos, bochornosos, de sociedad reprimida que tiene el mismo futuro que el de una paloma atrapada en el callejón sin salida que hacen dos paredes y que aletea hasta la inanición.

Todo está articulado a través de una metáfora política que habla de una guerra de baja intensidad, con levantamientos armados protagonizados por bandoleros que bajan de las montañas y un Partido Labrador que quiere quitarle el poder a un dictador que ha traje todo el país con el mismo telón de color negro. Y coloreado y dotado de un sabor inexplicable a través de la toponimia y la antroponimia, que tan pronto tiene ecos griegos como balcánicos o hebreos o quizás sólo eran del pueblo de al lado de la Toulouse donde Sarsanedas vivió exiliado como estudiante. Mazamet, Galilea, Timolar, Laurentelo o Simeón Lámaco son ejemplos. Con una lengua rica, precisa y quirúrgica que retrata con una precisión hiperrealista a los vaivenes de un protagonista que parece que camine en espiral y que esté predestinado a caer dentro del pozo sin fondo que hay en el centro de todo, El martillo es, sin duda, una novela mucho más moderna de lo que parece o de lo que nos han hecho creer, escrita con el ímpetu a veces inconsciente de quien prueba caminos poco trillados, convencido de que las vías principales no llevan realmente a ninguna parte. En una sociedad literaria que lo valga, debería ser recibida con honores.

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