Roser Messa

El patrimonio catalán del cómic y la ilustración necesita un museo

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La Campana catalana

BarcelonaCataluña cuenta con una fuerte industria editorial en el ámbito del cómic y la ilustración que, desde la aparición de las primeras revistas satíricas de finales del siglo XIX, forma parte de nuestro patrimonio cultural. Sin embargo, este legado no siempre ha sido suficientemente valorado. Son una muestra la apropiación de originales por parte de las editoriales (el caso Bruguera), el museo monográfico sobre Lola Anglada que la Diputación de Barcelona nunca abrió o la venta de los archivos de autores del underground catalán a un gran coleccionista privado. Este último caso fue el detonante de la creación en 2019 de la comisión del cómic y la ilustración por parte de la Generalitat de Catalunya.

En estos cinco años, la comisión ha trabajado en la elaboración de un relato estructurado de la historia del cómic catalán –inexistente hasta ahora– y en una política de adquisiciones de obra original con el objetivo de completar la colección nacional. Sin embargo, llegados a este punto hay que plantearse qué hacer de las nuevas adquisiciones. ¿Guardarlas en un cajón? No. Se ha debatido mucho sobre la conveniencia (o no) de invertir en la creación de un museo del cómic. Por ahora, lo único que hay en Cataluña es privado, ya que el proyecto iniciado en Badalona en la antigua fábrica de la Caci se encuentra detenido de forma indefinida. Lástima, porque es necesario contar con un museo, o un espacio físico fijo y de carácter público, dedicado a la exposición y la divulgación. Pero no es necesario que sea el edificio de Badalona.

La Generalitat, en cambio, prefiere integrar el cómic y la ilustración en su colección en la red de museos de arte de Catalunya, tal y como ya están haciendo el MNAC, el Museo de Arte de Cerdanyola y el Museo Morera de Lleida. En realidad, una opción no excluye a la otra, y deberían poder convivir en armonía. La solución, por tanto, implica poner al alcance del ciudadano todo este legado y, en especial, hacer mucha difusión. Porque existe un desconocimiento general sobre qué se hace, desde las instituciones, para dar a conocer este patrimonio cultural. El ejemplo es el Fondo de la ilustración y el cómic, el portal de internet liderado por la Biblioteca de Catalunya que contiene una gran base de datos de profesionales de todas las épocas.

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