Literatura

Retratar la malicia humana a través de los ojos de una niña

Antònia Vicens muestra su madurez y oficio con su contundente nueva novela, 'Llame la muerte errante, dígame dónde va'

3 min
Antonia Vicens: “Hubo tanto silencio cuando yo era muñeca…”
  • Antonia Vicens
  • La Granada
  • 208 páginas / 20, 90 euros

La prosa lírica deAntonia Vicens (Santanyí, 1941) toca la identidad, tanto personal como colectiva, el discurso de un feminismo radical y las complejidades de las relaciones humanas. Ahora publica la novela Llame la muerte errante, dígame dónde va –cuyo primer manuscrito ya tiene una década–, un retorno delicioso a la narrativa después de 15 años, muchos premios y una dedicación casi exclusiva a la poesía.

En la primera parte estamos en 1965. Elisenda tiene diez años y vive una vida rutinaria en un huerto, en una casa pequeña con un portal estrecho y un campo infinito alrededor. Tiene dos refugios, su diario y "se engrosadora", el columpio, que va adelante y atrás, pasado y futuro, sin detenerse en el presente. Desde allí ve aviones que imagina pilotados por su padre y "su mujer de Luz". La marcha repentina del padre y la llegada de la nueva compañera de la madre, la italiana Giulia, y su hijo Piero le desquician la vida y hacen irrumpir en ella el amor, el deseo y la crueldad, el trauma de observar la su madre "haciendo basura" con Giulia. En la escuela le llaman "sa Duesmares" y no tiene amigas. Tampoco entiende las esculturas de la madre: "Mujeres que sólo tienen un uy, y mujeres que tienen tres sexos". Normal. Tiene diez años.

La segunda parte, ya con dieciséis años (a pesar de la carga de los traumas que arrastra), casada con Piero (un "génito de fuego" como su padre, celoso y maltratador que incluso cocina la gata al horno) y ya madre de Romina, Elisenda vive dentro de un miedo constante que la tenaza, una necesidad psicoanalítica de buscar la figura del padre ausente en las parejas: "las facciones de Elisenda se habían deshecho, los ojos despejados; sólo por un leve temblor en la barbilla sabía que estaba viva".

Tiniebla e inocencia

En palabras de Jaume C. Pons Alorda en la primera presentación de la novela en Palma: "La última novela de Antònia Vicens también es rica en diferentes recursos literarios: utiliza el diario personal con una lengua viva, porque Antònia Vicens también hace temblar en dialecto. La prosa más elaborada convive junto al aforismo más desgarrador. El título, largo y vanguardista –que recuerda la gran pregunta de Biel Mezquida, "¿dónde va el blanco cuando la nieve se funde?"– se centra en la búsqueda y en la pérdida, explorando la muerte como una constante en las vidas de los personajes, con una sensación fija de desasosiego y de soledad. Elisenda empieza a tener visiones y pesadillas ya escuchar voces, fruto de los abusos que sufre por parte de Marcello, el ex de Giulia, de la violencia doméstica (y machista) y de la vida libertina que lleva su madre. Pero ante tanto horror, Vicens siempre pone puntos de luz.

La temática de la obra es compleja porque integra la sordidez y la tiniebla. No debe ser sencillo retratar la malicia humana a través de los ojos, en teoría inocentes pero en el fondo no tanto, de la infancia. Un universo presente en La muerte y la primavera, de Rodoreda (el homenaje está claro: la madrina de Elisenda se llama Coloma). Siguiendo con Pons Alorda: "Monstruos y más monstruos aniquiladores de la ternura". La falta de atención y cuidado emocional que sufre la protagonista la pueden llevar a ser una adulta que tema el rechazo. La ausencia de un modelo familiar sano o las experiencias de bullying la llevan a hacerse preguntas hondas impropias de su edad ya tener pensamientos perversos: "Cada tarde nada para que les ocurra algo malo".

La introspección psicológica, la contundencia expresiva, el existencialismo corrosivo y la violencia verbal son cuatro de las grandes fuerzas de Antonia Vicens. Combina elementos de la narrativa más tradicional con aproximaciones más contemporáneas. Los diálogos son realistas y contribuyen a construir el talante de los personajes, mientras que las descripciones de los paisajes y situaciones aportan un telón de fondo que complementa la historia vital de los protagonistas. Antònia Vicens muestra, una vez más, su madurez y profesionalidad como escritora rica y reflexiva, que resuena más allá de las páginas del libro.

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