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Silvia Orriols, en un acto de esta campaña

BarcelonaHay un libro que ahora lee muy poca gente, Psicología de masas del fascismo de Wilhelm Reich (Enclave de Libros, 2020), que contiene un montón de disparates, pero que aporta algo de luz a la relación que existe entre los movimientos de masas, la abstención y la política.

Reich (1897-1957) se formó en la escuela de Freud, de cuyos postulados básicos apostató y acabó centrando toda su teoría en el papel social de las pulsiones sexuales. La tesis tenía cierta validez en un momento (años 1920 a 1950) en que la represión sexual era un hecho de mucha trascendencia, incluidos los avatares de la política, pero dejó de tenerla después de las revoluciones erótico-políticas de los años 1960 y 1970.

En cuanto a la relación entre la formación de la masa y su manipulación en busca de resultados electorales, Reich puso el ejemplo indiscutible del éxito de Hitler en las elecciones de 1932, y tras su fracaso. Un movimiento que basó la estrategia en una emotividad poco discutida racionalmente, a la fuerza tenía que acabar mal.

Pero Reich también analizó el caso del traspaso del abstencionismo a una determinada opción política: observó que los buenos resultados del nacionalsocialismo se debieron también a que cinco millones de abstencionistas alemanes, es decir, de personas finas entonces supuestamente “apolíticas”, votaron a favor de Hitler de una forma comprensible, pero inesperada.

Ahora hemos sabido que en torno al 12% de los votos que ha conseguido Silvia Orriols proceden de personas que ni solían votar ni estaban interesadas en la política. (Dejamos aparte el porcentaje, muy significativo, de personas que habían votado Junts y ahora se han decantado por la opción Aliança Catalana.)

Esto es lo que mueve a preocupación. El número de votantes abstencionistas y “apolíticos” que han votado Orriols puede crecer de forma imprevisible, como ocurrió en el caso de que Reich estudió. El autor dice en ese libro: “El apoliticismo no es, como podría pensarse, un estado psíquico pasivo, sino una conducta sumamente activa, un rechazo del sentido de la responsabilidad social”. Esta irresponsabilidad, que mina las bases de toda democracia, puede convertirse en un movimiento ascendente, casi paradójico y, sobre todo, peligrosísimo. La mitad de los votantes se ha abstenido en las últimas elecciones.

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