BarcelonaCuando era pequeña, todos los miércoles mis hermanos y yo pasábamos la tarde con mi abuela, que nos llevaba al parque y, sobre todo, nos contaba cuentos mientras cenábamos. Uno de mis preferidos, era el de la sal. Es el de aquel rey que pregunta a sus hijas cuánto le aman, y que está muy contento cuando la primera le dice que le quiere como el vino y la segunda que le quiere como el pan, pero que se indigna con la pequeña, que le ama como la sal. ¿Cómo la sal? ¡Pero cómo es posible, algo tan insignificante! La princesa está cerrada ipso facto a una torre, de la que no saldrá hasta que su padre descubra que en las comidas puede pasar sin pan y sin vino, pero que los alimentos no saben a nada sin la sal (perdónadme, hipertensos del mundo, para quitar el tema).
A Cordelia, la tercera hija del rey Lear, le ocurre un poco lo mismo a la obra de Shakespeare, cuando no da a su padre la respuesta que él espera (con un final mucho más bestia, que por algo El rey lear es una de las tragedias más reconocidas del dramaturgo inglés). En Barcelona, estos días, Lear es el padre ausente de la directora teatral, Andrea Jiménez, que se ha guardado para ella el rol de Cordelia en Casting Lear, que se puede ver en el Teatre Lliure hasta el 1 de diciembre (¡id!). Jiménez explica enseguida a los espectadores que la historia de Lear y Cordelia le sirve para contar la suya. La directora decepcionó a su padre, nunca fue lo que él deseaba, y éste incluso la repudió cuando decidió dedicarse al teatro. Jiménez dice que no cree que su progenitor, empresario-emprendedor, haya puesto nunca los pies en un teatro, e invita a un actor distinto a cada función para que haga su papel, que es el de Lear. Los intérpretes no saben nada de lo que les espera, de cómo será la función. Además, son una sorpresa para los espectadores, porque no se anuncia qué actor hará de rey en cada función: el día del estreno, fue Pep Cruz, y me quedo corta si digo que estuvo magnífico.
Me gustó mucho cómo Jiménez trenzaba su experiencia con la de los personajes shakespearianos, y pensé viendo la conversación inaugural del festival 42, que estaba entre Ricard Ruiz Garzón, su comisario, y el escritor Albert Sánchez Piñol. Ya la podeis encontrar online, y vale mucho la pena recuperarla. Casting Lear, Sánchez-Piñol dice que la mejor forma de hablar de la realidad es a través de la ficción. También, que sirve para reflexionar sobre la alteridad, sobre cómo nos relacionamos con los demás. El título que lleva la conversación es "Los relatos nos hacen personas", una frase de Azaña que gustó especialmente a Sánchez Piñol, que enseguida especifica que él cree que es así, pero que no podemos decir qué tipo de personas. Habla de los clásicos, del posicionamiento moral que contienen, y de cómo después cada uno debe decidir si integra los valores que le han intentado transmitir o no, para ser mejor o peor persona. En su caso, fue importante el cómic de Spiderman, cuando el superhéroe decide no matar a Linterna Verde, el asesino de su novia, por no convertirse en lo mismo que él. "Había ido a lo que llamaban clases de ética con los curas, y no entendía nada. A mí la moralidad me la hizo Spiderman". Cosas como ésta le sirvieron para reivindicar el valor de los cómics, al igual que poco antes afirmaba que ya basta con que el género fantástico se considere todavía algo menor, casi de gueto. Los 10.000 visitantes (10.000!) en el Festival 42 le dan la razón.