Cine

'Magaluf Ghost Town', una película sobre la vida entre vómitos y 'balconing'

El film de Miguel Ángel Blanca inaugura el Festival L'Alternativa de Barcelona

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Tere, de espaldas, en una imagen de la película 'Magaluf Ghost Town'

Barcelona“Sé que habéis venido al cine atraídos por la idea que tenéis de Magaluf”, dijo el cineasta Miguel Ángel Blanca (Sabadell, 1982) antes de la proyección de Magaluf Ghost Town en el Festival de Cine Europeo de Sevilla la semana pasada. La imagen de la población de Mallorca (sobre todo la de los 400 metros de la calle de Punta Balena) que tenemos los que no la hemos visitado es la que amplifican los medios de comunicación y las agencias de viajes: noches de alcohol, sexo y diversión... que a menudo son solo de vómitos, frustración y violencia. “Hay turistas que demandan a las agencias porque durante la estancia en Magaluf no han tenido sexo”, dice Blanca con estupefacción. Esta exposición de la condición humana sin filtro fue el origen de Magaluf Ghost Town, un documental “de ficción” que ya ha ganado el premio al mejor film en el Festival de Cine Documental de Tesalónica y que este lunes inaugura la 28ª edición del Festival L'Alternativa de Barcelona, en el Teatro del CCCB (20.30 h).

“El turismo de borrachera, agresivo y degradante, no tan solo sigue vinculado con Magaluf y Punta Balena, sino que condiciona por completo la imagen de Mallorca como destino turístico”, escribía en el ARA Sebastià Alzamora, lúcido cronista del despropósito. Blanca se adentra en este contexto indómito, pero en vez de filmar la coreografía de excesos de los turistas pone la cámara al servicio de las personas que viven en un “pueblo que no es el dueño de su propio destino” y construye un relato con “un tono que bascula entre la comedia costumbrista, el drama y la atmósfera de una película de terror”, tal como explica Blanca: “No nos interesaba tanto la verdad sobre Magaluf como la manera en la que recogen la verdad los que viven ahí todo el año”.

Está Tere, una sevillana que emigró a Mallorca. Ha trabajado en hoteles, ha limpiado el rastro de sangre que dejan las víctimas del balconing y trata de superar la soledad después de la muerte de su marido. Tere las ha visto de todos los colores, como la Carmina Barrios de la película Carmina o revienta, pero no puede evitar la aprensión cuando pasea por Punta Balena. En el piso donde vive le ha alquilado una habitación a Cheikne, un maliense que después de trabajar en la construcción consigue un trabajo en los lavabos de una discoteca: tiene que vigilar que los turistas borrachos meen donde toca. También está Rubén, un joven de Magaluf harto de una vida predestinada a “servir a los turistas”. También aparece Irina, una promotora rusa que quiere cubrir Punta Balena bajo el ladrillo de hoteles de cinco estrellas. Blanca, por lo tanto, amplía la perspectiva. Destaca la solidaridad entre los migrantes de diferentes generaciones. Comprende la rabia del joven que quiere huir del destino. Sugiere el clasismo inherente a la defensa del turismo de calidad que sataniza el turismo low cost. Y jugando con el perímetro de la no-ficción añade un misterio mitológico según el cual cada verano Magaluf reclama el sacrificio de algún turista.  

Blanca se había enfrentado a un contexto parecido en La extranjera (2015), una carta de odio a la Barcelona asediada por el turismo, una cuestión que ya había abordado como las canciones del grupo Manos de Topo. Magaluf Ghost Town, en cambio, es una carta de amor a los supervivientes de un modelo productivo demencial. Y una espléndida película.

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