Memoria histórica

Abren al público el refugio antiaéreo de la plaza de la Revolución de Barcelona

El inicio de las visitas guiadas a este espacio del que se conserva el botiquín y la enfermería coincidirá con las fiestas de Gràcia

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La escritora Ascen Capel en el refugio antiaéreo de la plaza de la Revolució

Barcelona"Sonaban las sirenas y tenían 10 minutos para bajar al refugio. Podían permanecer entre 10 minutos y 3 horas". Lo explica la escritora Ascen Capel a una niña de 11 años, la misma edad que tenía la madre de Calpe cuando se escondía de los bombardeos fascistas en el refugio de la plaza Revolució del barrio barcelonés de Gràcia, que volverá a abrirse al público el 12 de agosto. El inicio de las visitas guiadas en grupos reducidos que organizan el Taller de Historia de Gràcia y el distrito coincidirá con las fiestas de Gràcia.

Después de Hija de la bóbila (La Campana), Capel se está documentando para escribir su próxima novela y habla en el pasillo del refugio, que va a parar al botiquín y a la enfermería, las estancias que se han conservado, solo un 5% de la dimensión del original. Su madre no explicaba mucho, sólo el miedo, dice: "Intentaban olvidarlo, pero yo he querido recordarlo" porque "no nos hacemos a la idea de lo que hemos vivido" y "no lo tenemos tan lejos".

Una niña visitando el refugio antiaéreo de la plaza de la Revolució.

Heridas de guerra

Descubierto en 1994 cuando se construyó el parking de la plaza de la Revolució, el refugio se encaló y se dejaron las llaves en el parking a disposición de quien quisiera verlo, hasta que el distrito de Gràcia decidió reformarlo y protegerlo. Antes, el Taller de Historia de Gràcia conservó dos elementos singulares: el fregadero y el cuadro de luces, que han vuelto a su lugar original, explica su presidente e investigador de refugios, Josep Maria Contel, que subraya que de entre los refugios que conoce éste es el que tiene mejores acabados porque disponía de agua corriente y de doble sistema eléctrico.

Así, hay que bajar hasta la planta -4 del parking para acceder al pequeño espacio claustrofóbico que anticipan los paneles informativos, uno de los treinta y dos refugios privados documentados construidos por el vecindario del barrio bajo calles y plazas. En la enfermería se puede ver, además del lavamanos, un armario rinconero, un pequeño mostrador de obra y un desagüe, así como cuatro agujeros para albergar una litera. En la siguiente estancia, el botiquín, se conserva también un banco de obra y un armario empotrado.

Estas dos estancias son un ejemplo de los espacios sanitarios que había en los refugios. Por ello, el Servicio de Arqueología de Barcelona ha centrado la propuesta de musealización en la salud y la higiene, ya que es testigo de la aceleración de los tratamientos para curar las heridas tanto físicas como psicológicas que dejó la Guerra Civil y de las directrices sanitarias frente a la falta de recursos. La mayoría de refugios debían incorporar elementos como sistemas de ventilación, una norma de la Junta de Defensa Pasiva de Cataluña, y material sanitario.

La restauradora y conservadora del Servicio, Montserrat Pugès, comenta que la reforma se ha hecho intentando recuperar al máximo el original y realizar la mínima intervención porque creen que son espacios que hablan por sí solos. "Son espacios con una hostilidad y una frialdad que creemos que debemos dejar intactos. Si alguien entra en silencio y pensando cómo sería estar aquí yo creo que ya es suficiente".

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