Refugios de la Guerra Civil

El Servicio de Arqueología documenta dos nuevos refugios antiaéreos, uno en Gràcia y otro en el Poble-sec

Ambos refugios, como el recién abierto de la Torre de la Sagrera, están perfectamente conservados

Refugio de la Torre de la Sagrera
Refugios de la Guerra Civil
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BarcelonaEn el subsuelo de Barcelona hay censados ​​más de 1.322 refugios de la Guerra Civil, pero hay muchos más que no figuran en ninguna parte y cada año se descubren nuevos. Este enero se ha abierto al público el refugio de la Torre de la Sagrera, y el Servicio de Arqueología ha documentado y estudiado otros dos. Uno se localizó en febrero del 2023, en el número 48 de la calle Piquer del barrio del Poble-sec. Es el número 0292 y recibió financiación pública. Como es habitual en muchos refugios, estaba lleno de escombros hasta llegar al muro de mampostería que tapiaba la galería, porque Franco hizo clausurar a muchos. El dictador temía que se escondieran a sus enemigos políticos y sirvieran como almacenes de armas.

Inaccesible durante más de 80 años, entrar en el refugio 0292 es como hacer un viaje al pasado. Lo más espectacular son los cinco carteles. Todavía puede leerse perfectamente, con letras azules y un fondo blanco, las indicaciones que se daban a los que bajaban para protegerse de los intensos bombardeos. Por ejemplo: "Ya está bien que entre pero también que paga", ya que los vecinos tenían que contribuir a mantener los refugios. Está en catalán y en castellano. Cada refugio tenía una junta responsable que escogían los mismos vecinos y había mucho trabajo voluntario. Un miembro de la junta recaudaba el dinero entre los vecinos. No era un trabajo fácil, porque a menudo había que perseguir a los ciudadanos para recordarles su obligación. De hecho, alguien añadió un "NO" pintado con los dedos frente al "pagueo". En otro cartel se encomía a ceder asientos: "Los hombres por humanidad deben ceder el asiento a las mujeres y los niños". Un tercer cartel dice: "En los momentos de estancia en este refugio, procuren abstenerse en lo posible hablar, así establecemos el buen orden". Era habitual que en los refugios, algunos carteles prohibieran hablar de política o religión para evitar trifulcas. El refugio fue construido en diciembre de 1938 y era del tipo galería. Tiene unos 60 metros de largo.

El otro refugio documentado y estudiado por el Servicio de Arqueología se encuentra en la calle Ventalló de Gràcia. Según la documentación que conserva el Ayuntamiento de Barcelona, ​​se empezó a construir en 1936 y se terminó en 1939. Tenía cuatro galerías, con cuatro entradas, que se unían en un punto central, en el cruce de las calles del Padre Laínez y el pasaje de Nogués, formando una cruz. Una de las entradas es la que está situada en el número 14 de la calle Ventalló.

Uno de los carteles localizados en el refugio de la calle Piquer.
El interior del refugio de la calle Piquer.

En Barcelona existe una auténtica ciudad subterránea que explica muchas cosas del pasado de la ciudad. Sin embargo, sólo se puede entrar, y en algunos casos de manera excepcional, a estos refugios: el 307 en la calle Nou de la Rambla, en el Poble-sec; el 232 en la plaza del Diamant, en Gràcia; en 469 en la calle Coroleu, en Sant Andreu; el 267 en la plaza de la Revolución de Septiembre de 1868, en Gràcia; el de Mas Guinardó, y el de la Torre de Sagrera, que se ha abierto este enero. "Queremos potenciar ese patrimonio oculto y que los ciudadanos lo conozcan", explica Xavier Maese, arqueólogo del Servicio de Arqueología. "Nuestro objetivo es que cada refugio explique una faceta de la historia. En este sentido, por ejemplo, en la plaza Revolució se ha rehabilitado un espacio que era la antigua enfermería", añade.

El refugio de la Torre de la Sagrera, que se redescubrió cuando empezó la rehabilitación del edificio en el 2015, estaba perfectamente conservado. Fue una auténtica sorpresa, porque al ser un refugio privado no constaba en ninguna parte. Se escondía detrás de una puerta tapiada, desde la que bajan unas escaleras que dan a un sistema constructivo de galerías en mina con vuelta catalana. En total, mide unos 88 metros de longitud. "Prácticamente, no hemos tenido que tocar nada porque tanto las estructuras como los restos hallados estaban perfectos", explica Maese. Está prácticamente todo: tres letrinas (en una de las cuales aún está el espacio donde se indica dónde deben colocarse los pies), dos pozos de ventilación, una fuente de agua, la instalación eléctrica y los bancos, así como una pequeña sala circular con bancos corridos. Y en una de las paredes se conserva el grafito con las horas o precios de los peones y albañiles que participaron en la construcción del refugio.

Originalmente, este refugio era la fresquera que había construido la familia Arpí, propietaria de la finca y de los terrenos que la rodeaban a principios del siglo XX. En 1933 la familia vendió sus terrenos a la United Shoe Machinery, una empresa americana de calzado. Tres años después, en noviembre de 1936, la finca fue colectivizada por la CNT-FAI, y fueron los propios obreros quienes construyeron el refugio con ayuda de los vecinos en verano de 1937. A la vuelta de la esquina se debía construir otro refugio público, pero sólo hubo tiempo de hacer la puerta de acceso.

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