La Barcelona republicana

Cuando los soviéticos querían controlar a las entidades deportivas y culturales catalanas

Las memorias inéditas de Francis Ferry, un exagente soviético, muestran el entramado de espías en la Barcelona de los años 30

Oficina de Propaganda y Prensa del COOP, en junio de 1936. En el centro de la imagen, presidiendo la mesa, Francis Ferry, máximo responsable del departamento de prensa. A su alrededor, Antonio Sesé, Francisco Parramon, Auguste Delaune, José Antonio Trabal, Jordi Martin, Gumersind Brunet y Hilario Arlandis (Manu Valentín/ANC)
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BarcelonaEn marzo de 1932, cuando la Segunda República estaba a punto de cumplir su primer año de vida, llegó a Barcelona Francis Ferry. Nacido el 22 de mayo de 1899 en Szombathely, entre Hungría y Austria, había recibido un encargo del Comisionado de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética: "Debía ampliar la base del Partido Comunista de España (PCE), que en las elecciones de 1931 había obtenido unos resultados desastrosos, también en Cataluña. Una de las estrategias de la III Internacional. (conocida como Komintern) para revertirlo fue incluir el derecho a la autodeterminación de los pueblos de España en el programa electoral y proponer la creación de un partido específico en Cataluña: el Partido Comunista de Cataluña", explica el historiador Manu Valentín (Barcelona, ​​1978), que ha escrito una trilogía sobre los años previos a la Guerra Civil en Barcelona: Los cimientos: la Contra(R)evolución Española, El golpe: el derecho al sonrisa y La fuga: la Barcelona de Orwell, los tres editados por Ojo de Buey.

Ferry trabajó con otro espía, también de origen húngaro, György Martin-Hajdu, que había llegado a Barcelona a finales de 1933. Este último, bajo la identidad falsa de Jordi Martin , se infiltró en la Federación Cultural Deportiva Obrera (FCDO), que acabaría convirtiéndose en el embrión del Comité Catalán pro Deporte Popular, la entidad que impulsaría la Olimpiada Popular de 1936.

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Manu Valentín defiende que, durante años, ambos espías construyeron una extensa red de contactos que abarcaba todos los ámbitos de la sociedad catalana. Promovieron la infiltración de decenas de militantes comunistas en los órganos de dirección de diversas entidades obreras existentes, como el Ateneo Enciclopédico Popular, el Ateneo Obrero Martinenc, el Club Acción Atlética, el Club Femenino de Deportes, el Akademio Laborista Esperanto y el CADCI (Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y de la Industria). "Paralelamente, impulsaron la bolchevización selectiva de sus dirigentes y fomentaron la creación de nuevas entidades con apariencia neutral, pero que operaban subrepticiamente bajo la tutela estalinista, como fue el caso de la Biblioteca Cultural Deportiva Avanti, el Ateneo Enciclopédico Siempre Avant y la Biblioteca Cultural Deportiva Ponent", explica Valentín.

Imponer un relato

Según Valentín, el objetivo no era sólo ganar mayor militancia. "Supieron imponer un relato que, aunque a simple vista abogaba por la unidad antifascista, nacía en esencia con la intención de concentrar el poder en manos comunistas. No sólo se dirigieron a aquellos que sentían más cercanos, como socialistas y comunistas, sino que también interpelaron a organizaciones como ERC y Acció Catalana —asegura Valentín—. Muchos intelectuales de izquierdas acabaron asumiendo, a menudo sin darse cuenta, el discurso de Moscú, alimentándolo, difundiéndolo y haciéndolo suyo. una vez estallada la Guerra Civil, acabaron engrosando las filas del PSUC", añade.

En este sentido, Valentín defiende que la práctica deportiva se convirtió en una herramienta clave para implantar el relato de la III Internacional entre la clase trabajadora local, especialmente entre los jóvenes. Los jóvenes afines al movimiento antifascista no fueron los únicos que vivieron la práctica deportiva como método de adoctrinamiento e instrucción militar. También las juventudes tradicionalistas hicieron lo mismo. Un ejemplo de este encontronazo, según Valentín, fue la campaña mediática que enfrentó al consulado alemán con las organizaciones locales vinculadas a la III Internacional. Ambos buscaban el apoyo de la opinión pública para dos eventos deportivos antagónicos en el verano de 1936: los Juegos Olímpicos de Berlín y la Olimpiada Popular de Barcelona. De hecho, Ferry fue el responsable de prensa del COOP, el comité de la Olimpiada Popular, y Jordi Martín el director técnico.

La tesis de Valentín es que la Olimpiada Popular se convirtió en una herramienta propagandística de la Komintern para aumentar su influencia y poder en el territorio. "Mesos después, los agentes de la Komintern harían todo lo posible para frenar la revolución que estallaría en España a raíz del golpe de estado de Franco. Entre los partidarios del proceso revolucionario, sólo los militantes del POUM supieron percibir la mentira estalinista en la primavera de 1936, denunciando que la Olimpiada Popular era una treta de la Internacional Comunista para imponer su relato", explica Valentín.

El historiador ha dedicado muchos años a investigar las múltiples tramas de este proceso de infiltración de los agentes soviéticos. En verano de 2017, durante una visita casual a México y después de haber publicado un artículo sobre Francis Ferry en la revista Mozaika, el yerno de Tommy Ferry, el único hijo de Francis, se puso en contacto con Valentín para invitarle a casa y entregarle las memorias inéditas del padre. "Fue un regalo increíble. Desde el primer momento me dediqué a contrastar la información. He estado horas en los archivos comprobando si lo que contaba era verdad o mentira, averiguando si los nombres eran reales o ficticios, y reconstruyendo su historia" , comenta.

El exilio en México de los exagentes soviéticos

Tanto Ferry como Martin-Hajdu terminaron exiliándose en México, donde continuó la pugna entre revolucionarios y contrarrevolucionarios. "Aparentemente, huían de la persecución de sus antiguos compañeros estalinistas", asegura el historiador. Pero, en realidad, no está tan claro. Valentín ha consultado a los archivos mexicanos y estadounidenses y Martin-Hajdu siempre fue señalado como un agente soviético. Tras establecerse en México, Martin recorrió varios países latinoamericanos ejerciendo como agente comunista, por lo que fue expulsado de varios puestos. Finalmente, regresó a Hungría natal, donde a principios de los años cincuenta presumiblemente fue purgado por el propio régimen comunista. Ferry, por su parte, tras residir una temporada en Israel, se estableció de nuevo en México, donde escribió sus memorias poco antes de su muerte.

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