Una exposición imprescindible sobre la eterna admiración entre dos grandes de la música catalana
El Palau Robert acoge una magnífica muestra sobre la vida y la obra de Alicia de Larrocha y Victoria de los Ángeles
BarcelonaAsí, sí. Qué brillante es la exposición dedicada a la pianista Alicia de Larrocha (1923-2009) y la soprano Victoria de los Ángeles (1923-2005) que se puede visitar en el Palau Robert de Barcelona hasta el 7 de enero. Criterio, rigor y sensibilidad guían una muestra comisariada por el musicólogo y periodista Pep Gorgori y con escenografía de Rafael R. Villalobos que homenajea el legado de dos de las personalidades más relevantes de la música catalana, ambas reconocidas y premiadas internacionalmente. "Queríamos que se explicaran ellas mismas, y que conociéramos su mundo a través de ellas", dice Villalobos. Y esa es la sensación que transmite la exposición: que hay dos mujeres que están explicando su vida y su obra; las luces, resplandecientes, y las sombras, también tan humanas.
El dispositivo está claro, con mucho material interesante expuesto con mucha intención, como cuando en una pared hay tres portadas de disco –uno de ópera, uno de lied y uno de música antigua– para mostrar sutilmente pero con contundencia el amplio espectro artístico en el que sobresalía Victoria de los Ángeles, y que la hacía tan única. O aquella otra pared salpicada de elogios a Alicia de Larrocha firmados por Arthur Rubinstein, Pau Casals, Claudio Arrau, Xavier Montsalvatge y Joan Lamote de Grignon, entre otros; o la vitrina con los cuatro premios Grammy que ganó la pianista. "Más que la Rosalía", dice Gorgori, pícaro, y seguramente recordando titulares que ignoraban esta realidad.
Las pruebas de la amistad
Cada una podría tener una exposición propia, pero también era necesaria una compartida porque amplifica la magnitud del legado de ambas, pero sobre todo porque ilustra la profundidad de la amistad entre ellas. "Tiene todo el sentido hacer la exposición conjunta porque fueron amigas prácticamente desde que se conocieron a principios de los años 40", dice Gorgori, uno de los mejores periodistas musicales del país y autor de la biografía de Victoria de los Ángeles que se publicará en el diciembre. De hecho, la exposición se titula Aquella eterna admiración, una expresión que usó la soprano en la tarjeta que acompañaba a unas flores que envió a la pianista, ambas de paso por Nueva York en 1989. "Con estas flores van mi gran cariño y esa eterna admiración por tu arte y tu fuerza de voluntad", dice la tarjeta. Así comienza el recorrido en la sala 3 del Palau Robert, que termina con otra muestra de amistad, más emocionante y desquiciada: la carta que Alicia de Larrocha dirige a Victoria de los Ángeles en el 2003, cuando la soprano está siendo golpeada por la depresión y es incapaz de contestar las llamadas de la pianista: "¡Si en algo te he ofendido, de rodillas te pido perdón! ¡Que Dios te bendiga y te convenza de todo lo que te admiro y te quiero!".
Entre la tarjeta y la carta, la exposición sigue un relato a la vez cronológico y temático. Hay, claro, el concurso de Ginebra de 1947 que catapulta la carrera de Victoria de los Ángeles y los vestidos que lució la soprano en algunos de sus papeles operísticos más emblemáticos, así como una vitrina con las grabaciones piratas de los recitales de Alicia de Larrocha que su marido, Jorra Torra, se hacía traer de todo el mundo. Cada ámbito es una ventana a momentos importantes, tanto profesionales como íntimos, relacionados con diferentes aspectos: el aprendizaje, la escena, el estudio de grabación, los viajes... Es aquí donde hay que quitarse el sombrero delante de Villalobos . Qué buena idea el diseño de espacios como el dedicado a los viajes, donde hay un trozo de avión recuperado de un desguace: las ventanas muestran fotografías, partituras, hojas de ruta... Y en la pared de enfrente destaca una flor seca cargada de historia. "En uno de los viajes a Puerto Rico, Alicia visitó Pau Casals y cogió una flor que secó y conservó", explica Gorgori. Cada detalle es una historia, en esta exposición.
Las sombras, como dice Gorgori, no se esconden. Están ahí, a la vista pero mostradas con elegancia, huyendo de truculencias y sensacionalismo. Por ejemplo, en un rincón se encuentra el informe del detective privado que Victoria de los Ángeles encargó para averiguar si el marido, y mánager, le era infiel. También queda patente la depresión de la soprano, que en 1998 no pudo aparecer en el recital que Alicia de Larrocha organizó para ayudarla. En otro rincón están las radiografías de las manos de la pianista, reflejo del susto que sufrió en 1968 a raíz de una lesión en un dedo y que el doctor Josep Trueta intervino con éxito.
"Es una exposición muy bonita, un buen trabajo, y mira que no es fácil hacer un resumen de dos vidas tan intensas", dice Alícia Torra, la hija de la pianista. A su lado, Helena Mora, presidenta de la fundación de la soprano, comparte el elogio: "Es un regalo". Para todos.