Música

El gran concierto de C. Tangana en Barcelona

La presentación de 'El madrileño' en el Palau Sant Jordi se salda con un triunfo rotundo y colaboraciones estelares

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C. Tangana durante el espectáculo de sábado al Palacio Sant Jordi

BarcelonaEmpezamos desvelando la incógnita de entrada, así evitamos que nadie pierda el tiempo leyendo esta crónica. ¿Están justificados los desmesurados elogios dedicados a la nueva gira de C. Tangana, Sin cantar ni afinar? Antes de responder, una segunda pregunta: ¿realmente estos conciertos están cambiando el paradigma de espectáculo de pop de estadio en el Estado? Pues después de asistir a la parada barcelonesa de esta fastuosa gira, las dos comparten respuesta: rotundamente sí.

La expectación este sábado de Sant Jordi para ver el primer gran concierto de C. Tangana en Barcelona estaba más que justificada: por un lado, venía a presentar lo que seguramente sea uno de los cinco discos más importantes de la música popular española desde el inicio del siglo, El madrileño; por el otro, llegaban los eufóricos ecos desde la crítica especializada española de su concierto de presentación en Madrid, en el que Antón Álvarez, de 31 años, aniquiló el Wizink Center ante 15.000 personas. Aquel concierto lo acabó de consolidar, por si hacía falta alguna prueba más, como el gran artista masculino del pop español de hoy.

El concierto de sábado, sold out en el Palau Sant Jordi, mantuvo la esencia del estreno, por los muchos invitados que desfilaron en el escenario y para seguir el rastro de la sobremesa que Tangana mostró en el Tiny Desk. En aquel clip musical de un cuarto de hora, en el que Álvarez se rodeaba de sus colaboradores (La Húngara, El Niño de Elche, los dos con bastante protagonismo en estos conciertos) y otros sospechosos habituales de lujo (Kiko Veneno, los hermanos Carmona), está todo el espíritu de la gira. Tangana recrea en directo la concepción hedonista y tan castiza de sacar la guitarra y ponerse a cantar y dar palmas, rociados de licores y aguardientes alrededor de una mesa y cuatro sillas. El gran acierto aquí es trasladar todo aquel encanto a un escenario con mastodónticas pantallas y que siga siendo creíble.

Suma de géneros

Centrándonos en la música, Tangana empezó el set con Still rapping, himno de cuando todavía era rapero. Una marca de estilo, pero lo que lo ha diferenciado del resto ha sido, precisamente, salirse de los márgenes y límites del género. Álvarez brilla en la amalgama de sueños: en un santiamén ya había defendido con toda solvencia un corrido mexicano (Cambia!, magnifica), un bolero (Te venero, con Rita Payés) y una bachata (Bobo). Ayudan, claro, una banda maravillosa (con una treintena de músicos entre palmeros, coristas, vientos, cuerdas, guitarristas y percusiones) y una puesta en escena y realización que juegan en otra liga respecto a lo que estamos acostumbrados por estas latitudes. Ya sea en artistas de aquí, de allá y de más allá.

C. Tangana en el Palau Sant Jordi

El madrileño es un disco que reivindica canciones y figuras de la música popular española, una especie de recuperación de un sonido hoy más acostumbrado a la radiofórmula oldie que a reunir éxitos. Esta es la interesante paradoja de Tangana: la persona que venía a salvar el pop estatal recupera sin complejos canciones como No estamos locos, Noches de bohemia o Corazón partido sin querer modernizarlas (excepto por algún vocoder), sino mezclándolas con temas propios. En este contexto se rodea de los tótems del género generacionalmente alejados de su universo. El sábado tuvimos algunas esperadas (Juan Carmona o Jorge Drexler, a Nominao), pero también una inédita y muy celebrada, como la de los héroes locales, Estopa, que aparecieron para cantar Tú calorro en medio del delirio general. “La mitad de mi disco está escrito pensando en Estopa”, dijo Antón. Entonces se unió Kiko Veneno, todos juntos hicieron Los tontos y el Palau Sant Jordi, como pueden imaginar, no se hundió de milagro.

Una gira para trascender

Si el concierto se hubiera acabado entonces, que era algo más de la mitad del show, ya habría sido excelente, pero es que todavía quedaban algunas de sus mejores canciones por sonar: Llorando en la limo, Comerte entera, Nunca estoy. Así de inabarcable fue este concierto, que inevitablemente marcará un antes y un después en la manera de pensar las giras en el Estado. Casi al final, C. Tangana guardaba un par de ases más: Antes de morime y Tú me dejaste de querer. Una reflexión antes de acabar: los conciertos también se hacen para hacernos felices y este es el que más felices nos ha hecho, a los que estábamos allí, en muchos años. Imprescindible y con la voluntad de trascender, los críticos madrileños tenían toda la razón.

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