Andrea Motis: "Me gusta pensar que esparzo bienestar"
Música. Publica el disco 'Loopholes'
BarcelonaLa cantante y trompetista Andrea Motis (Barcelona, 1995) ya hace tiempo que trata de ir más allá de la zona de seguridad. No se conforma con el cobijo del jazz clásico y los perfumes melódicos brasileños, y se sacude la timidez con un proyecto que ha compartido con su pareja, el guitarrista y violinista Christoph Mallinger, y otros músicos como el bajista Stephan Kondert, el teclista Big Yuki y el batería Gregory Hutchinson. Juntos han hecho el disco Loopholes (2022), cuya presentación en directo será el 5 de mayo en la Sala Apolo dentro del Festival Guitar Bcn. Después vendrá una gira por Europa.
¿Cómo te ha afectado la pandemia?
— Mi yaya se murió, desgraciadamente. Aparte de esto, yo estaba embarazada cuando fue el confinamiento y estuve con mis padres, muy acompañados todos. Después, cuando se pudo abrir todo, vino mi compañero a vivir a Barcelona. La pandemia unió bastante a la familia.
¿Qué quieres que signifique el disco Loopholes en tu carrera?
— Querría que significara una incursión en una cosa inexplorada para mí y ojalá aprenda de estos estilos que hasta ahora me quedaban a unos cuantos años luz, porque yo venía de una cosa más tradicional, del jazz más clásico, que es menos experimental y menos electrónico. De la mano de Stephan Kondert y Christoph Mallinger, que es mi pareja, me he involucrado en composiciones más progresivas que las que había hecho antes. Así he conocido una parte de la música que, a pesar de que siempre me ha gustado, me queda un poco lejos. De alguna manera también ha sido como mostrar otra parte de mí como músico. Se trataba de sacarme las etiquetas, los miedos y la vergüenza, y meterme en una situación diferente.
¿En qué temas notas que te has soltado más?
— Calima, quizá. Lo elegí porque es una composición de Christoph que me gustaba mucho. La melodía, que era difícil de aprender, quería que estuviera en el disco porque es diferente. Después está Light after dark, porque probamos de hacerla con rap, sin rap y al final elegimos un entremedias que pensaba: "¡¿Guau, qué estoy haciendo?!"
—
Estás muy ilusionada con este nuevo proyecto.
— Sí, mucho, porque estoy contenta con el resultado. He tenido la oportunidad de tocar con gente muy buena que se ha involucrado de una manera increíble. Yo pensaba: "Ahora cojo las riendas y tengo que tirar del carro para que salga una cosa chula". Y ha resultado que no ha sido tan difícil. Ha salido muy fluido porque cada uno ha cogido una responsabilidad y una ilusión increíbles. Ha sido muy guay.
Aparentemente, la versión de El pescador, de José Barrios, parece una canción extraña en tu repertorio.
— Sí, porque es una cumbia. Hay gente que me ha dicho que no parezco yo por la manera en la que canto El pescador. Sí que es verdad que la canto diferente, pero en este disco el reto ha sido Deixa’t anar ('Déjate llevar'), por el hecho de ser en catalán y de tener este punto Erykah Badu; esta mezcla no la había hecho nunca. Me tenía que ver capaz de hacerlo.
¿Te gusta Cécile McLorin Salvant?
— Me encanta.
Acaba de sacar un disco buenísimo, Ghost song.
— Cécile es muy potente. Tiene mucha profundidad y muestra un gran abanico de emociones sin complejos. Y con su personalidad rompe estereotipos y barreras. Para mí es como muy natural y muy pura, es la antítesis del postureo. Eso es lo que me gusta de ella.
¿Qué sentimientos son los que te cuesta más interpretar?
— Justamente lo que te comentaba de Deixa’t anar es como destaparme. Creo que porque vengo de tocar jazz tradicional, que es un género en el que todo es más implícito que explícito, y en cambio Deixa’t anar es como destaparme. Pero no diría que me cueste más, creo que es una cosa que he roto y ahora tengo ganas de cantarla en directo sin ningún tipo de pudor. Antes era más tímida. Estaba bastante segura, pero dentro de un área y lo que he hecho ha sido explorar otras áreas, en mí misma y en la música. ¿Sentimientos que me cueste expresar? Creo que todo lo he ido expresando a mi manera y quizá lo que ha cambiado es la manera de expresarlo.
Si en vez de formarte tocando jazz tradicional lo hubieras hecho en el hip hop, ¿quizá este proceso de sensualización habría sido diferente?
— Sí, completamente seguro. Honestamente, creo que la música que estaba haciendo, el jazz clásico, es más diplomática que el hip hop. Volviendo a Cécile McLorin, ella que dice las cosas muy claras, pero mantiene unas formas, una diplomacia y una técnica, y es con esto con lo que más conecto: con una forma de decir las cosas sin descomponerse. Que el arte a veces se descompone y tiene mucho atractivo, pero mantener la compostura y ser capaz de comunicar muchas cosas me parece muy virtuoso.
Un concierto de una hora y media en el que en cada canción te estés rompiendo es insostenible.
— Claro. Y a veces los artistas también se rompen, porque te estás exponiendo siempre. Además, eres juzgado por la prensa y por el público, y eso no va conmigo. No puedo hacer esto ni quiero hacer esto. Soy más del perfil de la compostura, la diplomacia que te decía. Quiero trabajármelo y después ser libre a la hora de expresarme y de cuidarme. Y, puesto que hablamos de las emociones, siempre me he sentido muy atraída por artistas que expresan vitalidad, como el saxofonista Cannonball Adderley. Me gusta expresar vitalidad y lo que intento es transmitir positividad y paz. Es mi objetivo. Me gusta pensar que esparzo bienestar. Esta es un poco la finalidad artística de mi perfil.
¿Cómo crees que será recibido el disco?
— Tengo mucha curiosidad. Pero sobre todo tengo ganas de tocarlo, de llevarlo de gira. Estoy muy satisfecha con el trabajo que hemos hecho. Guste o no guste, para mí era un paso necesario y que me apetecía.
¿Dónde tienes la voz ahora? ¿Más madura?
— Siempre digo que estoy en el mejor momento. Me siento muy libre, con algo más de experiencia y algo menos de complejos. Estoy disfrutando mucho y no me como mucho el coco. Me siento muy privilegiada de poder vivir de la música y de poder elegir lo que quiero hacer. No tengo que seguir un rol o un personaje, sino que realmente hago y elijo el proyecto que quiero, y de momento va bien. También me siento con mucha responsabilidad porque justamente vivir de un proyecto artístico implica cuidarlo mucho. Me siento afortunada de poder ser fiel a lo que me apetezca hacer y de poder contar con personas que son muy buenos artistas y muy interesantes.
—