Lídia Pujol: "Hago un llamamiento a quitar el Nobel a Alice Munro"
Músico. Publica el disco 'Babel: del estiércol y las flores'
BarcelonaLa cantante Lídia Pujol (Barcelona, 1968) dice que, para hablar de música, hay que hablar de otras muchas cosas: de la bondad, de la responsabilidad hacia el horror y, sobre todo, del misterio de la vida. En 2023 ganó el Premio Espai Ter de Música, que le permitió ensayar y grabar el disco Babel: Del estiércol y las flores (Satélite K, 2024) en el Espacio Ter de Torroella de Montgrí. Rodeada de árboles y pájaros, Pujol busca la complicidad de grandes músicos de nuestro país, como Dani Espasa, Òscar Roig, Pau Figueres, Xavi Lozano, Dídak Fernández, Carlos Montfort y Miquel Àngel Cordero. Como complemento del disco, la cantante conduce en YouTube unoa serie de conversaciones que profundizan en las letras de las canciones.
Con este disco pretende celebrar dos décadas de trayectoria musical, ¿no?
— Más que una celebración, es la toma de conciencia de un camino personal. Siempre he cantado porque tengo el deseo de comunicarme con los demás, crear vínculos de calidad que den sentido a mi vida, tener un pensamiento orientado hacia la luz y el amor. Hace veinte años publiqué el disco Yaie (2003), que significa "grito", y ahora publico Babel, que significa "balbuceo". Antes me salía un grito, un no saber y no estar de acuerdo. Ahora, en cambio, es un no saber y mirar las cosas tal y como son. Formar parte de un misterio que sobrepasa el conocimiento. El misterio de la vida, que es maravilloso. Y para ir haciendo ese camino, tengo dos herramientas importantísimas: la duda y el perdón.
El subtítulo del disco, Del estiércol y las flores, invita a mirar las dos caras de la naturaleza: la más desagradable y la más bonita.
— El estiércol y las flores no son una disyuntiva, sino una copulativa. Para trabajar mi huerto, primero necesito una montaña de estiércol trabajada. El estiércol es flores potenciales, pero sólo se convertirán en flores si nos arremangamos y nos implicamos en nuestro ecosistema. De la basura, o hacemos algo o nos ahogaremos en nuestros propios detritus.
Como músico, ¿necesita que su arte sea coherente con su pensamiento?
— ¡Sí! De hecho, la disociación entre la obra y la persona es un gran problema. Como decía Cecilia –a quien dediqué mi último disco Conversando con Cecilia(2021)–, no sólo me importa la obra sino la persona que está detrás. Alice Munro, que era una de las grandes intelectuales de nuestro mundo, no compostó su estiércol. Eligió dejar sola a una criatura, y esto es muy grave, porque todos tenemos una responsabilidad para con la inocencia. Parece que, como le ha tocado un talento, debemos perdonarle todo. Y no es así, porque el talento no se elige. Eso sí, si tienes un talento, tienes la responsabilidad de elegir al servicio del que pones tu voz.
¿Cree, por tanto, que debemos dejar de leer los cuentos de Munro?
— Lo que debemos hacer es condenarla al ostracismo. Hago un llamamiento a quitarle el Nobel. Ya no sólo por la hija, sino por nosotros. Por la calidad de nuestro sistema. Estamos propiciando un sistema que valora más la obra que la persona, lo que nos retrata como sociedad. El caso de Munro nos interpela a todos nosotros: ¿cómo nos posicionamos ante semejante horror?
"¿Quién sabe más de amor: aquel que tiene placer o aquel que tiene trabajos y languidecimientos?", se pregunta en la canción Babel. ¿El amor es el gran misterio de la vida?
— Este fragmento es del Libro de Amigo y Amado, de Ramon Llull. Y sigue así: "Uno sin el otro no puede tener conocimiento de amor". ¿Qué significa amar? ¿Que el otro te desee como tú lo deseas a él? ¿Que te digan que no pueden vivir sin ti? No lo creo... Los músicos debemos vigilar qué mensajes compartimos, porque algunas canciones llegan a sonar muchas veces todos los días. Están entrando por nuestras orejas mensajes que normalizamos en nuestro inconsciente y que después, cuando nos llegan de verdad, ya no nos parecen tan graves, porque los tenemos integrados. Ramon Llull decía que los juglares y los trovadores debían hacerse cargo de que su música, su literatura, sus artes, potenciaran lo mejor del ser humano.
¿Cree que la sociedad actual vive cierta decadencia en términos de valores humanos?
— El otro día quedé por cenar con una amiga y, para hacer un pequeño paréntesis, decidimos dejar los móviles en casa. Total, que llegamos al restaurante y no podíamos leer la carta, porque debía abrirse con un código QR. La camarera la tuvo que leer en voz alta y fue brutal, porque a raíz de esto nos acabamos haciendo colegas, nos dimos los números y todo. El espacio del milagro existe. Gracias a haber dejado en casa un aparato que me haría la vida más fácil, cómoda y rápida, hice amistad con una chica muy bonita. A partir de ahora no quiero que me pase un milagro por delante y que yo esté mirando el móvil. Quiero conservar la mirada de dos ojos, en vez de una mirada reduccionista de un solo ojo.
"Haremos la revolución y la volveremos a hacer", canta en el disco. ¿Reivindica la esperanza, sin embargo?
— Ramon Llull tiene una frase muy potente: "Durante 45 años he intentado mover a la Iglesia ya los príncipes cristianos a actuar por el bien público. Ahora soy viejo y pobre, pero sigo con el mismo propósito, y seguiré hasta la muerte". Esto es dar sentido a tu vida. No me gusta nada cuando la gente dice que todos somos el sistema. No, yo no soy el sistema. Yo soy una posibilidad infinita dentro de un cuerpo finito, que estoy en un sistema que no me permite desplegar mi real potencial. Deseo hablar a corazón abierto y compartir mi vulnerabilidad. Un día nos iremos y no podremos llevarnos nada, aunque acumular y conquistar sean los grandes hitos del neoliberalismo. El sistema nos ha devuelto apáticos, nos ha robado la espontaneidad y las ganas de denuncia. Me gustaría invitar a la gente a luchar hasta el final, porque nos vamos a morir igualmente. Amando o de cuatro patas, pero nos vamos a morir todos.
El disco incluye versos de Maria Mercè Marçal, Josep Palau i Fabre, Emily Brontë, Sergi Belbel, Jacques Prévert, Tracy Chapman, Enric Gispert, Ramon Llull... ¿Le gusta empaparse de la voz de otros artistas?
— ¡Mucho! Porque, como decía Walt Whitman, contengo multitudes. De Maria Mercè Marçal he elegido el Padre-gavilán, un padrenuestro que representa el deseo de cortar la cabeza al patriarcado, que sigue la lógica de la dominación. La historia de la humanidad todavía no ha empezado a escribirse, porque debe ser una historia de amor. Hasta ahora hemos ido a la pata coja, porque el patriarcado es una torre sin cimientos.
Dedica el disco al economista catalán Arcadi Oliveres y la artista irlandesa Sinéad O'Connor. ¿Por qué los considera inspiradores?
— Son dos personas que fallecieron poco después de la pandemia y que, para mí, son referentes de vida. A Sinéad O'Connor deberían hacerla santa: rompió la foto del papa de Roma, que simbolizaba la jerarquía de la Iglesia, y denunció públicamente la corrupción que hay en este tenderete que hace negocio en nombre del amor. Si vamos a los Evangelios, vemos que Jesús entra en el templo y precisamente critica la corrupción eclesiástica. Y Arcadi decía que estamos en un sistema asesino y debemos decir bastante; señalaba que el neoliberalismo impide que la semilla humana pueda florecer según su verdadero potencial. María del Mar Albajar, la abadesa del monasterio de San Benito de Montserrat, decía que los humanos somos finitamente infinitos: tenemos un cuerpo finito, pero un deseo infinito de amar.
También dedica algunas canciones al escritor Brian Dunning, el químico James Lovelock y la bióloga Lynn Margulis.
— La bióloga Lynn Margulis defendió que la forma de relacionarnos más productiva no es la competitividad, sino la simbiosis. Y denunció que no podemos hacer la vida a nuestro tamaño, sino que debemos aceptar las cosas tal y como son. También dedico canciones a tres amigos que me parecen referentes: la periodista cultural Anna Pérez Labrador, que con su calidad humana nos hacía sacar lo mejor de nosotros y nos hacía sentir que nuestro trabajo tiene sentido; la actriz Itziar Castro, que era una gran amiga y estaba implicada en todas las causas, y el cantautor Ramon Muntaner, que propició mi calidad artística y humana, y también estaba muy comprometido con los valores.