Música negra, negocio blanco

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El Fórum Música y Pluralidad organizado en la SGAE por la Academia Catalana de la Música.

Barcelona"Música negra, negocio blanco", este fue uno de los conceptos que surgió durante el Fórum Música y Pluralitat organizado por la Academia Catalana de la Música los días 16 y 17 de noviembre. Lo introdujo Javi Zarco, histórico promotor musical de Barcelona con familia africana, impulsor del Club Mestizo que dio cobijo al sonido mestizo de grupos como Ojos de Brujo y Dusminguet, y desde hace una década al frente del sello Slow Music, dedicado a los músicos que hacen música africana en Cataluña. Zarco y el músico catalanoargelino Yacine Belahcene presentaron la primera mesa redonda, titulada El ejercicio profesional de la música. Entre los ponentes, tres de origen africano: Olamide Adisa, de la plataforma musical y audiovisual The Voodoo Club, que incluye sesiones de club en la sala Upload del Poble Espanyol; Aron Diatta, del colectivo afroqueer Nea Onnim barcelonés; y la cantante Nakany Kanté, nacida en Guinea Conakry y residente en Sabadell, y que ha desarrollado la carrera musical en Cataluña. El cuarto ponente era el músico Ramón Giménez, "un gitano catalán de Trini", como dice él mismo, y fundador de Ojos de Brujo. Y entre el público que intervino, músicos nacidos en Argelia, México, Colombia, Brasil, Argentina... Todo el mundo trabajando en Cataluña.

A lo largo de más de tres horas, la Sala Mompou de la SGAE se llenó de experiencias e ideas interesantísimas y necesarias también para explicarnos como sociedad. La de "música negra, negocio blanco" viene a cuento de la poca permeabilidad del sector musical a la pluralidad de la sociedad catalana: "En los festivales, incluso en los de música negra, los negros trabajan en las barras, limpiando o de seguridad, pero no hay ni programando ni dirigiendo", dijo Zarco, constatando la lentitud con la que las estructuras socioeconómicas e institucionales se adaptan a nuevas realidades sociales y demográficas, que en realidad ya no son tan nuevas, porque el sonido Barcelona lo crearon "perroflautas, gitanos e inmigrantes en los años 90", tal y como recordó Giménez, y músicos como Morad ya han nacido en Cataluña.

A menudo, la pluralidad también falta entre el público de conciertos y clubs, y así lo hizo notar Adisa, que ha visto cómo, por ser negro, le cerraban el acceso a discotecas que hacían fiestas de hip hop y afrobeat, "músicas negras". Por eso, y ante "la falta de representación" en el sector, en el 2018 Adisa y unos amigos montaron el Voodoo Club, "por la necesidad de crear un espacio seguro para apoyar a artistas afrocatalanes, asiáticos y latinoamericanos". "La primera vez que fui al Voodoo Club, dije: «Uau, ¡hay más de tres personas negras en esta discoteca!»", explicó Diatta, que en Nea Onnim participa precisamente de la creación de un espacio seguro. Para las personas afroqueer, dice Diatta, es muy importante encontrar "espacios seguros de fiesta y de debate". "En los espacios queer también podemos encontrar racismo, y en los espacios afro también podemos encontrar queerfobia", advierte. La idea de fondo es tener voz propia y libre para modular la relación con otros contextos sociales y culturales.

Antes, Diatta había sido muy crítico con la forma como a veces son utilizados los músicos africanos: "Nos llaman para la Semana de la Diversidad Cultural, y gracias. Somos accesorios, nos llaman para salir a videoclips y después nada más, nos reducen al estereotipo de la minoría étnica que sabe bailar". Y Adisa añadió: "¡Que en África no va todo el mundo tocando el tambor por la calle!".

La voluntad de conocer

En la charla en el Fórum de la Academia Catalana de la Música se insistió en la necesidad de conocer al otro y de incorporar dinámicas muy sencillas de aplicar. Por ejemplo, como dice Adisa, si un festival contrata a un grupo con músicos de origen nigeriano y religión musulmana, no cuesta nada pedirles qué bocadillos querrán en el camerino en vez de dejar bocadillos de jamón por defecto. "Es importante entender cada cultura, no ir de espabilado", recomienda. También es necesario tener presentes las condiciones materiales del público afrocatalán a la hora de programar a un artista en un festival. El Primavera Sound incluyó en el cartel al joven músico nigeriano Rema. Pero por una vez que traen una nueva estrella nigeriana, "lo programan el jueves", un día en el que el público afrocatalán seguramente está trabajando, y "además debe desplazarse desde Vic o Girona, y pagar más de 100 euros por la entrada". "Programa el sábado, facilita un poco las cosas, para que la gente a la que le gusta ese artista pueda verlo", pide Adise. El socio del Voodoo Club puso sobre la mesa otro elemento interesante: la imposibilidad de hacer rentables los conciertos en sala con público de origen africano que no bebe alcohol. Como ocurre con los conciertos con público mayoritariamente adolescente, todo ello evidencia la inconsistencia de supeditar la sostenibilidad de la música a la venta y el patrocinio de alcohol.

Realidades complejas

El debate reflejó también realidades complejas, como la de Nakany Kanté, que en Guinea Conakry no podía cantar por ser mujer. Solo cuando vino a Cataluña pudo dedicarse a cantar... "Y hoy, donde antes querían azotarme, ahora cantan mis canciones", dijo Kanté, que busca mantener la identidad allá y aquí: "Quiero tocar con músicos de aquí, y también con músicos guineanos, porque cuando hay un guineano en la banda me siento más en casa". Ramón Giménez se sintió identificado en la experiencia de Kanté: "En la búsqueda de la identidad como gitano catalán, también he experimentado el rechazo dentro y fuera de la comunidad".

En el turno de palabra, el público de esta primera charla del Fórum Música y Pluralidad añadió más experiencias, unas que ilustran el racismo y la incomprensión cultural y otras que muestran la capacidad de la música precisamente para apaciguar intolerancias. Yacine Belahcene, que canta en catalán y árabe, recordó la mala experiencia de un concierto organizado con "buenas intenciones" en la Seu d'Urgell. Cuando a medio concierto empezó a cantar en árabe, las mujeres magrebíes se acercaron al escenario a bailar... mientras buena parte del público no magrebí se marchaba contrariado de la plaza. En cambio, la DJ argelina Soumeya, que lleva tres años viviendo en Barcelona, hizo una sesión durante la Mercè delante del Born, con un "público plural e intergeneracional". "Pinché músicas tradicionales del Magreb y orientales, y también músicas para jóvenes, y en la pista de baile estaban todos, también los que paseaban por allí", dijo Soumeya, que aún añadió una nueva capa de complejidad al debate: a veces se contrata a artistas magrebíes por el factor "folklórico": "Y yo no soy tanto la mora folclórica, así que a veces hay como una especie de doble discriminación. Como cuando solo me llaman para hablar de cosas árabes".

Igualmente inspirador fue cómo Aron Diatta habló sobre la relación de la música con las diferentes generaciones. En Senegal, el mbalax, el estilo que aúna rítmica tradicional africana, blues y rock, representa la música de los padres, a la que Diatta no prestaba atención, más interpelado por las diferentes evoluciones del afrobeat. Sin embargo, ahora entiende la conexión entre estilos y generaciones, una lección que se puede aplicar a otros contextos culturales y musicales.

Tot ello, tan solo en la primera de las cuatro mesas redomdas del Fórum Música i Pluralitat, que también dedicó sesiones a La perspectiva de los artistas, creadores o intérpretes musicales, Formación y acceso al aprendizaje musical y Audiencias, difusión y consumo musical.

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