Música

Quevedo lubrica al Sant Jordi con sexo, añoranza, despecho y reggaeton

El cantante canario reúne a más de 17.000 personas en el primero de los dos conciertos en Barcelona

Quevedo en el primero de los dos conciertos en el Palau Sant Jordi.
21/10/2025
4 min

BarcelonaPromesas de sexo anal clandestino. Recuerdos de deseo volcánico. Heroicidades amatorias diversas. Reproches desde el pozo del despecho y al mismo tiempo romanticismo juvenil. Añoranza de la vida antes del éxito. Y metáforas, las justas, en unas letras que, como dice en Qué asco de todo, le salen del pecho y son más enunciativas que retóricas, aunque de vez en cuando proponen imágenes bastante potentes, como cuando en Vista al mar proclama "tengo hueca mi mente pa' que te mudes". Con estas herramientas y un reggaetón melódico de efectos lubricantes triunfó Quevedo este lunes en el primero de los dos conciertos programados en el Palau Sant Jordi.

Dos años después de llenar dos veces el Sant Jordi Club y de actuar en el Share Festival, el cantante canario Pedro Luis Domínguez Quevedo volvía a Barcelona con el impulso del disco Buenas noches (2024) y los más de treinta millones de oyentes mensuales en Spotify. El Quevedo de 2025 mantiene la naturalidad que le hace singular: un registro de voz grueso que no suaviza ni el autotune y una forma de moverse por el escenario que recuerda a alguien que sigue una terapia para superar el miedo escénico. Es como si a punto de cumplir 24 años todavía estuviera asimilando cuatro años de éxito abrumador. De hecho, el concierto está estructurado en tres bloques que se pueden interpretar como tres capítulos de la historia de Quevedo. Y la puesta en escena refuerza esta idea entre confesional y narcisista: un escenario central (como Billie Eilish y Roger Waters) al que llega tras pasear por una alfombra roja, ningún músico a la vista (toda la música era enlatada, como las colaboraciones de Karol G y Aitana), ocho bailarines acompañando sin obligar a Quevedo a nada y detalles como cuatro hamacas en Playa del inglés, micrófonos de rueda de prensa defensiva en Noemú y el romanticismo del dúo de una pareja de bailarines en Amaneció. Como novedad estética, un peinado mullet que esconde la nuca.

Quevedo en el Palau Sant Jordi.

De acuerdo con un minimalismo escénico elegante que no busca el impacto por acumulación como ocurre con otros artistas, Quevedo marca cada bloque con sutiles cambios de vestuario. Empieza con traje cruzado, como quien llega a la fiesta dispuesto a lucirse. Vestido así canta Duro, el despecho de Chapiadora.com y 14 febreros, una oda a la culminación de un deseo incubado desde primaria y recibida con gritos de "Quevedo, Quevedo!" por un público entre el que había mucha gente con la camiseta amarilla de Las Palmas con el nombre del cantante canario. "La gente con aura lleva esta camiseta", decía una espectadora en la entrada del Sant Jordi.

Es el Quevedo que marca territorio y que, en la canción Por atrás, muestra el abismo generacional entre padres e hijos que explica Oriol Rosell en el libro Matar a papito: Por qué no te gusta el reguetón (ya tus hijos, sí). Al canario le bastan dos versos: el que promete hacer vía por detrás y lo que dice que los padres no quieren oír su nombre (un paso más allá de lo que hacía Loquillo en El ritmo del garaje cuando cantaba "quién es ese chico tan raro con lo que vas").

A pesar de una sonorización muy mejorable que ensuciaba la voz, Quevedo estableció una conexión inquebrantable con el público, sobre todo en los temas donde manda el reggaetón melódico, que es donde realmente se expresa con personalidad. Sin embargo, también es capaz de hipnotizar al Sant Jordi con Piel de cordero, una balada triste por una separación incomprensible (las canciones de Quevedo hablan del qué pero no del porqué) y por el recuerdo de una noche de sexo sin límites.

El bloque central, vestido con pantalón de pinzas y camiseta de tirantes, fue el de la celebración, la traslación al escenario de la vorágine de éxito que ha vivido el cantante canario. Eso sí, muy irregular, porque hay demasiada distancia entre hits inapelables como Wanda y Punto G y las dos colaboraciones con el también canario Lucho RK.

El bajón de intensidad lo compensó en el tercer bloque. Vestido con una chaqueta de piel que hacía de refugio metafórico, Quevedo barajó las contradicciones de la fama, cantando entre la rabia y la impotencia Qué asco de todo y Still luvin', deshaciéndose en la añoranza en Buenas noches (un poco como la Rosalía que sufría por la distancia que impone el éxito), remachando el clavo del despecho en Tuchat (muy Maluma, este Quevedo) y entregándose a las miserias de la autoindulgencia en Iguales mientras el Sant Jordi cantaba "En mí no debes confiar / To' los hombres somos iguales / Solo queremos montar un McLaren / Dinero, mujeres y abdominales / Sé que te duele, pero, baby, es la verdad". Justo después, y sin chaqueta, cerró el concierto con una versión reducida de Quédate (la sesión con Bizarrap). En Barcelona habrá reunido a 35.000 personas en dos shows.

Quevedo en el Palau Sant Jordi.
stats