Pasolini invita a una orgía en el Liceu
Héctor Parra capitanea una ópera de gran sabiduría que desprende inteligencia y sensibilidad
- Composición: Héctor Parra
- Dirección de escena y libreto: Calixto Bieito
- Dirección musical: Pierre Bleuse
- Asistente a la dirección musical: Josep Planells
- Con Aušrinė Stundytė, Christian Miedl y Jone Martínez
Estrenada el verano del año pasado en el Teatro Arriaga de Bilbao, llega ahora al Liceu la penúltima ópera de Héctor Parra (la última, Justice, se estrenó en enero en Ginebra). Sensible a una lectura exigente y sin concesiones, el compositor catalán ha optado por Orgía, la primera de las piezas teatrales de Pier Paolo Pasolini. Un texto duro, implacable, que permite reflexionar sobre el descontento humano ante el desencanto de la burguesía ya partir de una sexualidad destructiva, pero que debe leerse más allá del sexo: la crítica a la sociedad contemporánea, la voluntad de volver a un mundo preindustrial, precapitalista y atávico por los caminos de la ternura pero imponiendo una paradójica violencia destructiva y regeneradora atraviesan de punta a punta un texto bien sintetizado por Calixto Bieito, director escénico de la propuesta.
El resultado es un espectáculo frío, cortante pero a la vez tierno, de grandes contrastes y que exuda inteligencia y sensibilidad a partes iguales. Todo ello capitaneado por la música de Parra, de una gran sabiduría y exigente por su lenguaje atonal, pero que incluye sutiles referencias a Jacopo Peri, Claudio Monteverdi o Johann Sebastian Bach. Quién sabe si detrás de estas opciones está la idea verdiana del “torniamo all'antico e sará progreso”. En cualquier caso, la partitura es densa, excelentemente orquestada (el foso del Liceu ha doblado la inicial disposición de Bilbao) y muy bien escrita para la voz, especialmente la parte baritonal, de exquisito lirismo.
La magistral dirección de Bieito profundiza en el sentido último del texto y es minuciosa en lo que se refiere al trabajo actoral. Quizá por eso, y dado el componente cambrístico de la pieza, la gran sala del Liceu no ayuda a aproximarse a los mil y un matices de esa pequeña gran maravilla que es Orgía. Una obra, en definitiva, que desafía las convenciones autocomplacientes en las que ocasionalmente cae el espectáculo operístico. Lo hemos dicho muchas veces: como arte, la ópera lleva inherente una función social. Y en ocasiones debe interpelar, incomodar o incluso molestar para que el espectador tome una distancia crítica respecto a la temática que se le propone. En el caso de Orgía, habría sido fácil caer en opciones groseras o escabrosas, lo que habría supuesto una traición a Pasolini. Por el contrario, se opta por la inteligencia, pero alejándose de la voluntad de hacer cosquillas al espectador. Por si no había quedado claro: no se debe ir a ver Orgía como si fuéramos a ver, pongamos por caso, La bohème.
Obviamente, las dificultades interpretativas se imponen, pero el equipo reunido en el escenario del Liceu sale con nota, así como una orquesta bien preparada y dirigida por Piere Bleuse, ya un día de la versión en concierto en el Liceu de otra página sin concesiones como es El castillo de Barbazul de Béla Bartók.
El trío vocal integrado por el barítono Christian Miedl y por las sopranos Aušrinė Stundytė y Jone Martínez ha demostrado compenetración, conocimiento de causa e implicación en la obra de Parra. Buen nivel técnico, prestación actoral y convencimiento interpretativo atravesaron una hora y veinte minutos de intensidad musical y teatral, seguida con atención por un público que acabó ovacionando la partitura, los intérpretes y el compositor.