'Turandot' y el 'aniversaritis' del Liceu
El teatro recupera la versión de Núria Espert, convertida en un clásico, pero le falta brillo en el apartado musical
Gran Teatro del Liceo
29 noviembre 2023
Hace cuatro años, el Liceu presentó una nueva producción de Turandot a cargo de Franc Aleu para conmemorar el vigésimo aniversario de la reinauguración del teatro. En octubre del próximo año habrán pasado veinticinco años de esa reapertura y se ha vuelto a programar la ópera de Puccini, pero en la versión que dirigió Núria Espert para aquella solemne ocasión, ahora recuperada por Bárbara Lluch, limpia de la actriz. La pregunta es si debía decantarse por esta opción, teniendo mucho más reciente en la memoria el espectáculo de Aleu. Y la respuesta puede ser ambivalente: por un lado, el montaje de Espert es un clásico. Pero por otro, el de Aleu –que no se ha vuelto a ver– suponía una mirada hacia delante.
En el Liceu parece haber un exceso decumpleaños que hace perder de vista lo que debería volver a ser el teatro: un referente internacional en materia de grandes voces. Y no es que esta reposición de Turandot no cuente con dos buenos repartos (lo son), pero lo cierto es que el brillo de la puesta en escena contrasta con una lectura plana del drama pucciniano en materia musical. Visualmente, el espectáculo sigue funcionando con su concepción cinematográfica, gracias al binomio Frigerio-Squarciapino, complementado por la sabia iluminación de Vinicio Cheli. Como repositora, Lluch ha respetado las directrices de la abuela, aunque restituyendo el final pretendidamente feliz de la obra, y rehuyendo el suicidio de Turandot que Espert imaginó en su montaje original.
El primer reparto es en su conjunto digno, pero sin los estallidos de brillo que pide la partitura de Puccini. A la Turandot de Elena Pankratova le falta la bilis de crueldad del personaje, si bien se reviste bien con el hielo aludido por Liu. Dicho de otro modo: es fría, y en el enfrentamiento con Calaf después deIn questa reggia le falta más electricidad. Ha vuelto Michael Fabiano, no sé si destinado a ser el tenor pucciniano de la década. Personalmente, creo que la voz no es nada interesante, aunque el cantante estadounidense se implica mucho en la asunción del personaje.
El rol más pucciniano de la ópera es el de Liù, y Vannina Santoni lo da todo en sus dos grandes arias, empapadas de dulzura y de lirismo melodramático, que es lo que toca. Bon Timur el de Marco Mimica, de graves poco rotundos, y curioso el Altoum de todo un veterano wagneriano como Siegfried Jerusalén. Excelente compenetración entre Ping (Manel Esteve), Pang (Moisés Marín) y Pong (Antoni Lliteres).
En el foso, Alondra de la Parra dirigió el tráfico sin ideas brillantes y sin pasajes que permitieran extraer las genialidades de la partitura: una dirección musical que se limita a leer la partitura, frente a los efectivos miembros de la orquesta y de una masa coral que cumplió sin demasiadas alegrías.