Museos

¿Quién tiene derecho a decidir qué hacer con los restos humanos de los museos?

Cada vez hay más debate y más comunidades que quieren que se les devuelvan huesos que consideran suyos

Parque Arqueológico de Pompeya
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BarcelonaHace tres años, realizando obras en el antiguo Laboratorio de Paleoantropología y Paleopatología del Museo Arqueológico de Cataluña (MAC), se encontraron los restos de una niña de dos años que había fallecido en los años sesenta del siglo pasado. Tenía una malformación y el paleopatólogo Domènec Campillo, que en 1971 había inaugurado el laboratorio, quería compararla con otros restos de la época medieval. “Cuando la encontramos, no teníamos claro qué estatuto tenía ni qué debíamos hacer, y se generó un primer debate. Le dimos una identidad, el nombre de Estel, y la enterramos en el cementerio de Montjuïc", explica Jusèp Boya, director del MAC.

No es el único resto “atípico”. En el museo había dos esqueletos de origen vietnamita que se utilizaban en el laboratorio y también como atrezo en algunas exposiciones. "El próximo año haremos noventa años y debemos replantear la manera de hacer y de trabajar. En el 2026 también renovaremos toda la exposición dedicada a la prehistoria y debemos estudiarnos la manera de exponer los restos", aseguró Boya durante la primera jornada sobre la ética en los restos osteoarqueológicos que se celebró en el MAC.

La mayoría de los museos no se plantean que los restos humanos desaparezcan ni de las exposiciones ni de los almacenes. Además, el público las reclama. El Museo de Manchester hizo un intento de sacar las momias en el 2013 y tuvo que volver a exponerlas. "En Reino Unido el público espera ver restos humanos. Si vas al Museo Británico de Londres, la sala con más público, y lo puedes comprobar todos los días de la semana, es la de las momias egipcias", explica Tish Biers, comisaria del laboratorio Duckworth del Centro de Estudios Evolutivos Humanos del departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge. Ahora bien, lo que cada vez se discute más es cómo se exhiben estos restos. "Cuando en el Museo de Arqueología y Antropología de Cambridge quiso exhibir los restos de una adolescente anglosajona que se había exhumado en Trumpington (Inglaterra), se habló con un teólogo, un arqueólogo local, un profesor... Es importante informar y escuchar a todo el mundo", añade Biers, que cada semana recibe más de cinco peticiones de distintas comunidades que esperan que se les devuelvan restos. Y así se ha hecho, sobre todo con las que provenían de Australia, Nueva Zelanda y América.

Nuevas aproximaciones a Pompeya

"Los huesos son la historia sin la intervención de los historiadores. Es conocimiento, te cuentan lo que sucedió y deben exhibirse pero de la forma adecuada, y en un contexto", defiende Valeria Amoretti, responsable del laboratorio de Investigación Aplicada del Parque Arqueológico de Pompeya, donde se guardan los restos de más de mil víctimas de la erupción del año 79. Es bastante impactante verlos, porque se conservan tal y como murieron: intentando escapar de la muerte. "Estamos trabajando en una nueva exhibición que sea más sensible, no que haga más dramático lo que ya lo es. Creemos que debemos hacerlo de forma que sea el propio público quien decida qué quiere ver y crear un entorno adecuado", detalla Amoretti .

En diciembre del 2023, Sean Decatur, presidente del Museo Americano de Historia Natural, escribió una carta en la que afirmaba que una de las prioridades del museo debía ser resolver qué hacer y cómo tratar a los 12.000 individuos que conserva. Un 23% eran nativos americanos que, según la ley de protección y repatriación de tumbas de los nativos americanos, debían ser devueltos, y así se hizo con la mayoría. Un 74% son de distintos lugares del mundo, y un pequeño grupo son de americanos pobres que fueron a parar al museo sin el consentimiento de nadie. "Las colecciones de restos humanos han sido posibles gracias a los desequilibrios de poder", dice Decatur. Decidió trabajar para devolverlas porque ninguna era esencial para contar la historia y porque a veces eran exhibidas como objetos. "Son los ancestros de alguien y en muchos casos víctimas de la violencia o representantes de un grupo que fue explotado o fue víctima del abuso de poder, y exhibirles alarga ese abuso", asegura.

Comprar restos es legal

Excavar y estudiar restos humanos permite conocer el origen y evolución de las enfermedades, episodios de violencia del pasado, la dieta, la demografía... "Es una fuente de conocimiento de la sociedad, de la economía, de la política... Estudiarlas es importante porque modifica las interpretaciones que se habían hecho originalmente", defiende Nicholas Márquez-Grant, profesor de antropología forense de la Universidad de Cranfield. "Vender y comprar restos humanos es legal, incluso se pueden comprar en las redes, pero lo que hay que valorar es si esto es ético", añade. A la hora de devolver o no devolver los restos, existen diferentes cuestiones a valorar: si se obtuvieron o no de forma legítima, si pueden ser una fuente de conocimiento, si lo que las pide tiene derecho a hacerlo, si puede garantizar que tendrá un entierro digno...

Julia Pastrana.
 Momia de la madre del faraón de Tutankamón.

En 2008 los druidas reclamaron un esqueleto neolítico que había sido hallado en el monumento megalítico de Stonehenge cerca de Amesbury, y que conserva el museo Alexander Keiller. Se hizo una consulta pública y se decidió conservar los restos en el museo y no enterrarlos porque valía la pena estudiarlos. En cambio, en otros muchos casos, los restos sí se han devuelto. Márquez-Grant trabajó en el caso de la repatriación y entierro de la mexicana Julia Pastrana (Sinaloa, 1834-Moscú, 1860). Pastrana tuvo una vida bastante triste. Cuando murió su madre, la vendieron a un agente estadounidense y formó parte de un espectáculo de freaks porque sufría hipertricosis, una enfermedad que, entre otras cosas, provoca que el rostro y el cuerpo estén cubiertos de pelo. Se acabó casando con el agente y tuvo un hijo que murió al nacer. Los cuerpos de ambos fueron embalsamados y continuaron exhibiéndose hasta prácticamente en la década de los 70 del siglo pasado. El penúltimo destino de madre e hijo fue el departamento de Anatomía de la Universidad de Oslo. En 2012 México reclamó los restos de Pastrana y su hijo para darles un entierro digno. Después de años en un almacén sin que nadie hiciera ninguna investigación, se les acabó enterrando en México.

El "gigante irlandés"

No es el único caso. Charles Byrne (1761-1783) fue un irlandés que medía más de 2,30 metros de altura y al que bautizaron como "el gigante irlandés". Temía que una vez muerto le pasara como cuando estaba vivo, que fuera exhibido, y pidió y pagó para ser sepultado en el fondo del mar. No le hicieron caso. Durante 240 años se le mostró en el Museo Hunterian del Colegio de Cirujanos de Inglaterra. En enero del año pasado, aprovechando unas reformas, el museo decidió, finalmente, que no lo exhibiría más pero que conservaría sus restos para estudiarlos.

No hay una fórmula única para los restos humanos. "Cada situación es única. Una norma o solución generalizada no es adecuada. Debemos permitir evaluarnos y adaptarnos a las circunstancias específicas de cada caso", opina Núria Armentano, arqueóloga y antropóloga, responsable del Laboratorio de Paleopatología del (MAC ) y profesora de la UAB. "En el terreno de la musealización, es necesario encontrar el equilibrio entre el interés científico y el respeto. Hay que ser muy creativo. Los restos osteoarqueológicos tienen un poder muy grande, y su valor científico es innegable, pero para que tengan un impacto positivo y para que nuestras investigaciones e investigación sean rigurosas, debemos velar también por nuestro compromiso con los valores humanos, sociales y culturales", añade.

El caso de las necrópolis judías

En toda Europa en los últimos años ha habido diferentes controversias en torno a los cementerios judíos. En el caso de Israel, una ley aprobada en 1978 da poder a las autoridades religiosas y restringe los derechos de la Autoridad Arqueológica de Israel a excavar los cementerios. En Cataluña, los restos de las necrópolis son patrimonio público. Las leyes de patrimonio cultural protegen los restos e indican que los restos hallados en excavaciones forman parte del patrimonio cultural y, por tanto, están bajo la tutela del Gobierno.

En Cataluña se han excavado las necrópolis judías de Les Roquetes (Tàrrega) y de Montjuïc (Barcelona). En época medieval, el cementerio de Les Roquetes se encontraba fuera murallas, a poco más de novecientos metros de la judería, y fue utilizado desde 1278 hasta 1492, momento de la expulsión de los judíos. Se empezó a excavar en 2007 y se documentaron 159 estructuras individuales y seis fosas comunes, con un número mínimo de individuos de 69. Sin embargo, en mayo de 2007, la comunidad ATID, la CIB y la Jabad Lubavitch pidieron la paralización de las excavaciones. Al final se llegó al acuerdo de continuar con los trabajos de campo, pero sin la posibilidad de realizar los estudios antropológicos, y ese mismo año 159 individuos fueron inhumados en el cementerio de Collserola. Sin embargo, otros 69 no fueron inhumados y empezaron a estudiarse. Tras un largo paréntesis, se pudieron continuar analizando en 2024.

"Los restos antropológicos de la necrópolis de Roquetes de Tàrrega son importantes especialmente porque presentan evidencias de múltiples lesiones perimortales que son evidencias directas de las consecuencias del asalto en la judería de la ciudad en el siglo XIV, que puso fin a la vida de muchos judíos. Tienen interés histórico, antropológico, forense... Las evidencias de las lesiones permiten reconocer cómo fue el asalto, con qué herramientas o armas. atacaron, si fue indiscriminado", dice Armentano. Sin embargo, no podrá profundizarse más. Los 69 individuos también fueron inhumados este mismo año en Collserola.

El cementerio judío de Montjuïc, que no está señalizado, tiene unos orígenes que se remontan como mínimo al siglo XI. Se encuentra junto al acantilado del Morrot pero es casi invisible. Muchas de las lápidas se vendieron como material de construcción en los siglos XIV y XV. Posteriormente, en el siglo XX, también le afectaron obras como las instalaciones de tiro que se realizaron en 1945. En ese momento se hizo una primera excavación, se estudiaron 171 tumbas y se recuperaron 114 inhumaciones de 24 niños y 90 adultos que fueron estudiadas en la Universidad de Barcelona. Cuando se volvieron a realizar obras en 1996, se localizaron 557 fosas. Algunos de estos restos se encuentran en el Centro de Colecciones del Museo de Historia de Barcelona (Muhba), donde hay depositadas 29.453 cajas de material arqueológico de más de 1.200 intervenciones que se han realizado en toda la ciudad y de diferentes épocas, desde el Neolítico hasta el siglo XIX. De éstas, 1.830 corresponden a restos humanos exhumados de 168 intervenciones distintas. "En el Muhba no hacemos distinción según origen, época o religión. El tratamiento de los restos aparecidos, sea cual sea su tipología, antigüedad y adscripción cultural o religiosa, es el mismo.", asegura Emili Revilla, responsable del Archivo Arqueológico del Muhba.

"Hay diferentes casos donde se han detenido las exhumaciones o se han repatriado restos. Hay un cementerio africano en Manhattan, donde las excavaciones se detuvieron porque la comunidad afroamerciana se quejó de que nadie les había informado ni los había dicho lo que se haría con los restos", explica Márquez-Grant. Al final se hizo cargo de la Universidad de Howard afroamericana. Ha habido otras protestas protagonizadas por descendientes directos o, incluso, por comunidades que se consideran herederas por motivos genéticos, como fue el caso del hombre de Kennewick. Se trata de un esqueleto de hace 9.000 años que se localizó a orillas del río Colombia, en el estado de Washington, reclamado por cinco tribus indígenas. "A veces no es tanto la religión como las necesidades de una comunidad y es un tema de respeto y dignidad", concluye Márquez-Grant.

Necrópolis judía de Tárrega.
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