Los recuerdos de la última madre viva de la Maternidad de Elna
Remei Oliva, de 103 años, rememora en 'La noia de la capsa de fils' el encarcelamiento en el campo de Argelers y la dureza del exilio
La Jonquera“Pienso que estoy soñando, que no soy yo, que no es a mí a quien hacen fotos”, confiesa Remei Oliva, que, últimamente, no para de hacer entrevistas y presentaciones de su libro, La noia de la capsa de fils. Memòries d’un exili no desitjat. Con 103 años, Oliva es la última madre que queda viva que parió en la Maternidad de Elna; el centro creado por Elisabeth Eidenbenz y que ayudó a dar a luz a 597 hijos de mujeres encarceladas en campos de concentración. La badalonesa llegó allí en 1940, procedente del campo de Argelers, donde la encarcelaron con el resto de su familia cuando huían de la dictadura de Franco. Su relato muestra la dureza y la lucha por la supervivencia de una mujer que vivió la primera maternidad entre las bombas de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, con 15 meses de reclusión en un campo de concentración de Argelers y de Sant Cebrià.
Nacida en Barcelona en septiembre de 1918, Remei Oliva fue a vivir de pequeña a Badalona, donde aprendió el oficio de modista. Cuando estalló la guerra, su hermano y su marido, Joan Oliva, eran miembros del ejército republicano y decidieron marcharse. “Mi hermano llegó con un camión que le habían dejado; entonces dejar quería decir dar –recuerda–. Recogimos cuatro sacos y un colchón, y, con mis padres, salimos a las once de la noche. La carretera iba llena de gente”, rememora la badalonesa.
Hasta las tres de la tarde del día siguiente no llegaron a Figueres, donde esperaban encontrar la casa de unos tíos que vivían allá. Pero sus parientes lejanos no eran los únicos que buscaba Remei. Su marido, con quien se acababa de casar, se había tenido que quedar en Badalona y habían acordado que se encontrarían de camino a la frontera. De casualidad, al cabo de unos días en Llançà, identificó el rostro de su hermano, entre los centenares de personas y vehículos que formaban una larga caravana que intentaba llegar a Francia. “Cansada de tanto mirar, reconocí a Domènec [su hermano], de pie detrás de un camión que Joan conducía. Intentaban localizarnos”, relata en su libro.
Camiones con alambrada espinosa
La familia reunida llegó a Argelers, con el resto de refugiados, donde la policía los paró y les impidió continuar avanzando. “Nos dijeron que vendrían unos camiones que traerían pan. Cuando vieron todo el gentío que había, empezaron a lanzar los panes por la carretera y la gente, como perros, se echaron rápido a cogerlos. Algunos llevaban 3 o 4, y otros ninguno”, recuerda la modista.
Pasados unos días vieron como camiones llenos de alambrada espinosa llegaban a la playa. Poco a poco, fueron haciendo un cercado, hasta que un día colocaron una puerta y una garita con un soldado, y los encarcelaron dentro: se acababa de levantar el campo de concentración de Argelers. Las condiciones eran infrahumanas: no tenían agua potable y muchos caían enfermos por disentería y otras enfermedades. Solo había una barraca de enfermería y las únicas medicinas que tenían eran unas pastillas de caldo Maggie y unas aspirinas. “Los que estaban muy mal se los llevaban al hospital y ya no volvían”, lamenta.
Fue en Argelers cuando Oliva se dio cuenta de que estaba embarazada de su primer hijo, Rubèn. Tuvo suerte porque la llevaron a la Maternidad de Elna, donde recuerda que las cuidaron muy bien: “Había chimenea, fuego para calentarnos, dormíamos en una cama, y comíamos tan y tan bien”. Al cabo de un mes y medio de tener la criatura, sin embargo, tuvo que volver al campo de Argelers hasta que consiguió un trabajo en una fábrica, cosiendo pantalones para los soldados, que hizo que salieran de aquel infierno ella y su familia. Aun así, les quedaba todavía un largo calvario hasta reencontrar la paz: entonces empezaba la Segunda Guerra Mundial, y ellos eran una familia de refugiados en Francia, sin recursos ni papeles.
Pequeña muestra en el MUME
A pesar del paso de los años, Oliva conserva en la memoria todas las vivencias de aquellos años, que ahora se pueden leer en el libro que presentó el viernes en el Museo Memorial del Exilio (MUME) de la Jonquera. El centro tiene dedicada una pequeña muestra con objetos de la badalonesa, como unos dibujos que hizo ella del campo o unas cartas que se intercambió con la fundadora de la Maternidad de Elna.
Al finalizar la presentación, una mujer del público no pudo evitar emocionarse con los recuerdos que había compartido Remei: “Mi abuelo también estuvo encarcelado en Argelers. Y le quería dar las gracias por su testigo, porque pienso que, quizás, si hoy estoy aquí es porque en algún pequeño instante usted y mi abuelo se encontraron”.