Berta Prieto: "Que las redes sociales se hayan convertido en el vertedero de testigos de violencia machista juega en contra de un discurso de reparación"
Dramaturga y directora
BarcelonaBerta Prieto (Barcelona, 1998) levantó polémica en el 2022 con Autodefensa, la serie que creó con Belén Barenys. Antes ya había debutado en el teatro con Chinabum (2017) y más tarde estrenó Fuck you modern family (o todo sobre mi abuela) (2019) y Derecho a pataleta (2023), en las tres acompañada de Lola Rosales. Ahora ha escrito y dirigido, sola por primera vez, Del fandom al troleo, con Rosales como ayudante de dirección. La obra es una comedia sobre cómo la sociedad se vuelve cada vez más estúpida y puede verse hasta el 8 de diciembre en la Sala Beckett.
¿Es el retrato de tu generación?
— Es actual, pero no habla necesariamente de mi generación, sino de un sentimiento de insatisfacción, de un vacío y de una falta de verdad muy relacionada con el momento en que vivimos. Supongo que los jóvenes encarnamos o expresamos más ese vacío, porque a medida que te haces mayor te agarras a según qué convenciones.
¿Por qué te interesaba abordar esa insatisfacción?
— El texto lo escribí hace tres años y ha ido cambiando. Parte de la idea de una chica que decide hacerse la tonta para dejar de sufrir. Es una flipada, pero a lo largo del tiempo he empatizado con ella. Existe un exceso de discurso intelectualizado y de búsqueda de respuestas. Todo el mundo es superpesado, todo el mundo sabe muchas cosas del bien y del mal, ya mí todo esto me agobia y me pone triste. Siento que no hay espacio para la duda ni para el fracaso. A raíz de todo esto el misticismo barato ha ido en aumento. Para combatir la insatisfacción nos conformamos con cualquier obviedad.
Es la tercera obra que haces en Beckett. ¿Los otros teatros no te abren las puertas?
— A ver, tengo 26 años. Estoy muy agradecida a Beckett, es el mejor teatro de Barcelona, me cuidan mucho. Evidentemente, me encantaría trabajar en el Lliure y en el Nacional, pero hay una falta de riesgo en los teatros públicos. Es muy fácil apostar por un niño de 20 años que acaba de salir del Institut del Teatre ya quien le encanta hacer Macbeth por quinta vez. Hay muchos jóvenes haciendo viejos teatro.
De hecho, en uno de tus artículos en El País decías que el teatro es aburrido.
— Me encanta hacer teatro, pero también creo que es aburrido. No voy mucho, la verdad. Me resulta muy difícil tener una experiencia teatral positiva. Artísticamente, en Barcelona se están haciendo cosas muy interesantes; en cambio, el teatro sigue siendo un sitio muy hermético.
¿Qué responsabilidad tiene el público en todo esto?
— Las programaciones tienen el deber de arriesgar para avanzar artísticamente y, al mismo tiempo, hacer cosas que funcionen para fidelizar al público. Me da igual si el Lliure es rentable o no. La cultura debe subvencionarse con dinero público. A la larga no será rentable realizar estas malas obras, porque nadie de mi generación irá a verlas. Tengo muchos amigos actores que dicen estar haciendo teatro de mierda, pero que lo hacen para comer. Si todo el mundo piensa que es malo, ¿por qué se hace? La idea de que lo avalan las masas me parece horrible y muy populista.
Han pasado dos años del estreno deAutodefensa. ¿Qué te ha aportado?
— Miguel Ángel Blanca [director de la serie] me lo ha enseñado todo. He aprendido una forma de mirar y de pensar. Me ha ayudado a entender cómo quería ser yo como autora. Aparte de toda la visibilidad que he conseguido.
Allí abordaba la violencia sexual y el abuso de poder, dos temas que están de actualidad a raíz del caso Errejón. ¿Qué piensas del momento actual?
— Por un lado, qué suerte de que todos estos casos estén saliendo. Pero, por otro, es un drama absoluto. Se está creando una herida social enorme y no sabemos cómo reaccionar. Eso que las redes sociales se hayan convertido en el vertedero de testigos de violencia machista de forma arbitraria y poco rigurosa juega en contra de un discurso de reparación. Sólo suma a la idea de mentiras y rumores. Una subjetividad se iguala a una verdad y, por tanto, no podemos establecer ningún tipo de consenso en cómo lo abordamos. Es muy peligroso. En el ámbito feminista, es contraproducente y parece ser el patio del cole.