Cine

Los terrores de la maternidad protagonizan el film que Claudia Llosa presenta en San Sebastián

María Valverde y Dolores Fonzi encabezan el reparto del drama sobrenatural 'Distancia de rescate', basado en el libro de Samanta Schweblin

3 min
María Valverde a 'Distancia de rescato'

San SebastiánGanadora de la Berlinale en 2009 con La teta asustada, la peruana Claudia Llosa suele explorar en su cine el choque entre mundos opuestos, pero siempre desde coordenadas íntimas. En Distancia de rescate, su cuarto film, el conflicto entre racionalidad y superstición vuelve a estar presente, pero esta producción de Netflix se ocupa sobre todo de terrores asociados a la maternidad: el miedo a la pérdida del hijo y a no quererlo. El título es una alusión directa al hilo invisible que une a madre e hijo y en el momento en el que se tensa porque la separación entre los dos es tan grande que no permitiría socorrer a la criatura a tiempo en caso de que tuviera un accidente. En la película, el plato fuerte de este lunes en el Festival de San Sebastián, se encuentran dos madres pero solo una siente el tirón del hilo: para la otra se ha roto y siente que su hijo está más allá de su ayuda.

Producida por Netflix, Distancia de rescate adapta la novela homónima de la argentina Samanta Schweblin, que junto con Mariana Enríquez lidera la nueva generación de autoras en lengua española que están reinventando el terror, introduciéndolo en territorios cotidianos y reivindicando los imaginarios no anglosajones para el género. Llosa incluso respeta la original voz narradora de la novela, una especie de diálogo entre dos personajes que observan desde un futuro incierto las acciones que nos muestran las imágenes. La historia se va desplegando alrededor de la relación entre las dos madres, una María Valverde quizás demasiado vaporosa para un papel que pedía más terrenalidad y una magnífica Dolores Fonzi, magnética en su dolor incrustado dentro de la piel.

Dolores Fonzi a 'Distancia de rescato'.

La película se mueve entre la exploración de la amistat cómplice y sensual de estas dos mujeres y la inquietud creciente que provoca la doble presencia del hijo de Fonzi en las imágenes y en la tenebrosa narración. El resultado es asimilable al subgénero de hijos poseídos que tan bien invoca a través del terror las angustias de tantas madres ante el hecho de ver cómo su criatura se ha convertido un buen día en otra persona, un fenómeno del todo natural pero que, en el fondo, tiene algo de escalofriante.

Tenemos que hablar sobre Duras

Otra directora, la veterana Claire Simon, ha presentado también en sección oficial el curioso artefacto fílmico Vous ne désirez que moi, que tiene un título internacional bastante elocuente: I want to talk about Duras [Quiero hablar sobre Duras]. Se trata de la recreación de una entrevista que la periodista Michèle Manceaux hizo a Yann Andréa, amante de Marguerite Duras durante los últimos dieciséis años de la escritora y cineasta. Durante 90 minutos, Andréa se desbrava explicando cómo se conocieron cuando él era un homosexual de veinte-y-pocos años y ella un gigante artístico sexagenario y cómo el amor posesivo y absoluto de Duras fue borrando capas de la identidad del chico hasta casi anularla. Una relación tóxica y enfermiza que Claire Simon pone en escena de manera rutinaria, fiel a la palabra pero sin ambición cinematográfica. A pesar del interés de este amor destructivo y el buen trabajo interpretativo de Emmanuelle Devos y Swann Arlaud, Vous ne désirez que moi es un film de una aridez que invita más a la cabezada que a la reflexión.

José Sacristán, más de 60 años jugando

Tradicionalmente, el Premio Nacional de cinematografía se entrega el primer domingo del Festival de San Sebastián, pero este año el acto se ha celebrado en lunes por un motivo muy sencillo: el domingo José Sacristán tenía función. El actor, de 83 años, que sigue activo y en plena forma, ha recibido el premio de manos del ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, que ha definido el homenaje a Sacristán como "un acto reparador que estaba pendiente". En su discurso de agradecimiento, el premiado ha puesto el foco en la naturaleza lúdica y a la vez rigurosa del oficio de actor. "No hay seriedad más grande que la del niño cuando juega", ha dicho citando a Nietzsche, y ha recordado cuando él mismo, de pequeño, se ponía en la cabeza unas plumas de gallina y saltaba ante la abuela. "«¡Virgen santa, un indio!», exclamaba ella. Y yo pensaba: «Se lo ha creído». Y lo mismo pensé cuando me concedieron este premio: «Se lo han creído. Se han creído que yo era el estudiante, el pregonero, el emigrante, el abogado y el asesino»". En los "más de 60 años jugando" de su carrera, Sacristán ha admitido haber dedicado menos tiempo "a desentrañar la complejidad de los personajes que a pensar cómo puñetas llegaría a final de mes" pero que siempre ha tenido la determinación que él se imagina que tenía el autor ("o autora") de las pinturas de Altamira "cuando se disponía a mostrar a sus vecinos el mamut que acababa de pintar: hacer que se emocionen, que se inquieten, que duden, que sueñen".

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