Fotografía

Así era la vida en las últimas barracas de Barcelona

El Archivo Fotográfico de Barcelona muestra las imágenes de Esteve Lucerón, que convivió ocho años con las vecinos de la Perona

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La Perona, abril de 1981

BarcelonaOcho años y medio dan para hacer muchas fotografías, pero Esteve Lucerón (la Pobla de Segur, 1950) no hizo tantas: 3.000 fotogramas, es decir, siete por semana. El fotógrafo se ganó poco a poco, y con mucha paciencia, la confianza de los vecinos que vivían en una de las últimas zonas de barracas de Barcelona, la Perona. Una larga calle de dos kilómetros, que seguía la ronda de Sant Martí, por debajo las vías de Cercanías, a tocar de la Verneda, y que fue derrocada antes de los Juegos Olímpicos. Lucerón hizo las fotografías entre 1980 y 1989 sin saber que la Perona desaparecería. "Es un hombre muy humilde y el contacto que estableció con los vecinos fue muy estrecho, no hay compasión ni folclore en sus fotografías, sino mucha dignidad y una gran ternura", dice Jordi Calafell, que ha comisariado, con Lucerón –que está hospitalizado–, Esteve Lucerón. La Perona. L'Espai y la gent. La obra de este fotógrafo de alma sensible se puede ver en el Archivo Fotográfico de Barcelona hasta el 22 de mayo.

La Perona, 5 de diciembre de 1980.

Lucerón iba a la Perona prácticamente cada día y solo interrumpió su proyecto durante seis meses, en 1988, a consecuencia de la muerte de su padre. No se ganó nunca la vida, no era fotógrafo profesional, y su primera cámara la compró con la indemnización que le dieron cuando perdió el trabajo en el sector de la metalurgia. La relación con los vecinos de la Perona era tan estrecha que en 1985, cinco años después de haber empezado su proyecto, el Ayuntamiento de Barcelona lo contrató como vigilante de los talleres ocupacionales que se hicieron donde ahora está el puente de Calatrava. Una de las imágenes muestra el aprecio que había entre el fotógrafo y los vecinos: se le ve sonriente, un 25 de diciembre, con un par de alumnos de los talleres ocupacionales.

Cuando desapareció la Perona no dejó atrás a toda la gente que había conocido: "Algunas veces me llama para pedirme copias de las fotografías para dárselas a algunos de los que fotografió o a sus familiares, y todavía los busca para fotografiarlos", dice Calafell. En 2017 Lucerón dio al Archivo Fotográfico de Barcelona los negativos y los contactos de 2.000 fotografías.

Esteve Lucerón, con gafas, con dos alumnos del taller de carpintería, el 25 de diciembre de 1988.

Lucerón fue arrinconando la cámara porque desde muy joven había tenido muchos problemas de visión. Sus fotografías no responden a los arquetipos idealizados de las mujeres gitanas que aparecen en otras fotografías del siglo XX, ni tampoco hay distancia. Como se introdujo en el barrio, capta también la división del trabajo: "A las mujeres siempre las ves trabajando, relacionándose entre ellas, siempre hacen algo; los hombres no sabes muy bien qué hacen. Si no fuera por ellas no habría ni casa, ni familia, ni barrio", dice Calafell. Lucerón fotografió la calle, las casas puertas adentro –también las de los pisos, cuando algunos de los gitanos estuvieron realojados–, las comidas familiares y colectivas, los interiores vacíos, la ternura entre dos niñas, los carteles anunciando "Change" en medio del caos y los animales campando entre ropa extendida.

La Perona nació en 1947 y hasta los años sesenta estuvo integrada por unas doscientas barracas. Con la desaparición del Somorrostro (1966) y otros núcleos de Montjuïc, sus habitantes acabaron en la Perona, que llegó a tener más de 5.000 vecinos. En 1980, cuando Lucerón fue a fotografiarla, la población paya ya se había ido.

La Perona, 24 de diciembre de 1986.

"Lucerón empezó a fotografiar la Perona mientras todavía estaba aprendiendo el oficio en el Centro Internacional de Fotografía de Barcelona, en el Raval, un barrio escogido a propósito por el compromiso que había", explica Manuel Laguillo, que fue profesor de Lucerón y que firma los textos de la exposición virtual de la AFB. Laguillo destaca el compromiso político y social y, sobre todo, la solidaridad y empatía de Lucerón, que era hijo de represaliados de la dictadura franquista: "No desea alimentar los prejuicios de los que no tienen nada de interés en saber de verdad cómo se vive en la Perona y quiénes son sus habitantes", afirma. Su trabajo se ha difundido poco. La exposición del Archivo es la más grande que se le ha dedicado nunca.

Dos niñas en la Perona el 20 de diciembre de 1980.
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