El Barça y los trabajadores explotados en las obras del Camp Nou

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La previsión del Barça es poder volver al Camp Nou en noviembre de 2024.

Excelente, el reportaje de investigación de los compañeros deEl Periódico sobre los presuntos fraudes laborales que afectan a decenas de trabajadores contratados en las obras del nuevo Camp Nou. Cobran una miseria, por debajo de convenios, sin que les paguen las horas extras. ¿Os suena? Lástima que la actualidad, sobre todo la grave lesión de Gavi, y el pesar de muchos medios a la hora de tratar la información de otro medio, haya hecho que el tema no tenga el recorrido que debería tener. Sé de lo que hablo.

Los reportajes denuncian lo que se preveía desde que se empezó a derribar el estadio: las condiciones de los trabajadores subcontratados son pésimas. Al menos, según lo visto, en materia de sueldos. El propio diario asegura que el FC Barcelona no tiene ninguna responsabilidad sobre los presuntos fraudes laborales. En cambio, Limak, la empresa turca que se llevó la licitación, debería velar por que todas las empresas subcontratadas –"piratas", según los sindicatos– no vulneren los derechos de los trabajadores.

Una vez que los hechos se conocen de manera pública, el Barça debe ser exigente con Limak. Cierto que hay mucho en juego. Que el club necesita volver a tener un estadio a pleno rendimiento lo antes posible y que cualquier obstáculo puede posponer el regreso a casa desde el exilio en Montjuïc o subir la factura para un club que va al límite. Sin embargo, el Barça debe ser modélico a la hora de preservar derechos. No es para quedar bien cara a la galería; es una cuestión de relato. El Barça sólo sobrevivirá y podrá competir con los grandes clubs estado si mantiene un relato que le hace único, diferencial. Por eso, la entidad que lidera Joan Laporta debe creerse los valores que pregona y que le otorgan –pese a la globalización y mercantilización que afecta a la institución– la etiqueta de más que un club. El Barça debe exigir a Limak que a los trabajadores que levantarán su nuevo estadio no se les vulneren de pie.

Ahora bien, lamentablemente, lo que ocurre en el Espai Barça no es una excepción. La mayoría de empresas subcontratadas por Limak tienen sede social en Cataluña. Y lo que ocurre en Arístides Maillol se repite en otras muchas grandes obras del país. Y también, no nos engañemos, en operaciones más pequeñas. En el mundo de la construcción, estas prácticas son una realidad, pero también en otros muchos sectores que se benefician de las miserias de los trabajadores y los ahogan aprovechando la mano de obra abundante y dispuesta a todo. El problema es de país.

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