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Las jugadoras del Barça celebran uno de los goles a Göteborg.

Bienvenidos todos aquellos que se sentaron enfrente del televisor a ver la final de la Champions con el ánimo de "a ver si me arreglan el día" después de la vergonzosa derrota del equipo de Koeman ante el Celta porque no se lo perdieron. Bienvenidos porque aquí no sobra nadie que aprecie que a este Barça da gusto verlo. Bienvenidos a los que se apunten ahora porque persistir en el error de no considerar al fútbol femenino digno de su atención diría mucho de ellos y nada bueno.

Bienvenidos porque podrán contar qué estaban haciendo el día histórico que el Barça ganó su primera Champions y se convirtió en el primer club en conseguir el máximo trofeo europeo en masculino y femenino. Bienvenido el presidente Laporta, que en febrero no sabía ni que Oshoala, Pereira y Ouahabi eran de su equipo y ayer estaba en el palco de Göteborg después de perderse la vuelta de semifinales porque eligió, prefirió, irse a Valencia en el avión con los chicos. Bienvenido y ojalá que a partir de ahora se revise.

Bienvenidos a los compañeros que durante años han soltado en las redacciones que el fútbol femenino no es fútbol ni femenino y han recibido de respuesta la risotada general. Bienvenidos porque con el alegrón a la mayoría se le olvidará y cuando os ponéis contáis igual de bien, casi con la misma pasión, la exhibición de ellas. Eso sí, no os colguéis medallas porque son ellas, las futbolistas, las que os han obligado a mirar. No les habéis hecho ningún favor. Aprended de la experiencia porque así no la repetiréis en vuestro entorno laboral y personal, condescendientes de la vida.

Y bienvenidas, sobre todo, las niñas que se apuntarán a jugar a fútbol en los patios de colegio y los clubes del barrio y que recordarán dentro de diez años que esta fue la noche en la que lo decidieron porque querían ser como Martens, Alexia o Aitana. No hay mayor ni mejor victoria.

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