BarcelonaPues el Barça jugará un partido de Liga en Miami. Si el Villarreal-Barça se jugará en Florida es, básicamente, para ganar dinero, lisa y llanamente. Como la Supercopa en tierras árabes. La cantidad de dinero que pagan los saudíes es tan escandalosa que todo el mundo acaba bajando la cabeza, porque el dinero llega a todos los clubs. Y en el fondo, todos tenemos un precio. Tras los saudíes, ahora toca Miami. "Welcome to Miami. Bienvenidos a Miami", como cantaba Will Smith en una canción bastante mala pero que se pegaba.
Siempre me ha hecho gracia cómo la gente hace malabarismos en sus discursos para justificar estas decisiones. El argumento más ridículo fue el de la Federación Española cuando decía que llevar la Supercopa a Arabia los ayudaría a mejorar las condiciones democráticas. Era todo lo contrario: los saudíes te compran con su dinero, tienen el torneo y la imagen que quieren, y sacan pecho de ello. En el caso del partido de Miami, el presidente de la Liga, Javier Tebas, dice que los aficionados a la liga española estadounidense también tienen derecho a ver un partido en directo. Me parece un argumento pobre. ¿Solo los estadounidenses? También hay aficionados en China, Japón, Sudáfrica, México, Brasil o, por supuesto, Arabia Saudí. Por tanto, llevemos cuantos más partidos de Liga por el mundo mejor, ¿no? Según la misma lógica, yo que sigo el fútbol italiano tengo derecho a ver un Roma-Fiorentina en Barcelona, ¿no? O un partido de las Seis Naciones de rugby.
Cuando sigues un deporte o torneo, aceptas que se juega en un escenario que tiene raíces. Llevar partidos fuera desarraiga. Y rompe una de las normas de la Liga: la igualdad de condiciones. Dos equipos tendrán que hacer dos viajes muy largos que los otros 18 clubs no vivirán. Los culés podrán decir con justicia que su equipo habrá hecho más kilómetros que el Real Madrid. Y los del Madrid podrán decir que el Barça se ahorrará jugar en un estadio visitante, puesto que la afición de Miami será neutral. O con más barcelonistas. Y también será cierto.
La clave de todo es decidir qué estamos dispuestos a vender. Nos hemos vendido la Supercopa, nos vendemos las entradas de los estadios priorizando a turistas y ahora ya nos vendemos partidos de Liga. No todo vale, habría que poner límites. Y no olvidar que los clubs, aunque tengan aficionados en todos los continentes, representan realidades territoriales, comunidades concretas, que son siempre las perjudicadas. Los clubs ganan dinero, pero los aficionados locales cada vez lo tienen peor para ver a sus equipos.