El fantasma de la sociedad anónima en el Barça
Desde hace tiempo, runrún in crescendo como en las pelis de miedo, oímos hablar del fantasma de la inminente conversión del Barça en sociedad anónima deportiva. Solución drástica si no quedara otra salida, en un alea jacta est de manual como única alternativa factible al callejón sin salida en el que han dejado el club. Y corren los rumores arriba y abajo, un montón de gente los habrá oído. De hecho, como si fuera una leyenda urbana, dice el rumor que los antecesores en la presidencia de la última década habían diseñado una estrategia dirigida, y acelerada desde el adiós de Neymar, a la transformación radical de la entidad y la entrada de capital privado.
Los unos te dirán que ellos pensaban quedarse en la finca como caseros de los nuevos amos, da igual si del sud o del nord, y los otros aseguran que he aquí la razón de tan errática gestión. Bien pensado, cualquiera puede añadir un poco de salsa a las especulaciones, conviniendo que es lógicamente imposible haberlo hecho peor que ellos, en efecto. A pesar de no tener ni idea de fútbol, algo habrías acertado. Y no te habrían tomado el pelo para que pagaras 105 millones más variables por alguien (Dembélé) que el año anterior solo valía 19, pongamos como único y gráfico ejemplo. Ya nos vamos entendiendo. Más de una vaca sagrada del famoso entorno te confiesa que está escaldada con la jugada y que especular con tal posibilidad no es en vano. Encontrarte de golpe con un agujero de 1.350 millones resulta tan bestia, inesperado y sorprendente que te lo tendrían que explicar al detalle para entender las consecuencias de tan magno agujero.
Seguimos con la murga. Una vez perpetrada esta travesura, se trataba de dejarla estallar en otras manos que no fueran las suyas. Verbi gratia ideal, la del actual presidente, como sabéis íntimo enemigo de los anteriores por mucho que ahora quieran guardar la compostura, que cuando tire la toalla como el boxeador chiflado que no sabe evitar el KO, entonces encontrará fórmulas variadas de SAD para evitar la quiebra, el colapso. Será la defunción del Barça tal como lo hemos conocido en 120 años, la muerte de este pilar emocional de la catalanidad, el mejor embajador posible del país sin estado. Y será fácil, dicen las mismas bocas, convencer a los volubles socios: si nos reconvertimos –alegarán los pícaros–, volveremos a flotar y podrán venir Haaland, Mbappé y quien salga en la portada de los diarios deportivos que marcan las previsibles corrientes de opinión del barcelonismo militante de a pie. De aquellos que solo quieren ganar y dan igual teorías y simbolismos.
La jugada iría por aquí, grosso modo, y empieza a generar un ruido que crece y crece. Más vale que la gente azulgrana empiece a pensar en ello, se vaya posicionando y sepa lo que representaría este histórico paso antes de, finalmente, presentar resistencia hasta dinamitar este envenenado propósito del todo inaceptable. De momento, el cuchicheo corre por algunos cenáculos y, sin ánimo de asustar, hay especialistas que ratifican qué fácil que resultaría la metamorfosis en SAD. Prácticamente en un fin de semana todo hecho y después aprobación en asamblea extraordinaria. Mejor vigilar y anticiparse a la jugada, no fuera caso que nos la metan, perdonad, de mala manera diciendo que no quedaba otro remedio. Entended, pues, el texto como un aviso para navegantes, que las aguas bajan bravas y muy revueltas, no solo en el terreno de juego y con esta escenificación de guerracivilismo por la continuidad de Koeman. Esta crisis es así de brutal y extrema. Hay que situarse en estado de alerta.