Alpinisme

La fascinación por el K2, la cumbre que hace perder la cabeza

Coronado por primera vez sin oxígeno en invierno, el K2 tiene una media muy alta de muertes cada año

El K2, la segunda cumbre más alto del planeta
y TONI PADILLA
23/01/2021
4 min

“El K2 no es un ser maligno que se esconde ahí en el Baltoro, esperándonos. Solo está ahí, indiferente. Es una montaña inanimada de roca, hielo y nieve. Su salvajismo es por todo aquello que nosotros proyectamos en ella, como si culpáramos a la cumbre de nuestras propias desventuras”, escribía Ed Viesturs después de volver del K2. Viesturs, el primer norteamericano en subir a las 14 cumbres de más de 8.000 metros del planeta, casi se dejó la piel en la segunda montaña más alta del planeta, con 8.611 metros. “Para intentar lograr la cumbre, subimos a pesar de la amenaza de mal tiempo. Y en el alpinismo subir es opcional, pero bajar es obligatorio. En el descenso casi pierdo la vida”, recuerda. Cada año los objetos de los alpinistas que pierden la vida en el K2 acaban en un memorial improvisado en el campo base, donde ahora se añadirá el nombre del catalán Sergi Mingote, la última víctima de la “montaña maldita”, como la denominan muchos. “No está maldita”, defiende Viesturs, que ha dedicado un libro a una cumbre que "es fascinante; es perfecta, te puede hacer perder el control”.

Una pirámide perfecta de nieve y hielo preciosa en la frontera entre Pakistán y China, en la zona del Karakorum. Una zona tan inestable políticamente, que muchos años costaba tanto subirla como obtener el permiso para llegar. A diferencia de otras cumbres, el K2 ni tenía nombre en lengua local, puesto que estaba muy apartada de cualquier lugar habitado. La montaña fue registrada por primera vez en 1856 por una expedición liderada por el británico Henry Haversham Godwin-Austen, que trabajaba al servicio de un imperio que quería controlar esas fronteras. Thomas G. Montgomery, topógrafo del equipo, bautizó las cumbres de esa zona del Karakorum con espíritu científico: K1, K2, K3, K4... en orden de altura. Pero erró en sus cálculos, bautizando como K1 a la cumbre que posteriormente sería bautizada como Masherbrum, montaña que no llega por poco a los 8.000 metros. La mayor parte de cumbres bautizadas por Montgomery adoptaron con el paso de los años otros nombres, como Broad Peak (K3), Gasherbrum II (K4) y Gasherbrum I (K5). El K2, en cambio, siguió con este nombre, a pesar de que los chinos lo llaman Chogori.

El K2, junto con el Annapurna, es la cumbre del planeta con la media más alta de muertes entre los valientes que intentan subirla. En el K2 la tasa de mortalidad es casi del 25%, superada solo por el 38% del Annapurna, la décima cumbre más alta de la Tierra. Curiosamente, el Annapurna fue el primer ochomil conquistado, en la célebre expedición francesa de Maurice Herzog, que había formado parte de la resistencia contra los nazis, y Louis Lachenal en 1950. Después ha cerrado sus puertas. El K2 tampoco ha puesto facilidades. El propio Sergi Mingote, que ya lo había coronado sin oxígeno y ahora volvía para intentar ser el primero en subir sin oxígeno en invierno, explicaba: “Es la cumbre que miro con más respeto. Te atrae. Después de haber estado ahí, entiendes su magia”. El de Parets del Vallès admitía tener una relación de amor y odio con la cumbre donde perdió la vida, pocas horas después de que una expedición de Nepal hiciera la cumbre por primera vez durante el invierno, con uno de los miembros del equipo, el sherpa Nirmal Purj, haciéndolo sin oxígeno. Purj, el hombre que subió los 14 ochomiles en apenas seis meses, ha liderado la emancipación a las cumbres de los sherpas, pueblo autóctono del Nepal condenado a subir el equipaje de los primeros exploradores hace 100 años. Ahora ha hecho historia de nuevo en el K2.

El polémico ascenso italiano de 1954

“El K2 te puede hacer perder la cabeza”, admite Viesturs. El primer alpinista muerto fue el alemán con pasaporte de los Estados Unidos Dudley Wolfe, que murió en 1939 entre rumores sobre su trato tiránico con los sherpas. El K2 seria coronado por primera vez por una expedición italiana en 1954, una aventura que acabaría en los juzgados. Achille Compagnoni y Lino Lacedelli, los primeros alpinistas en hacer la cumbre, acusarían al joven Walter Bonatti de haber puesto en riesgo su éxito. Bonatti se defendería y acabaría ganando el caso, tanto en los juzgados como en la opinión pública, demostrando que Compagnoni y Lacedelli cambiaron de lugar el último campo previo al ataque a la cumbre, justo cuando Bonatti, acompañado por el escalador paquistaní Amir Mahdi, les subía bombonas de oxígeno. Compagnoni admitiría que cambiaron el campo para alejar a Bonatti, más joven, sufriendo por si este los podía adelantes el día del ataque a la cumbre. El cambio de lugar del campo obligó a Bonatti y Mahdi a improvisar el vivac documentado a más altura, a 8.100 metros, en un pequeño espacio de un metro que ganaron a la nieve a golpes de piolet. Mahdi perdería los pies por culpa del frío. Y Bonatti volvería tan decepcionado, que se convirtió en una leyenda subiendo a las cumbres por siempre jamás más solo, puesto que ya no confiaba en nadie. La gloria para subir una cumbre que “te pide más”, según Viesturs, hizo perder el control a los dos italianos. Y, sin quererlo, hicieron de Bonatti uno de los nombres más admirados del alpinismo moderno. En 1986 la polaca Wanda Rutkiewicz se convertiría en la primera mujer en coronar el K2.

La relación de amor y odio con el K2 se ha cobrado la vida de algunos catalanes. En 1995 moría Jordi Anglès, de Terrassa, debido a una caída, un año después del primer ascenso de un catalán, Juan Tomàs, que iba acompañado de los vascos Alberto y Félix Iñurrategi, Juanito Oiarzabal y Enrique de Pablo. En 2004 Jordi Corominas hacía historia al protagonizar la segunda ascensión por la vía conocida como Magic Line, una vía abierta en 1986 por los polacos Wojciech Wróż, Przemek Piasecki y el eslovaco Petr Bozik. Si en 1986 Wróż perdería la vida bajando, en 2004 moriría Manel de la Matta, que bajaba acompañado por Òscar Cadiach después de haber decidido no seguir a Corominas. Cadiach subiría en 2012 y Ferran Latorre en 2014, una expedición en la que perdería su vida su amigo Miguel Ángel Pérez Álvarez, leonés nacido en Barcelona.

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