El Barça más defensivo se zampa la moral del Madrid (0-1)
Un gol en propia puerta de Militao y una exhibición defensiva liderada por Araujo acercan al equipo de Xavi a la final de Copa
BarcelonaMás de un aficionado madridista llegaba al Santiago Bernabéu para burlarse del Barça, sin esperar que les tocaría irse con el rabo entre las piernas. Justo cuando más corto de energía y fútbol parecía, el Barça se impuso en el partido de ida de las semifinales de Copa y dio un paso de gigante hacia la final de Sevilla (0-1). Un triunfo balsámico, una victoria para alejar fantasmas, pero para dejar abiertos los debates sobre el estilo. Nada nuevo en Barcelona.
El Barça no está pasando por un buen momento de juego. Las piernas pesan y la pelota no se mueve rápida. Tocaba sobrevivir y sacrificar los ideales, para ser pragmático. Quizás demasiado, de hecho, puesto que Xavi parecía renunciar a lo que veía, enfadado con un equipo que no hacía ni tres pases seguidos. En un partido feo, el Barça se llevó un triunfo precioso, como si fuera un diamante encontrado en medio del barro. Un triunfo con la firma de Araujo, que convirtió a Vinícius en un juguete con el que hizo lo que quiso. Y con el protagonismo de Kessié, un héroe inesperado que estuvo a un paso de marcar dos goles. Primero creó la jugada de gol de Militao en propia puerta. Después, Ansu lo evitó sin querer. Fueron los dos únicos chuts a puerta del Barça.
Después de una semana para olvidar, el Barça llegaba al Santiago Bernabéu como si fuera un prisionero a punto para ser juzgado por el Tribunal de la Santísima Inquisición. Un preso destinado a ser quemado vivo atado a un palo en medio de Chamartín. El madridismo, acordándose cada dos por tres del famoso caso Negreria, olía la sangre. Quería sangre. Y acabó con un palmo de narices. Tenía delante a un Barça cansado y con bajas, y no pudo hacerle daño. Ter Stegen, de hecho, tampoco hizo grandes paradas. La defensa le hizo el trabajo.
No, no fue un gran partido. De hecho, fue un partido feo, con poco fútbol, muchos errores y poca magia. No, el Barça no ganó como le gusta a Xavi, dominando el juego, imponiendo su discurso y controlando todos los secretos del partido. Todo lo contrario. Fue el triunfo de la resistencia, de saber sufrir. Un Barça poco Barça, analizando el juego. Un Barça muy Barça, si miras el carácter de los jugadores, que se dejaron la piel para celebrar un gol tan feo como valioso. Tenía que ser así, en un partido gris. Una pérdida de pelota del Madrid, una carrera de Kessié y un montón de rebotes antes de que Militao se metiera un gol en propia puerta. El único gol de un partido flojillo tenía que ser en propia puerta. Significativo.
Sin la luz del siempre añorado Pedri, Lewandowski y Dembélé, Xavi sabía que había que provocar un corte de digestión en un Madrid crecido, y conseguir llegar vivo al partido de vuelta. Misión cumplida, en este caso. El Barça no tuvo la pelota, ni el control. Ferran y Raphinha, en ataque, persiguieron sombras. Con Gavi demasiado nervioso, solo De Jong parecía saber qué había que hacer con la pelota en un equipo que parecía más empeñado en parar las virtudes del Madrid que no en potenciar las suyas. Xavi, como ya suele ser normal contra los blancos, trasladó a Araujo del centro de la defensa hasta la banda, para que se encargara de parar a Vinícius. Y, de nuevo, el uruguayo se comió la moral del brasileño. Vini, que tiene como principal enemigo a sí mismo, empezó a perder los papeles y a pelearse con todo el mundo, comprando suficientes números de la lotería como para acabar expulsado. Fue indultado. Vini grita, insulta, protesta, desafía a la autoridad, exagera y hace faltas. Hizo de todo, excepto ganar un duelo a un Araujo que se convirtió en el gran baluarte del Barça. Si tocaba defender, él tenía que ser el líder.
Sobrevivir y acercarse a la final
Sin Christensen, todavía sin ritmo, sería Araujo quien aguantaría la bandera azulgrana, bien acompañado por Koundé y Marcos Alonso. Les tocó hacer horas extras en un partido en el que tanto la primera como la segunda parte empezaron con un huracán de juego blanco. El Barça supo sufrir, supo defender. Supo entender que apenas una semana después de los hechos de Old Trafford, había que conseguir un buen resultado no solo para dar un paso de gigante hacia la final de Copa. Salir altivo del Bernabéu también era la mejor manera de demostrar que Almería fue un error y la Liga acabará en manos del Barça.
El Madrid, consciente de que el guion previsto no se estaba cumpliendo, fue perdiendo los papeles. Y sería el Barça el que tendría más cerca marcar, en una buena jugada de Ferran que acabó con un chut de Kessié que ya parecía dentro de la portería, cuando Ansu, que hacía poco que había entrado, la desvió sin querer. Que fuera Kessié el gran argumento ofensivo azulgrana no deja de ser una metáfora del partido. No es culpa del marfileño, él hizo su trabajo. Es cosa de un Barça que demostró que sabe defender como es debido en escenarios exigentes, a pesar de que al hacerlo tocara pisar la tabla con los 10 mandamientos del cruyffismo. La belleza cedió su lugar al resultadismo. Era el día ideal para ser más pragmático, tal como llegaba el partido.
- Real Madrid: Courtois, Nacho (Rodrygo, 67'), Rüdiger, Militao, Carvajal, Modric (Álvaro Rodríguez, 83'), Kroos (Tchouameni, 74'), Camavinga, Valverde, Vini Júnior y Benzema
- FC Barcelona: Ter Stegen, Araujo, Marcos Alonso, Koundé, Balde, Sergio Busquets, Frenkie de Jong, Kessié (Sergi Roberto, 86'), Gavi, Ferran Torres y Raphinha (Ansu, Fati, 69')
- Goles: 0-1 Militao en propia puerta (26')
- Árbitro: José Luis Munuera Montero (andaluz)
- Tarjetas amarillas: Vini Junior (24'), Raphinha (45'), Gavi (51'), Nacho (54'), Kessié (66'), Valverde (73') y Xavi Hernández (91')
- Tarjetas rojas: ninguna
- Estadio: Santiago Bernabéu