Barça

La fiesta del Barça acaba con un palmo de narices (0-0)

El partido en el que se había de escenificar el nacimiento de un nuevo ciclo deja caras largas después de topar con el Rayo Vallecano

4 min
Lewandowski, en el tierra después de recibir una falta durante el Barça-Rayo
  • FC Barcelona: Ter Stegen, Ronald Araujo, Christensen (Sergi Roberto, 60’), Eric Garcia, Jordi Alba (Aubameyang, 81’), Sergio Busquets, Gavi (De Jong, 60’), Pedri (Kessié 72’), Raphinha (Ansu Fati, 60’), Lewandowski y Ousmane Dembélé
  • Rayo Vallecano: Stole Dimitrievski, Ivan Balliu, Florian Lejeune, Alejandro Catena, Fran García, Unai López (Óscar Valentín, 62’), Pathé Ciss, Isi Palazón (Salva Sánchez, 79’), Trejo (Pozo, 83’), Álvaro Garcia, Sergio Camello (Falcao, 62’)
  • Goles: sin goles
  • Árbitro: Alejandro Hernández Hernández (canario)
  • Tarjetas amarillas: Dembélé (13'), Trejo (45’), Catena (46’9, Lejeune (55’), Falcao (69’), Busquets (74'), Dimitrievski (88')
  • Tarjetas rojas: Busquets (94')
  • Estadio: Spotify Camp Nou (81.104 espectadores)

Todo estaba listo para escenificar el cambio de ciclo. Como si fuera un acto ritual para quemar en la hoguera los recuerdos del pasado. Un nuevo nombre para el estadio, una camiseta nueva, un nuevo delantero centro, un montón de jugadores debutando y una afición entregada. Todo bien calculado, todo bien diseñado. Pero el fútbol no admite que le escriban el final del guion antes de tiempo y lo que tenía que ser una noche de fiesta mayor acabó con caras largas. El nuevo Barça acabó topando contra un muro, haciéndose daño y dejándose dos puntos para empezar (0-0).

Qué bonitos son los amores de verano, pero no suelen durar. El barcelonismo, después de años de penitencia, volvía a su templo con un montón de esperanza, animado por los fichajes, por las palancas, por los amistosos, por la promesa de un futuro mejor. Hacía tiempo que el pueblo barcelonista no tenía mariposas en el estómago, que no se sentía tan especial viviendo su verano del amor. Como si fuera San Francisco en los 60, con flores a la cabeza y amor libre por todo el mundo. El estreno en partido oficial del nuevo nombre del estadio tenía que llegar con una playlist en Spotify con canciones de amor, pero cuando organizas una fiesta siempre hay algún invitado que tiene una idea diferente en la cabeza. En este caso, el Rayo Vallecano, el equipo de barrio que se ha especializado en hacerle la pascua a los rivales más grandes. El equipo de Andoni Iraola, como ya pasó el año pasado, resultó ser tan incómodo como una piedra en el zapato. Como ponerse una camiseta cuando te has quemado la espalda después de quedarte bien dormido en la playa, soñando con los títulos que el Barça ganará.

Pero para poder ganar títulos esta temporada hará falta mucho más que este estado de ánimo que Laporta ha conseguido crear con sus fichajes y sus palancas. Todo cuesta en la vida. Y habrá que picar piedra y aprender de los errores. De la alegría de la pretemporada se fue pasando a la tensión de los partidos oficiales, especialmente a medida que el reloj dejaba de ser un amigo para convertirse en un rival. Los minutos iban pasando y el Barça no conseguía batir la portería de un Rayo Vallecano que de vez en cuando pinchaba con contras muy bien organizadas, como la de Álvaro García, en la que Ter Stegen evitó que el Spotify Camp Nou enmudeciera. El equipo madrileño consiguió hacer sentir muy incómodo a un Barça donde Xavi había movido a Araujo al lateral, después de decidir dejar fuera de la lista de convocados un Sergiño Dest que parece destinado a marchar del club. Y todo con Piqué en el banquillo. Como si fuera un mensaje para asegurarse de que el defensa catalán tiene claro que esta temporada ya no será un baluarte que jugará cada partido, pase lo que pase. Para empezar, Xavi empezó con Eric y uno de los debutantes, Christensen, en defensa.

Todas las miradas, sin embargo, se las llevaba Robert Lewandowski. El polaco, después de agotar todas las letras W de las tiendas del Barça de tanto estampar su apellido, intentaba quitarse de encima a Catena, que de vez en cuando le dejaba un recordatorio en los tobillos en forma de patada. Los movimientos del delantero polaco ordenaban los ataques de un Barça eléctrico en las bandas, con Raphinha con muchas ganas de enamorar su nueva afición y un Dembélé más cercano a la versión de las últimas temporadas que a la versión ofrecida durante la gira por Estados Unidos. Xavi Hernández, sin embargo, acabaría sustituyendo primero al brasileño entrada la segunda parte.

De Jong, con minutos

El estreno del nuevo Barça, en lugar de ser un paseo, costaba. Tenía que ser como una serie de aquellas de verano agradables de ver y era un thriller de los que te obligan a morderte las uñas. La pelota siempre estaba en las botas de Busquets, Gavi y Pedri, tres jugadores con la capacidad de esconderla, como si tuvieran magia en las botas, pero el Rayo también tenía un truco: sus jugadores parecían multiplicarse como los panes y los pescados, llegando siempre a tiempo para poner la pierna. Había que intentarlo con chuts desde distancia, pelotazos largos aprovechando el buen juego aéreo de Lewandowski o cambios de juego, de banda a banda, para provocar grietas en la defensa rival. Pero el Rayo se mantenía firme y Xavi no quería llegar a los últimos minutos del partido sufriendo. Así pues, al minuto 60 de la segunda parte ya sacó del ostracismo a un Frenkie de Jong dispuesto a demostrar por qué se quiere quedar en Barcelona, Sergi Roberto y al chico más especial de todos, Ansu Fati. A diferencia de la última temporada, cuando Xavi miraba hacia el banquillo y solo veía los rostros adolescentes de jugadores del filial, ahora el técnico de Terrassa tiene fondo de armario. Puede escoger cómo vestirse en función del baile que haya sobre el césped. La directiva ha hecho un esfuerzo para darle herramientas y es el equipo quien tiene que dar continuidad en este estado de euforia veraniego. La idea es que todo ello no sea solo el sueño de una noche de verano y sea el inicio de un curso memorable.

Xavi confió en un Kessié que entró para poner un poco de orden cuando la gasolina de Pedri ya se había acabado. Pero el Rayo seguía haciendo la pascua defendiendo con éxito y lanzando contras que provocaban mucha inseguridad a un Barça que quemaba sus últimas naves con la entrada de Aubameyang, que se quedó a un palmo de marcar en dos ocasiones, cuando el partido se juega ya en una sola portería. El Rayo vendía su alma al demonio para sacar un punto mientras el Barça le metía el miedo en el cuerpo atacando enloquecido. Pero ni Lewandowski ni Ansu pudieron marcar en un partido de cruel final, puesto que Busquets acabó viendo la roja en los últimos minutos. Y la parte positiva es que este tropiezo servirá de recordatorio para quien ya se veía en Canaletes. En el fútbol, todo cuesta mucho. Solo ganas si antes sufres.

stats